Me senté al ordenador con la intención de manadarla algo que la hiciera añorarme un poquito menos; sólo de pensar en el efecto que podría causar en ella dicha historia… se me levantó. Una erección instantánea requería un tratamiento efectivo, y ese fue el que le aplicó mi mano, suavemente, relajándo todo el cuerpo, mientras pensaba en Elena. Estaba tan concentrado que hasta oía su voz dentro de mi cabeza. Imaginé que nada nos separaba. Elena estaba allí conmigo, los dos juntos en una bañera, ella acariciando mi polla erecta con dulzura, dejando que el agua chorreara por sus tetas y cayera sobre mi glande. No era mi mano sino la suya la que me masturbaba. Yo le chupaba los pezones y le cogía las tetas por debajo, levantándolas y frotándolas con el agua caliente. Sí, Elena estaba allí conmigo, no había nada por medio. Y se agachaba, se ponía de rodillas sobre el baño para meter mi pene en su boca y lamerlo. Su lengua trazaba círculos sobre mi glande y las primeras punzadas de placer me corrieron por todo el cuerpo.
Sus manos seguían masturbándome y ahora su lengua colaboraba en la tarea, deteniéndose en cada pliegue, en cada punto de mi verga. Yo le agarraba la cabeza y le pasaba mis manos por las orejas, acariciándole su pelo mojado que le caía por el rostro. Mi polla entraba y salía de su boca, se paseaba por sus labios y recorría su cuello. Los dedos de Elena eran cables de placer que me electrocutaban con cada pasada. Y en uno de aquellos suaves roces llegó el cortocircuito, el estallido, el chispazo que acabó liberando el placer de mis testículos hasta volar por el aire y caer sobre el rostro de Elena como un río blanco y cálido. Había pasado ya un rato desde que terminara escribir el anterior prólogo y me preguntaba si eso la habría excitado. No estaba seguro de nada. Cerré los ojos intentando coordinar algo y de nuevo su imagen se reflejó en mi cabeza. Elena estaba en la ducha.
Yo permanecía sentado, mirándola. Ella se roció con agua y todo su cuerpo brilló. El líquido caliente empapó su cabeza, le chorreó por el cuello y llegó hasta sus senos, donde formó una cascada. Los ríos de agua zigzagueron por su vientre y mojaron el corto y suave vello de su coño. Elena me miraba directamente y sin pudor. Pegó el mango de la ducha a sus tetas y dejó que el agua reverberara en sus pezones. Luego lo pasó por su vientre y llegó hasta su vagina. Separó un poco las piernas y dejó que el agua mojara su coño. Mantuvo así la ducha mientras con la otra mano comenzaba a masturbarse. Abrió sus labios vaginales e introdujo su dedo índice. Yo empezé a masturbarme frente a ella y ella miraba mi polla haciendo movimientos con la lengua.
Tras acariciarse el clítoris un poco más con sus dedos mojados, Elena se dio la vuelta y dobló el torso, mostrándome su culo y su coño por detrás. Se puso la ducha sobre las nalgas. El agua chorreaba por su coño como una catarata de placer. Ví aparecer su mano por debajo y con un dedo se acarició desde el culo hasta el coño y se detuvo en este último, moviendo sus dedos de lado a lado y de arriba a abajo. Yo estaba a punto de eyacular cuando Elena me hizo un gesto con la mano. ¡Me estaba llamando! Hasta mi mano, ya absolutamente lanzada, se detuvo. Incluso estuve a punto de correrme por la sorpresa. Ella sonrió con cara de pícara y volvió a llamarme. Elena seguía en la ducha, tocándose el clítoris con los deditos y el vapor inundaba la estancia. Me susurró: Quiero masturbarte. Cuando la ví por primera vez me fijé en su cara de cachonda pero parecía muy modosita.
Las apariencias engañan. Yo empecé a desnudarme y entonces recordé que no había cerrado la puerta. Fuí a cerrarla mientras me despojaba de la ropa y la tiraba por la casa. Entré en la ducha mientras ella seguía masturbándose. Me encontraba frente a ella, desnudo y mostrándole mi pene tieso. Me metí en la ducha. El agua caliente recorrió mi cuerpo y enseguida noté la mano de ella estirando la piel de mi polla arriba y abajo. Le dije que no fuera demasiado rápido si no quería que me corriera ya mismo. Quiero ver de cerca cómo te corres, dijo, poniéndose de rodillas en el baño. Con la mano izquierda comenzó a jugar con mis huevos, a sobarlos suavemente, y siguió masturbándome con la derecha. Yo tenía ganas de que se la metiera en la boca pero la dejé hacer. La agarré por la cabeza y la conduje hacia mi polla. Antes de metérsela en la boca dijo: No te corras dentro. Quiero ver de cerca cómo sale tu leche. Elena introdujo mi glande entre sus labios y lo llenó de cálida saliva. Yo empujé un poco y mi polla llegó hasta su garganta. Comenzó a meterla y sacarla de su boca, enjugándola en saliva y rozándola con su lengua. Yo sentía las acogedoras paredes de su boca y sus dientes dándome ligeros mordisquitos que no llegaban a dolerme. Apretó bien el glande con sus labios y volvió a metérsela profundamente. Se ayudó de las manos para pasarse mi polla remojada en su saliva por toda la cara. Le dije que estaba a punto de correrme y ella clavó sus ojos en el pequeño orificio de mi polla, incrementando el ritmo de masturbación con sus manos.
Elena agarró mi polla y la dejó quieta para ver con claridad cómo surgía el semen. Y lo consiguió. Una fuente blanca saltó y le llenó los pómulos y parte de la nariz. Ella unió sus gritos a los míos. La siguiente contracción fue aún más espectacular. Un chorro enorme de semen salió de mi polla y le cubrió los labios, escurriéndole por la barbilla y el cuello. El tercer y último latigazo lo recibió en la lengua. Después puso mi polla a escasos centímetros de sus ojos, sobre la nariz, y vio manar los últimos regueros de mi leche. Cuando ya había cumplido su deseo de ver una corrida de cerca, limpió toda mi polla con su lengua y sorbió varias veces como si se tratara de una horchata. La mamada duró hasta que mi polla quedó fláccida dentro de su boca. Elena se levantó y me besó, rozándome con las tetas en el pecho. Tenía la cara brillante, casi toda cubierta con mi semen. Degusté mi propio sabor en su boca y estuvimos así un rato, con las lenguas entrelazadas. Cómete mi coño, me dijo. Méteme la lengua. Quiero que me la metas todo lo dentro que puedas. Espera, vamos a sentarnos en el baño. El agua nos empapaba. Elena se limpió la cara y se sentó en el baño, levantando las piernas y abriéndolas. Yo me senté también, entre chapoteos y risas, y puse mi cara a la altura de su coño. El agua que caía desde arriba le empapaba su vello negro y hacía su coño aún más excitante. Abrí suavemente sus labios vaginales con mis dedos y ella gimió, apretando mi cabeza con sus manos. Introduje mi lengua en su coño y descubrí su clítoris, un botoncito duro y caliente entre sus pliegues.
Ella gritó cuando mi lengua comenzó a dar las primeras pasadas sobre su clítoris, moviéndolo como una campanita de placer. Elena elevó aún más las piernas y yo usé una de mis manos para acariciarle las nalgas y meter mis dedos entre ellas. En ese instante, Elena se corrió. Lo noté porque su coñito se inundó de líquido semitransparente y ácido. No te pares, no te pares, gritó, retorciendo su cuerpo y gimiendo. Sorbí su coño y le mordisqueé con mis labios. Ella me apretaba la cabeza de tal manera que casi no me dejaba respirar. Froté su clítoris con mi dedo índice y con mi lengua a la vez, y Elena tuvo su segundo orgasmo consecutivo. Aparté mi cara porque ya me faltaba la respiración. Metí y saqué mi dedo índice de su coño mientras ella se frotaba rápidamente. Sus dedos se movían muy rápido y en círculos centrados en el clítoris. Metí la punta de la lengua entre sus dedos mojados y contribuí a su tercer orgasmo. Elena emitió un grito, suspiró y esta vez sí quedó relajada y nos quedamos abrazados bajo el agua caliente de la ducha. Mes desperté medio sobresaltado, y la llamé por teléfono.
La dije que iba a ir a verla y me contestó que me esperaba. Me recibió con un pantalón de cuero negro muy ajustado que apretaba todo su culo, botas negras, cazadora de piel también negra y, un jersey muy ajustado también de color negro. Todo eso me provocó una erección que traté de disimular pero ella creo que lo notó aunque hizo como si no pasara nada. Ella me cogió, me hizo pasar y me dijo que quería charlar un rato, pero al poco rato me confesó que solo tenía ganas de que la follara. Yo me quedé sin habla. Se levantó de modo que me dio la espalda y, acercándose a mí, colocó su culo entre mi polla, justo a la altura. Aquella sensación por poco me provoca que me corriera ahí mismo y mucho más cuando ella hizo un movimiento de meneo que hizo que se mojara mi slip. Después ella se dió la vuelta, me besó y tocó mi polla a través del pantalón. Eso me puso más caliente aún y decidí hacer lo mismo: agarré su culo, acariciándole, apretándole, juntando su cuerpo al mío.
Me pidió que la follara ahí mismo que realmente lo quería, que desde hacía tiempo había tenido fantasías sexuales en sus sueños conmigo y quería que aquello se volviera realidad. Comencé a desabrochar sus pantalones y a bajárselos despacio, lo mismo hice con su cazadora y después la quité su jersey. Ahí estaba Elena, frente a mi, solo con su ropa interior. Le quité después su sostén y me dejó ver pechos y sus pezones grandes duros, los cuales besé de inmediato y poco después los mordía despacio para no hacerle daño. Mientras mi mano derecha acariciaba su otro seno, mi mano izquierda acariciaba su coñito por debajo de su braga. Elena me pidió que chupara su coño para revivir de nuevo esa sensación. Quitamos las cosas de la mesa para que ella pudiera acostarse, después la coloqué boca arriba y le bajé las bragas, unas tangas negras, muy pequeñas, y después le pedí que abriera las piernas. Frente a mi estaba su coño totalmente desnudo y sólo para mi. Recorrí con mi lengua poco a poco todo su coño pero sin tocar su clítoris, para así hacerla sufrir un poco y, ocasionalmente, llegaba a tocárselo y sentía cómo ella se estremecía y movía sus caderas para incrementar la sensación. Poco después de su vagina comenzaron a brotar jugos y de pronto su primer orgasmo. Después de 10 minutos de acariciar y de lamer su coño me pidió que la follara con mi lengua. La complací y, al hacerlo, lanzó un gemido lleno de placer pidiéndome que cada vez lo hiciera más rápido y fuerte. Ella cada vez se movía más, llegó a tal grado que se levantó de la mesa y se fue en mi contra. Tal fue la embestida, que me tiró al suelo y me dijo: Ahora sufrirás lo que yo.
Me quitó los pantalones y mi slip, y comenzó a besar la cabeza de mi polla. Poco a poco se la metió toda en su boca. Aquella sensación fue maravillosa para mí, no quería que acabara y cuando comenzó a mamármela, con su lengua me la acariciaba, estuve a punto de correrme en su boca, pero intenté aguantar. La mandé ponerse a cuatro patas y ella me ofreció gustosa su coño, pero antes de follarla lo besé de nuevo. Ella, me pedía que la penetrara ¡Ya!, que no la hiciera sufrir más, pero yo quería que aquello se pusiera a punto y, cuando estaba por tener su segundo orgasmo, la penetré. Sus jugos y lo húmedo de mi polla facilitaron la penetración. Mis embestidas eran lentas y suaves, ella me pedía hacerlo más rápido porque aquello era un sufrimiento pero yo seguí con mi movimiento lento. Ella estaba muy excitada y me dijo: fóllame, más fuerte, deja de hacerme sufrir así. La complací. Mis embestidas ahora eran rápidas y fuertes. Ella se movía más y sus caderas no dejaban de moverse para así aumentar el placer y, con una mano, yo acariciaba uno de sus senos. Al final, cuando estaba a punto de correrme, me dijo: «espera», sacó mi polla de su coño, la llevó hasta su cara y me dijo: «ahora puedes correrte». Dejé caer todo mi semen en su cara. Ella pensó que tal vez esto sería todo pero, cuando se disponía a ponerse de pie, la besé. No lo esperaba, nunca pensó que la besaría cuando mi polla había estado en su boca y sus labios estaban llenos de mi semen.
Aquel beso fue especial, duró más de 20 minutos. Yo continuaba acariciado su coño con mi mano y con la otra jugando con su pecho. Después me acosté en el suelo, estaba frío pero eso no importó. Comencé a comerme de nuevo su coño pero ella me pidió parar, porque yo tenia todo su coño para mí solo y ella no tenía nada. Cambiamos de posición, ahora yo me acosté y ella se puso encima de mi. Volvió a ofrecerme su coño y yo le di mi polla. Ella la devoraba como si fuese un bombón, yo hacía lo mismo con su coño. Estuvimos así hasta que los dos nos corrimos varias veces. Después me pidió parar, y me dijo: fóllame de nuevo, quiero sentirte dentro de mi». Se colocó encima de mí y me besó, tratando de convencerme de que la penetrara de una vez. Así que me dispuse a hacer lo que pedía, mientras me la follaba, con mis manos acariciaba sus piernas, sus senos, sus caderas, su culo y sentía cómo ella movía de nuevo su cuerpo y dejaba escapar murmullos de placer. Después la levanté por la cintura hasta tener su espalda pegada a mi pecho. Tomó mis manos y las llevó a sus pechos para que los acariciara. Nuestros cuerpos se sincronizaron y lograron el máximo placer. Besaba su cuello y su cabello, estaba empapado de sudor. Me pedía seguir cada vez más rápido. De nuevo nos corrimos y nos tiramos en el suelo agotados. Abrí los ojos y me recibió mi ordenador vez de los ojos de Elena. Estaba lejos, y no podía hacer nada por conseguirla. Pero al menos mi imaginación había suplido su ausencia. Quizás algún día lograra que mi fantasía se convirtiera en realidad.
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