Mis padres no iban mucho por la finca así que decidí pasar allí la mayor parte del verano, recuperando las asignaturas del último año de carrera. Se encontraba a varios kilómetros del pueblo y tenía un bonito cortijo de estilo andaluz, y una casa separada 50m, donde residían los guardeses de la finca.
Hacía varios años que no pasaba tanto tiempo en la finca, dado que prefería disfrutar del verano en la playa con los amigos, pero como tenía que terminar de una vez la carrera, me propuse aislarme del mundo por unas semanas. Cuando paso mucho tiempo estudiando, la líbido se me dispara. Comienzo a sentir deseos sexuales que se transforman en fantasías, rápidamente, por lo que durante las horas de la siesta, vagaba por el caserón empalmado y pensando en tías en pelotas y dando rienda suelta a mis fantasías. Una de esas tardes apareció Silvi.
Era la hija de los guardeses. Una niñita morena, carita de viciosa y un cuerpo donde destacaban dos tremendas tetas y unas caderas de ensueño. Resulta que la nena también estaba estudiando, y como en su casa no le dejaban en paz el normal ajetreo de una familia, quería saber si me molestaría compartir la sala, dejándola estudiar a esa hora, ya que además el lugar era más fresco. Silvi me miraba con una cara de nena inocente, al mismo tiempo que sobre su delgada camiseta blanca empezaban a delatarla dos magníficas puntas sobre sus impresionantes senos.
-Bien Silvi, puedes venirte cuando quieras, solo te pido que te comprometas a estudiar en silencio, y no hacer ruido.
-De acuerdo Don Paco, no se preocupe.
Al día siguiente, parecía que se habían desatado todos los infiernos, pues desde las primeras horas del mediodía comenzó un bochorno tan intenso que hasta las chicharras permanecían en silencio. Para estar más cómodo, solamente llevaba puesto un delgado pantalón de deporte, que ni siquiera tenía braguero, encontrándome completamente empapado en sudor y refrescándome con un bote de limpiacristales que había llenado con agua fría, y de vez en cuando esparcía sobre mi torso desnudo. Estaba tumbado en un sofá, en el salón grande de la casa, donde los pocos muebles y los altos techos parecían aliviar la atmósfera, cuando apareció la nena.
Silvi parecía salida de un horno, estaba totalmente sofocada, al haber recorrido bajo el severo sol el camino que separaba el cortijo de su casa. Llevaba puesta una camiseta de tirantas blancas, muy fina y unos pantaloncitos ajustados de algodón fino, también blancos, y ambos los traía empapados, no dejando a la imaginación nada de lo que había debajo. La visión de sus pechos trasparentándose bajo la camiseta me provocó una erección inmediata, la cual se colmó, cuando al acercarse, me fijé que entre los muslos se le marcaba la raja de su pubis, completamente empapado. Le dije que se sentara, y que le daría algo de beber lo cual agradeció. Al regresar de la cocina me la encontré tumbada sobre el sofá rociándose con el bote de agua. A Silvi se le habían pegado las tetas a la camiseta completamente mojada, dejando ver dos pedazos de pezones completamente erectos. Al darse cuenta de mi mirada, me respondió un poco avergonzada:
– Huy Don Paco, espero que no le moleste que utilice su refrescante método.
– No Silvi, puedes echarte todo el agua que quieras.
Dicho esto, y un poco seria, me dijo que enseguida se pondría a estudiar, y que no me preocupase que no me molestaría más. Se sentó en una de las altas sillas de la mesa grande, en el extremo más alejado de la misma, frente a mí. Al poco rato volvió a levantarse y situándose en un extremo de la sala, volvió a rociarse con agua, por lo que su delgada camiseta estaba otra vez empapada. En esta ocasión pude ver a Silvi, que de una forma natural se levantaba un poco la goma de su pantaloncito y se rociaba sobre su estomago desnudo, colocando después su mano libre y bajándola hasta su pubis.
– Silvi, qué haces?- Dije levantándome de la silla, completamente empalmado.
– Huy Don Paco, es que tengo tanto calor, que necesito mojarme todo el cuerpo.
Al mismo tiempo, su mano salió de debajo de su pantaloncito, el cual completamente mojado y pegado sobre su monte de venus, marcaba una protuberancia muy pronunciada, completamente lisa y sin ningún pelito.
-Mire, se me pega todo el pantaloncito.
Diciendo esto se subió con las dos manos el pantaloncito, ciñéndoselo aún más, el cual marcaba totalmente su coño virgen y depilado, que apuntaba hacia delante desafiante. Mi erección era totalmente visible, y con mi miembro erecto me acerqué hasta donde estaba ella.
-Mójate más Silvi, estarás más fresca.
Diciendo esto se roció con agua por todo el cuerpo, sobándose al mismo tiempo su vientre y sus pechos.
-Don Paco, por qué cuanto más me mojo más calor tengo??.
Me miraba con cara inocente, mientras toda su calentura se le salía de la camiseta, con aquel par de tremendas tetas, completamente empapadas, mirándome a la cara.
-Siento calor aquí, Don Paco.
Decía mientras con una mano se levantaba el pantaloncito y se acariciaba la zona del pubis.
-Quítatelo, Silvi – Dije sin darme cuenta -Estarás más fresca.
De esta forma y después de inclinarse se bajó los pantaloncitos, quedando ante mí con la camiseta empapada y el pubis desnudo y sin ningún pelo.
– Mi papá me deja andar así por casa cuando hace calor por las noches. No pasa nada, verdad?
– No Silvi, no es malo. ¿Qué te dice tu papá?
– Que soy muy guapa, y que no debo taparme delante suya. Y me hace caricias así… Mire.
Al mismo tiempo, con toda su mano se manoseaba el coño, el cual completamente húmedo, acogía las resbaladizas caricias abriéndose completamente y mostrando la suave entrada en todo su esplendor. Silvi se acariciaba de pié ante mí con toda naturalidad, dejándose ir por un placer que la dominaba. Su mano se apretaba contra su sexo, mientras que sus tetas se movían bajo la camiseta, con los pezones completamente erectos. La visión superaba todas mis fantasías, y no pudiendo aguantar más, me dejé atrapar por la inocencia de la niña, y con su misma naturalidad me bajé los shorts, dejando que mi polla, saludara empalmada a mi pequeña amiga. Silvi salió un momento de su estado, y se quedó mirando mi miembro, al tiempo que se acercaba. Su culito salía más abajo de su corta camiseta, que se elevaba con la turgencia de sus grandes senos, y su pubis abierto parecía empujar todo el cuerpo de Silvi hacia delante. Yo me había recostado sobre el cercano sofá, y me acariciaba suavemente mi polla tiesa, completamente desnudo. Silvi se colocó delante de mí, acariciándose su mojada raja, completamente abierta, mientras que con la otra mano se pellizcaba un pezón sobre la camiseta.
– Que grande tiene la colita, Don Paco!!
– ¿Qué otra colita habéis visto, Silvi?
– Mi hermano y mi papá no la tienen tan grande.
La tocó con su mano, al tiempo que se subía sobre mi estómago, descansado su mojado y suave coño sobre mi piel, quemándome con su calentura.
-Uhmm, me encanta sobarme sobre tu estómago…
Mientras se movía sobre mi piel dejándolo todo empapado por sus jugos, que vertía de forma natural. Se dejó caer hasta tener toda mi polla sobre su raja, apoyándose en ella y como una perra en celo empezó a pasear su chorreante coñito sobre la punta de mi polla, calentándola hasta límites insospechados. Sentía todos sus pliegues resbalar por la punta de mi glande, que se hinchaba cada vez más, mientras la cara de Silvi, con los ojos cerrados dejaba adivinar que más de un orgasmo se había repetido durante la tarde. La visión del desnudo pubis de Silvi, los pechos bajo la mojada camiseta, todo ello sobre mi polla, no pudo sujetarme más y descargué chorros de semen sobre la raja de Silvi. Esta, se empezó a restregar el líquido blanco entre los labios de su coñito, inundándolo todo con los caldos de un tremendo orgasmo, los cuales caían goteando sobre mí estomago. Silvi, se quedó dormida sobre mi pecho, y así pasamos el resto de la tarde.
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