Soy Karina tengo 32 años, llevo 9 de casada, tengo 3 hijos y una vida que considero gris, monótona, casi casi aburrida. Me casé demasiado joven y enseguida me convertí en lo que era hoy, una mujer sin otra cosa que la fortuna de quienes no renegaría jamás: mis Hijos. Ellos me daban el sentido a mis días y estaba dispuesta a lo que fuera para mantener unida a la familia, aunque eso implicara seguir al lado de Miguel. Era un esposo bueno, trabajador, comprometido con su hogar, pero carecía de algo elemental para Cora: Imaginación. Miguel se conformaba con poco, casi casi con nada.Teníamos una casita pequeña, pero agradable. Los dos trabajabamos así que no pasabamos penurias, pero tampoco nadabamos en plata y yo ya me había acostumbrado a los picnics en días de sol con la familia de mi cuñada, a los partidos de fútbol de los Domingos con el volumen del televisor algo más alto de lo normal y a hacer el amor dos o tres veces por mes, cuando Miguel estaba de ánimo, o no llegaba cansado de su trabajo o no podía contener más su instinto.
No podía ser que a su edad algo tan vital como el sexo fuera a la vez tan mecánico. Me considero pasional al máximo, pero pocas veces había podido demostrárselo a mi marido, cuando estabamos de novios fue todo a las corridas, alejándonos de cualquiera, en lugares poco cómodos, temiendo siempre ser descubiertos, caricias furtivas y escasas horas en hoteles alojamiento, solo para saciar el deseo urgente y ahora en el matrimonio era ocasional, convencional, poco ardiente y la verdad es que yo ya estaba harta de sentirme una muñeca que solo podía abrir las piernas, jadear en señal de aceptación y ser receptora de Miguel y sus urgencias. Nunca senti que estallara dentro de mi la locura del orgasmo, como así tampoco pude liberar mis fantasías y dominar aunque sea una vez la situación. Miguel no me daba espacio, no me daba tiempo, no podía ver más allá de su propia necesidad de cogerme cuando el tenía ánimo y yo, cansada de hablar y pelear ese espacio que jamás me fué cedido, llegué a creer que él no me lo dio jamás sólo porque no le interesaba tener a su lado a una mujer de esas características. En mi rutina salía de mi oficina a las cinco de la tarde y tomaba el subterráneo que me dejaba a dos cuadras de casa. Siempre me sentaba en el mismo lugar, primer asiento al lado de la puerta, lista para poder salir rápidamente cuando me acercara a mi estación. A la hora en que tomaba el subterráneo viajaba casi sola en el vagón y eso me daba tiempo a pensar, a estar en silencio un rato, a sentir cada una de las cosas que soñaba día a día.
Aquel Miércoles habían anunciado un paro general de colectivos en la ciudad con lo cual me armé de paciencia, dejé pasar tres subtes porque venían a pleno y aunque el cuarto no cambiaba demasiado la situación, lo tomé igual, de lo contrario no llegaría a tiempo (bastante tarde se me habia hecho ya). Me olvidé de poder sentarme, mi asiento estaba ocupado así como los demás, así que se quedé parada, tomada de uno de los caños verticales del vagón sosteniéndome sobre todo de la cantidad de gente que entraba y entraba en cada estación, gente que me empujaba para entrar y gente que me empujaba para salir. El viaje normalmente demoraba 20 minutos, pero ese día se me hacía eterno, así que traté de poner la mente en blanco y recordar canciones que me agradaban, para tararearlas mentalmente. En eso estaba cuando sentí una leve presión en la espalda y dándose vuelta lentamente, me encontró con un señor que parecía soldado, a mi espalda, respirándome en la nuca.
Qué podía hacer? Nada!!! Eso era lo peor!! No podía moverme de allí ni tampoco pretender que él lo hiciera, no había resquicio en ese subte , estaba lleno por completo así que traté, en la medida de lo posible, de pegar mi pelvis a la puerta del subte, aferrándome más y más al caño, para poder despegar mi espalda del pecho de aquel tipo. Lo hice una vez y él seguía allí, lo hice dos y él seguía allí, como soldado a mi espalda, respirando cada vez más fuerte, sin alejarse ni medio centímetro. Cada paso que daba para alejarme, lo daba él para acercarse y en contados segundos comprendí que ya no se trataba de una cuestión de espacio, ese tipo estaba decidido a seguir allí, unido a mi cuerpo. Seguí tarareando mentalmente mis canciones, tratando de alejar mis pensamientos de ese señor desconocido que me estaba poniendo muy nerviosa, pero no por miedo… Esa cercanía me estaba excitando demasiado, estaba sintiendo calor y un hormigueo recorria mi cuerpo. Por un instante quería que ese hombre se alejara para que él no se diera cuenta de mi creciente calentura. El aliento del tipo me llegaba directo al cuello y muy despacio comencé a sentir el leve roce de su pelvis contra mis caderas, refregándose sensualmente contra mi, dejándome el también sentir su excitación. Sentí que se mareaba levemente, pero ahora ya no me alejaba de él sino que, por el contrario, había pegado mis nalgas a las caderas que me apoyaban desde atrás y casi imperceptiblemente,las movía al ritmo del tipo. El vaivén del subterráneo disimulaba algo de esa danza en la que los dos habíamos caído.
Yo ya tenía los ojos entrecerrados, las manos blancas por la fuerza que hacía para aferrarme más y más a ese caño y la respiración agitada por la situación y por la calentura que me subía desde las entrañas. Ese hombre no dejaba de moverse contra mi, no dejaba de soplarme en el cuello, de respirarme acompasadamente, de enloquecerme. Ahora ya no quería bajarme y ví con desesperación que faltaban solo dos paradas para que llegara la mia así que presione más y más contra él hasta que sentí una de las manos de aquel hombre que trepaba por mi pierna derecha hasta la cintura y volvía a bajar. Mientras se entretenía con eso, su voz me preguntaba ronca si me gustaba, si me gustaba toda esa situación. Sin que pudiera dominarme,asentí con su cabeza y la mano siguió su ruta, subiendo y bajando, arrastrando la tela de la pollera gris, moldeando la pierna. Estabamos tan apretados que nadie podía ver la escena y el muy turro, sabiendo esto, dejó que su mano se deslizara hacia adelante, de derecha a izquierda, acariciando mi vientre duro e inexplorado desde hacía tiempo, presionando a la altura de la concha, endureciendo un dedo para marcar territorio a esa altura, abriendo la palma de la mano para tomarla por completo. Mi vista se había nublado,mis oídos estaban como tapados, sentía como si estuviera en lo alto de una montaña y la altura me apunara; La boca se me había secado y sentía perlas de sudor poblando mi frente, pero no quería bajarme y las puertas del subte estaban abriéndose en mi estación. Un poco por conciencia y otro poco por presión de los demás pasajeros, en contados instantes me ví sobre el andén, alejándome de aquel extraño que me había calentado tanto en instantes, despidiéndolo con los ojos mientras veía que la oscuridad del túnel se tragaba al vagón y a él. Caminé las pocas cuadras que me separaban de casa totalmente ida, confundida, tratando de respirar hondo para que no se me notara la excitación y pensando que el aire frío me bajaría el rubor de las mejillas. Llegué a casa y me encontré con mis hijos, les preparé la merienda y los dejé un rato solos, tomando su leche para correr presurosa al baño.
No solía masturbarme cuando mis hijos estaban en casa, pero el nivel de calentura que aquel hombre me había dejado requería una rápida solución y no era precisamente esperando a Miguel como esa urgencia se arreglaría.Me meti en el baño, abrí el grifo de la bañera, la llené de agua tibia, me desnudé y me metí de lleno en ella. Dejé que el agua y la espuma cubrieran mi cuerpo por completo y una vez allí, bajé mis manos hasta mi entrepierna. Me encontré con un mar de deseo, con una excitación increible, nunca había creído que diez minutos de caricias tan intensas podían ponerme en ese estado. Dejé que mis manos vagaran por los mismos lugares donde segundos antes me había tocado aquel desconocido, reconocí la zona porque aun conservaba caliente la piel y llegué a mi conchita.Me abrí la conchita y me sorprendí de la dureza de mi clítoris y entendi que ese iba a ser un momento de placer intenso, intensísimo, que estaba lista para cualquier cosa y ese momento, una vez más, debería proporcionármelo yo sola. Mis manos acariciaron alternadamente mis tetas pechos, los pezones los tenía mas duros aún por el agua tibia,mis piernas musculosas y aun durísimas (tengo un muy buen físico a pesar de los tres partos que tuve) estaban semi abiertas, para dar lugar a mis dedos que no tardaron en quedarse exclusivamente en concha. Dejé que la espuma se mezclara con mis flujos, mis dedos no dejaban de acariciar los labios, de pellizcarlos levemente, de estirarlos para estimularlos y de pellizcarme el clítoris entre dos dedos, masajearlo y acariciar con una pequeña y suave esponja su extremo, delicadamente, en círculos. No dejaba de pensar en ese hombre, en la presión de su entrepierna con sus caderas, de su respiración y esa imagen me calentaba más y más, me hacía gemir y arquear el cuerpo, permitiendo que mis dedos me penetraran a fondo, como si de los de él se trataran. En ningún momento pensó en Miguel, ese desconocido ocupaba cada centímetro de su mente. Entró y salió de mi misma varias veces hasta que no pude contener el orgasmo tan deseado que me recorrió completa,me dejó sin aliento, exhausta, cansada, pero aliviada. Permaneci unos instantes más en la bañera, me enjuagué completa, salí envuelta en una toalla, me puse una bata de algodón y me senté al rato con mis hijos para realizar las tareas del colegio. Aun así, la escena del subterráneo seguía en mi turbada mente aun caliente y eso hacía que me excitara al recordarla miles de veces, pero sabía que era en vano: Miguel no acusaría recibo de nada.
Antes de dormirme aquella noche pensé en que deseaba que el día siguiente llegara lo más rápido posible, que el horario laboral volara y pudiera llegar al subte enseguida, anhelaba encontrármelo nuevamente. La jornada laboral se me hizo eterna, los minutos no pasaban más y eso me ponía de cierto mal humor. Llegada la hora de la salida, retoqué el poco maquillaje que llevaba y me encaminé rápidamente a la estación de subte. Esta vez no había huelga de colectivos por ende supusé que viajaría más aliviada, sentada en mi lugar de siempre. Igualmente dejé pasar dos subtes antes de tomar el tercero, confiando en que allí estaría él. Subí y me senté en el lugar habitual, pero no lo ví. Una, dos, tres estaciones,desesperada seguía sin verlo y la decepción aumentaba. El viaje llegó a su fin sin que me encontrara con aquel hombre y el resto del día me resultó fatal, los chicos estaban intolerables y Miguel molesto, indiferente o al menos su desencuentro de aquella tarde hizo que viera las cosas de esa forma.
Al otro día estaba tarareando mis canciones habituales en el subte cuando sentí esa respiración que me había puesto tan nerviosa dos días atrás. Esta vez provenía del asiento trasero al mio… Giré solo un poco la cabeza y lo ví. Estaba sentado atrás mio, inclinado hacia adelante, acercando su boca a mi cuello. Esta vez pude ver sus ojos oscuros, rasgados, su boca que me pareció enorme, su piel morena, su cabello negro y el conjunto me excitó más aún. Tenía un cierto aire animal, salvaje y eso me fascinaba. Volví a mirar hacia el frente y dejé que el continuara con su acoso, con su particular forma de excitarme. Esta vez las manos se deslizaron por el costado del asiento y dejo oir su voz…
– «Te gusta, cierto? Querés más?.» Y me encontré asintiendo con la cabeza, dándome cuenta de que se me había comenzado a secar la boca y humedecer la entrepierna. Las caricias eran intensas, seguía recibiendo su aliento en la nuca, en el cuello, en las orejas y no podía contener mi propia respiración cada vez más agitada.
-Bajemos en la próxima, escuché que me decía. Como si estuviera en trance asentí y la próxima estación me sorprendió abajo, con él atrás, guiándome con una mano sobre mi espalda al rincón más oscuro. Bajó una escalera donde no había más que papeles esparcidos por doquier y alejada de la multitud. Recien allí pude verlo de frente. Era alto, fuerte, musculoso. Sus ojos negros me envolvían y me sentí derretir. Era una locura, pero no deseaba detenerme al contrario, ni siquiera saber que estaba en un lugar público me amilanaba, mi cuerpo me urgía y me entregué a lo que viniera.
Quedé contra una pared que olía a humedad y en lugar de asquearme, me excitaba más. Las manos de aquel hombre me manosearon entera, me recorrieron con fuerza,me apretaron en cada rincón,me hurgaron sin cesar. Aquella boca enorme me sorbía sin control,el cuello,los hombros,mis tetas y las manos que subían y bajaban, violaban esa intimidad que Miguel jamás quiso conocer y que yo siempre soñé con mostrar… Era todo lujuria y me encantaba.
-Te calienta esto, cierto? Decime que si.-
-Si,me enloqueces – llegué a decir en forma entrecortada.-
-Me gustas, me gustas mucho.-
-No dejes de hablarme, decime más.-
Mi otro yo estaba dejando salir a la que siempre fuí, a la que le encanta el sexo pasional, el sexo salvaje, el sexo bruto. Imaginé que aquel hombre me estaba violando y eso me calentaba al máximo,me alentaba a seguir y a excitar más a aquel desconocido.Mis manos empezaron a recorrer ese físico duro y generoso que me aplastaba contra la pared. Le arañe la espalda cubierta por esa camisa de fajina, aspiré el aroma sudoroso que emanaba de él, apretaba las caderas de aquel hombre contra mi pubis y sentía su verga endurecida refregarse contra mi . En menos de dos segundos sintió como saltaban los botones de mi blusa y el aire invadía mis tetas expuestas ante los ojos y la boca masculina, mi pollera se había subido con las manos del hombre que tenía frente a mi y la piel se me estaba calentando con el roce de la yema de los dedos.
-Te quiero coger acá y ahora.Me dijo de pronto-
-Cógeme, lo deseo, lo necesito.Contesté sin pensarlo-
Semi desnuda ya, vestido aun él,me puso de espaldas a su pecho,me sujetó por atrás y comenzó a manosearme las tetas,las encerró entre sus manos, las pellizcó mientras yo subía y bajaba refregándome contra él como una gata en celo, calentándome con el roce de ese bulto cada vez más enorme.Sentía como mis hombros eran mordidos y lamidos por una lengua cálida y húmeda y mientras esa sensación me inundaba, tomé las manos de él para que dejara mis globos y me tocara la concha, hice que él me acariciara por sobre la ropa interior y él consiguió correr un poco la tela para poder meter un dedo y tocar la carne.
-Estas muy caliente, preciosa, me dijo al oido.-
-Si, muy, muy caliente, ayúdame!!!.-
-Qué queres que te haga?. – preguntó mientras seguía rozando la carne tierna y húmeda.-
-Méteme un dedo.-
No se hizo esperar el pedido, un dedo dejó el borde de la ropa interior y con destreza abrió los labios y se metió entre mi carne, buscando, como una culebra, arrastrándose entre tanto flujo, dibujando círculos entre el poco vello que tenía. Ante cada centímetro que ese dedo acariciaba, me sentía que perdía más y más el aliento, que estaba enloqueciendo, que no podía dejar de pedirle cosas. «Más despacio, más lento, más profundo». Y el dedo se multiplicó y fueron dos, que aprisionaron mi clítoris, que lo estiraron y que trataron de penetrarme sin conseguirlo, la posición no era la ideal para ese estímulo, debía moverse. Me dí vuelta y cuando nuevamente lo tuve frente a mi, lo arrastré hacia el piso. Me acomodé en la escalera, tres escalones más arriba que él, subí más mi pollera y quedé con las piernas bien abiertas frente a ese macho.
-Ahora si, chúpame la argolla!!!.-
La gloria me llegó a poco cuando esa boca se enterró en mi concha, atrás quedó la ropa interior,mis tetas al aire totalmente, mis propias manos se encargaban de ellas, de mis pezones, de apretarlos y juntarlos para poder llegar con mi boca a chupàrlos mientras ese salvaje se encargaba de mi concha.
-Chúpame, chúpame… Más… Más!!!.-
La lengua de él no me dejaba en paz, me recorrió toda,me chupo sin cesar, sentí como cada rincón de los labios de mi concha eran llenados de saliva, como la punta de esa lengua recorría los bordes de mi agujero delantero y calmaba los temblores, como los dedos masculinos ahora si estaban en la posición adecuada para penetrame. Primero uno, entró y salió con total facilidad porque estaba tan mojada que no era necesario más lubricación que esa. Después dos, primero de costado y una vez adentro, de frente, entrando y saliendo, haciéndome sentir su fuerza ante cada entrada y salida. Más tarde tres y ya los gemidos no dejaban de salir de mi boca.
-Estas muy mojada!!! Me encanta tu olor!!!.-
-Dame más lengua, chupame toda!!!!!!!!!!!.-
Y las dos cosas, sus dedos y su lengua, se encargaban de mi calentura. Su lengua no paraba de morderme el clitoris y sus dedos me cogían como nunca nadie hizo y yo siempre esperé. Ni siquiera el borde de los escalones podían incomodarme, nada hacía que mi atención se desviara del placer que esa boca me estaba dando y del que estaba segura, seguiría obteniendo. Cada vez que esos dedos salían de mi concha arrastraban flujo que él mismo saboreaba, que colocaba dentro de mi boca para que yo la lamiera también,dedos que también cogían su paladar, acariciaba su lengua y recorrían sus labios, mojándola y dejándole su propio sabor. Después de enloquecerme, pero sin permitirme acabar, se paró frente a mí, me sentó en los escalones con las piernas abiertas y colocó mi boca sobre sus pantalones. Dejé que mis mejillas acariciaran la entrepierna de él y lo sorprendí mordiéndolo despacito entre el cierre y la tela de los pantalones. Cuando la urgencia de él no pudo más, sus manos dejaron al descubierto ese choto que me enloqueció en cuanto lo ví. Era moreno como él, lucía terso, suave y brillante y esa tersura y esa suavidad se confirmaron cuando lo agarré con mis manos. Su cabeza quedé algo agachada y mientras yo comenzaba a besar su pija, las manos de él se escurrieron para poder acariciarme los pechos en forma sincronizada con mi boca.
-Te gusta mi pija, verdad?.-
-Me encanta,papito es hermosa y muy grande!!!.-
-Demuéstramelo, metetela toda en la boca!!.-
Era hora que soltara toda mi pasión, así que me encargué de ese pija como siempre soñé hacer con una.Mis labios acariciaron la punta, dejé que la tibieza de esa punta se transmitiera a toda mi boca, lamí su extensión, noté que cada vez crecía más y me encantó. Me la metí toda en la boca mientras sentía como las manos de él acariciaban mis tetas y me alentaban a seguir.
-Chúpamela, me gusta, me gusta!!.-
Me la quería comer, la sensación de poder que me daba ese pene entero dentro de la boca era maravillosa. La metía y la sacaba una y otra vez, acariciaba con ella mis mejillas, la sacudía frente a mis ojos, sentía que era su dueña y los gemidos del desconocido me calentaban, mas y mas. El sonido de sus labios sorbiéndome me mareaban, el olor que subía de su propio sexo era embriagador y eso hacía que aumentara la velocidad de succión, que dejara vagar mi lengua por sus testículos. Tomaba alternadamente uno a uno y los escondía entre mis labios, dejaba que se arrastraran por esa piel que allí era más suave, más delicada y los soltaba despacio, mientras mis dedos seguían acariciando la piel de esa verga que había adquirido dimensiones soñadas.
– Siiiiii, así!!! Hummmmm, me encanta, no pares!!!.-
Dejé que esa pija también me cogiera la boca, que la llenara, que la alimentara con la leche que salió de una sola vez y lamí la espesura de su leche. Era el sabor que mi boca anhelaba y un desconocido me lo estaba regalando, Miguel hacía años que no le permitía esa experiencia y ahora la estaba disfrutando como loca…Me se sentía la más puta de las mujeres, pero ese pensamiento solo me calentaba más y más. Cuando él se había hechado su primer polvo,separé mi boca de él y levantando la mirada entendí que ahora si me tocaría a mí gozar con ese pija dura dentro de mi cuerpo.Aquel hombre, del que sabía su sabor, pero no su nombre, me recostó en el escalón y abriéndome completamente, separándome las piernas al máximo, acercó su pija a la entrada de mi concha y enloqueció mi agujero con su punta, dejé que lo recorriera en círculos, acaricio mi clítoris una y otra vez y cuando ya estaba casi inconciente de placer, dejó que mis manos tomaran el pene y de un solo empujón lo enterrara en su interior. Cada empujón de él era un nuevo movimiento que clavaba el borde del escalón en mi espalda ,pero ya nada importaba, excepto la sensación de plenitud que la invadía con ese miembro dentro.El paraiso estaba dentro mio.
-Cógeme, no dejes de hacerlo guacho!!! – suplicaba entre gemidos.-
-Movete… así, así!!! Abrite para mí,mamita!!!.-
Yo elevaba las piernas, las abría hasta que las dos quedaran casi en la misma línea a la altura de su vientre, formando una sola recta y facilitándole a él la penetración. Dejaba que las manos del hombre marcaran la abertura, que las subiera a sus hombros para que su choto entrara más y más. Ambas caderas chocaban ante cada empujón, los olores se mezclaban y los gemidos escapaban de nuestras bocas, llenando el aire, retumbando en esa especie de cueva en la que estabamos escondidos, calmando nuestro deseo.
-Me encanta sentir tu pija adentro, tan grande!!!.-
-Sos tan estrecha!!!.-
Y los músculos de mi vagina se contraían para que el placer fuera más intenso y el choto de ese hombre respondía sujetándose más dentro de mí, mientras la cara de goce de él se hacía más intensa.
-Siiiiii, eso… Así… Hummmmmmmmmmmm… Es la locura!! movete,cabalgame puta.!.-
La voz de él me alentaba,me calentaba,me excitaba y yo no quería parar, me dolía todo el cuerpo, pero quería más y más. Cuando sacó su pija de dentro mio y yo aun seguía dispuesta a gozar, creyó que se hundía en un agujero, pero él solo se limitó a quitarlo de mi concha para poder tomarlo con una mano y con su punta, rozarle en círculos mi agujerito trasero , cortándome la respiración por el goce y la sorpresa. Cómo había adivinado sus fantasías? Cómo sabía él que ella anhelaba ser penetrada por el culo? Cómo respondería a su deseo?. Bordeó la zona rozándola, mojando su pene con su flujo y arrastrándolo hacia su orto, dejando que la punta de su pene le marcara la ruta de un deseo añejo y dejando una estela de fuego allí.Yo ya sentía como se dilataba cada poro de mi cuerpo deseando cobijar cada centímetro de ese trozo de carne , quería que ese salvaje me cogiera todo el día, en cada orificio que tuviera, quería estallar por completo. El volvió a mi concha, volvió a penetrarme y así, con su miembro dentro de mio, me elevó, me pegó a su torso, mis tetas aplastados contra el propio, mis manos de cerradas sobre su cuello, las piernas de ella atrapando su cintura y así pegados y con ese pedazo enorme enterrado dentro mio caminamos unos pasos hasta que él me depositó en el suelo más frío y más húmedo de aquel escondite.
-Decime que es lo que más deseas, ahora!!!!!.-
-Por atrás, dámelo por atrás, por el culo papito!!!.-
-Siiiiiiiiiiii, ya, ya!!!.-
Y sin más, me dio vuelta y me colocó en cuatro y deslizó otra vez el pene por el borde, ahora bien ubicada, ahora en posición ideal. Acarició mis glúteos desde atrás y se fascinó con la dureza del cuerpo femenino, cegado por la idea de poseerlo como sea, el tiempo que fuera hasta que aquella yo quedara más que satisfecha. Una de sus manos recogió cuanto flujo pudo de mi hermosa vagina que solo se balanceaba de atrás hacia adelante, esperando el momento de ser penetrada y con ese mismo flujo mojó uno de sus dedos, lubricó el agujero de mi orto y lo introdujo lentamente. Dí un respingo de sorpresa, no estaba acostumbrada a sentir nada allí,nunca me habian hecho la cola hasta ese momento, pero ordenó a su cerebro obtener placer, calmarse y disfrutar de aquello. El dedo firme del macho me penetró, se movió dentro mio unos instantes y luego se quedó quieto, dándole tiempo a mi cuerpo a sentirlo, a adaptarme para que sus músculos se acostumbraran. Lo sacó más mojado de lo que lo metió y al ver como mis nalgas se elevaron más, comprendió que yo estaba lista para ese paso glorioso. Acercó su pene a mi culo, apoyó su punta allí, bordeó la zona, bajó su punta a mi concha, la humedeció y ante mi suplica,lo metió en dos tiempos dentro de mi culo. Cuando lo sentí por completo allí dentro, lanze un grito sordo de dolor que duró solo instantes porque enseguida se transformó en sonidos guturales de placer, mis caderas se movían hacia adelante y hacia atrás, con la sola ides de soldarse a la pelvis de ese hombre, queriendo retener esa deliciosa verga dentro mio, permitiéndole a él tomarme las caderas con una de sus manos para marcarme el ritmo, porque yo ya estaba desenfrenada,loca.
– Quiero más, dame más adentro,toda, toda entera mi amor,no dejes nada afuera!!!!.-
– Esta entero!!! Te gusta, eh????.-
– Siiiiiiii, siiiiiiiiiii, más fuerte, más adentro!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!.- No podía parar de hablarle, quería su voz en los oídos.-
– Háblame, háblame, no dejes de hacerlo!!!.- Aquel hombre se reclinó sobre mi espalda , acercó su boca a los oídos femeninos y mientras que sus manos me tomaban los pechos por abajo, su voz ronca la estimulaba.-
– Te gusta sentir mi pija adentro, verdad?.-
-Hummmmmmm, siii…me enloquece!!!.-
-Me gusta como coges, nena!!.-
Esas manos me sobaban los pechos, me pellizcaban los pezones y yo me excitaba hasta el delirio con el peso de ese cuerpo sobre mis espaldas y con ese choto enorme que no dejaba de entrar y salir de mi culo, friccionando mi piel, haciéndome sentir caliente como cuando veía a los perros de su barrio, liberando su instinto animal.
– Sentis que dura la tengo? Cómo me muevo??.-
– Hummmmm, si!!.-
Y mientras él me hablaba, yo daba vuelta mi cabeza levemente para buscar esa boca que me excitaba y poder besarla, dejar que ambas lenguas pelearan libres.Yo hubiera deseado poder acariciar mi clítoris, sentía que lo tenía hinchado y húmedo y que necesitaba un dedo que lo calmara.
– Tócame, tócame la concha!!!.- Le pidió sin disimulo.
El abandono la presión sobre mi espalda , colocó una mano sobre mis glúteos y con la otra se dedicó a sobarme el clítoris, a estirármelo, a meterme el dedo por adelante, a complacer cada pedido de aquella hembra que lo estaba haciendo gozar cada instante que pasaba.
– Más, más, másssssssss!!.- Era el mi único pedido.
– Me tenés entero adentro!!! Seguí, movete!!!.-
Yo no se cuanto estuve así, en cuatro patas, moviendo mis caderas hacia adelante y hacia atrás, había perdido toda noción del tiempo, solo reconocía cada sensación de placer que ese desconocido me estaba dando, solo quería reconocer la llegada del orgasmo que sabía iba a tener de un momento a otro. Cuando ninguno de los dos tenía más aire para continuar, cuando ninguno de los dos podía aguantar , yo le pedí que volviera con su pija adelante, que quería acabar con el dentro de mi concha. Así, sin resguardo, sin nada debajo del cuerpo de ella, me recostó sobre su espalda y volvió a cogerme por adelante, dándome lo que pedía, dejando derramar su leche dentro de mi vagina que sabía como retenerlo y hacerlo gozar encerrándolo entre sus paredes. Arqueé mi cuerpo cuando sentí el estallido del macho, cuando senti que la leche se derramaba dentro de mi, ese fue el instante mágico en el que me permití explotar y alcanzar tal vez, mi primer orgasmo como había soñado en años.
Quedé tendida en el piso, saboreando cada sensación de mi piel, cada dedo masculino que había resbalado por mi instantes antes y solo alcanze a escuchar que la misma voz que venía torturándola de deseo desde hacía dos días, le avisaba que se verían en el mismo subterráneo al día siguiente.
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