La historia que les voy a contar es totalmente verídica. Mi nombre es Ariel y en ese momento yo tenia 22 años con bastante experiencia en cuanto a lo que es el sexo. Unos días atrás mi madre había «echado» por decirlo así a la señora que hacia la limpieza y había contratado una nueva. Yo no sabia de quien se trataba ni que edad tenia la nueva domestica. Luego me entero que su nombre era Julia y que tenia 18 años. Un Lunes tocan el timbre de mi casa a eso de las 12:00 del mediodía, yo no me acordaba que este día a esta hora iba a venir ella. Al abrir la puerta para ver quien era veo a una hermosa chica con un cuerpo de infarto y bien moldeado, con una hermosa figura ya que llevaba puesto una remera semi ajustada en donde se podían ver unas tetas de un tamaño mas que suficiente y una calza azul oscuro que hacían al cuerpo verse perfecto. En eso me dice que era la domestica que había contratado mi madre. Yo la hago pasar, ella entra y saluda a mis hermanos que son menores a mí y empieza a hablar con mi madre para ver que es lo que tiene que limpiar y todo eso. Esta chica estaba muy buena y yo ya me la quería tirar en cualquier momento, pero tenia que encontrar el momento adecuado. Un día mis hermanos no se encontraban en casa ya que uno se había ido a lo de un amigo, el otro estaba en la escuela y mis padres se habían ido al supermercado. Estando yo solo en mi casa veo a la domestica subiendo por la escalera hacia mi habitación para limpiarlo. Yo me apresuro disimuladamente al pie de la escalera y miro hacia arriba su hermoso culo perfecto (ya que usaba calzas bien ajustadas) subiendo por la misma. Estando ella arriba en mi habitación, yo me quedo un rato pensando en tirármela, pero no sabia como iría a reaccionar. Estaba re caliente y decido subir como para buscar algo. Ella ya había hecho mi cama, limpiado el piso, ordenado mis cosas. En ese momento se encontraba en el pequeño baño que tengo en un rincón de mi habitación limpiando el inodoro un poco agachada mostrándome su lindo trasero (ella no se había dado cuenta de mi presencia). En eso no aguanto la situación y saco mi verga al aire y me pajeo un poco para que tome forma. Me acerco despacio y me coloco detrás de ella, la tomo fuertemente del cuello desde atrás, ella se asusta y me dice un poco gritando que que estaba haciendo, yo le digo al oído: «Te voy a romper el culo en este mismo instante». Ella trata desesperadamente zafarse de mi mano que la poseía en el cuello diciéndome que por favor no lo haga ya que era virgen del culo, eso me excitó mas y tomándola de la cabeza por detrás y bajándola contra el lavamanos presionándola contra este ella se inclina mas mostrándome su culo que se encuentra ajustado con su famosa calza azul que siempre traía la mayoría de los días. Para entrar en calor le empiezo a manosear su culo todavía con la calza puesta, meto uno de mis dedos entre sus piernas tocándole su concha que se encontraba calentita y me pajeo sobre su culo un rato. Ella semi llorando me repite otra vez que no la cogiera. Yo decidido le bajo la calza lentamente con una mano hasta las rodillas mientras la otra toma del pelo su cabeza tirándola hacia abajo (en el lavamanos). Arranco sus bragas blancas con la mano con rudeza diciéndole: «Este hermoso culo será desvirgado por mí, maldita puta». Mi verga se encuentra al tope, la tomo con una mano, empiezo a recorrer su culo y su concha con mi glande y de una emboscada forzada le penetro el culo de una sola vez. Sus gritos de dolor y placer se escuchan en toda la casa y no sé si afuera también. Saco y entro mi verga rápidamente bombeándola a mil, mientras ella gime pero ahora es de placer. Le digo al oído: «Maldita perra, esto es lo que te mereces por traer esa calza de lycra a mi casa, mostrándome tu culo y provocando». Luego de tantas embestidas en su esfínter anal ella grita: «Aaaaaaahhhhhhh», y yo largo un tremendo chorro de semen caliente que inunda el interior de su culo. La tomo de su pelo negro largo fuertemente, la saco del baño y rápidamente la inclino sobre el escritorio mientras una mano se encuentra por debajo de su remera amasándole y tocándole sus tetas. Le abro las nalgas con mi rodilla derecha, ella sede un poco (la otra mano esta ocupada tomándole el pelo) y de a poco le voy metiendo mi verga en su concha húmeda y mojada por sus jugos vaginales. Entro y saco mi verga salvajemente en su interior mientras ella gime de placer gritando: «Aaaaaahhh, siiiiii, dame maaaas». Me inclino sobre su espalda para sentir mas su piel con la mía penetrándola esta vez lentamente. Ella dice que quiere saborear mi verga. Inmediatamente la saco de su concha, la volteo, tomándola del pelo, la agacho enfrente de mi verga y se la mando en el interior de su boca, mamándomela y sacándome hasta la ultima gota de semen que había llenado yo en su interior bucal. Al final ella cayo tendida en el suelo junto conmigo agotados de tanto sexo. Pasaron unos treinta minutos mas o menos cuando note a ella levantarse del piso y ver subirse la calza (sin bragas ya que yo las había roto arrancándoselas). Me levanto al instante y con ganas de mas sexo la empujo hacia el piso cayendo ella en cuatro patas. Le digo que todavía no había terminado con ella y le tomo las dos manos, se las junto y con una media las ato en una de las patas de la cama (ella queda tipo Madonna en «El cuerpo del delito»). La tomo de la cintura con mis dos manos y la empujo hacia arriba levantando su culo, luego le abro las piernas, le rompo al nivel de su ano la costura de su calza y la penetro primero con la cabeza de mi verga y luego de una embestida su totalidad. Un grito semi ahogado sale del interior de su boca diciéndome que me detuviera, que era demasiado para su trasero. Le sigo embistiendo el culo hasta que me corro dentro del mismo dejándole la totalidad de mi semen. Luego de esto la desato de la pata de la cama y ella con cara de agobio y poco enojada me dice: «Que me has hecho, maldito». Yo le dije que no contara lo sucedido, por que sino iba a pagarlo y la haría echar. Y además que iba a contar si le gusto mucho. Ya terminada la platica me dijo que era la hora de irse y que no podía irse ya que yo le había abierto la costura de su calza. Entonces le di una calza negra que estaba para lavar de mi madre. Ella se la puso, le dije que me la trajera al día siguiente y palmeando con mi mano uno de sus glúteos la despedí hasta el día siguiente. Ella se rió por la palmada.
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