Mi nombre es Marcelo, tengo 36 años y desde hace aproximadamente un año comencé a tomar clases de gimnasia con una profesora particular, a quien conozco desde la infancia. Su nombre es Alejandra, tiene 32 años, rubia, su cabello es largo hasta la cintura, mide aprox. 1.65cm, un rostro muy bello y unos labios muy sensuales, y si bien no es exhuberante tiene unas hermosas tetas que cualquiera quisiera besar y sobar durante buen tiempo, un lindo culito paradito y unas piernas bien torneadas, producto de la gimnasia, en una palabra muy apetecible. Con Ale nos conocemos desde que ella tenía 12 años, y es muy amiga de mi hermano, quien fue el que me propuso que tomara clases de gimnasia con ella.
En aquel momento eramos un grupo de alrededor de 6 personas, por lo que las clases eran eso: Clases de gimnasia, divertidas, pero solo eso. Con el correr de los meses por un motivo u otro, uno a uno fueron dejando de concurrir a las clases, a tal punto que solo quedé yo como único alumno. Yo no pensaba dejar por ningún motivo mi gimnasia ya que mi tendencia a engordar necesita algún esfuerzo extra para conservarme medianamente en forma. Siempre tuvimos mucha confianza con Alejandra, lo cual permite que toquemos jocosamente cualquier tema, eso no quita que la presencia de una mujer atractiva no despierte en mi fantasias que en más de una oportunidad ella debe haber notado, pues entre abdominales y lagartijas siempre aparecía alguna erección mía, producto del roce de nuestros cuerpos, de la transpiración de los mismos, ademas verla con la ropa pegada a sus pechos debido a la transpiración realmente me pone muy caliente, pero ella siempre lo tomaba muy bien, incluso reíamos sobre el tema.
Pero todo cambió una noche que, debido a la lluvia me propuso realizar la clase en la cochera de su edificio, a lo cual acepté sin problemas. Esa noche yo venía muy cachondo de mi trabajo quien sabe porque, y verla con esa remera de algodón y esas calzas de lycra todo bien pegado a su cuerpo me excitó al instante y el músculo de mi entrepierna trabajó toda a la clase a la par de mis abdominales y brazos. El calor allí reinante, en parte por el clima húmedo, en parte por el calor de nuestros cuerpos me puso cada minuto más y más caliente, y por lo que podía ver a ella también ya que estaba un tanto tensa y nerviosa, entonces pensé: Hoy creo que la clase se va a prolongar un poco más de lo habitual.
Una vez que terminamos, obviamente ambos empapados de sudor, me invitó a tomar algo fresco a su departamento y yo acepté con mucho agrado. Nos pusimos a conversar y a beber algo en su cocina y mientras lo hacíamos me resultaba imposible sacar los ojos de sus tetas, ver esos pezones duros me tenían loco y ella se percató, por lo que empezó a provocarme un poco con sus movimientos. La conversación derivó en lo sola que se sentía ya que su marido compartía muy poco tiempo con ella (su marido trabaja en publicidad y pasa más horas en su oficina que en su casa), a lo que le respondí que como podía sentirse sola siendo tan bonita y sensual. Alejandra sonrió y contestó:
– Sé que eso que decís es sincero ya que te ví como me mirabas las tetas -.
– Es que son irresistibles Ale – le dije – Es más, te las besaría tanto y tan bien que olvidarías por un buen rato que estas casada -.
Tras lo cual nos fundimos en un apasionado beso, nuestras lenguas se enredaron por varios minutos, mientras mis manos comenzaron a acariciar esos bellos pechos necesitados de pasión, pellizcaba sus pezones, cosa que la enloquecía. Luego le saqué la remera y empecé a besar las tetas primero con mucha dulzura y luego cada vez con mayor fuerza, mordisqueándole los pezones, cosa que la ponía muy caliente, ya que gemía cada vez con más intensidad. Para ese entonces mi pene estaba a punto de reventar mi pantaloncito de gimnasia, cosa que Ale notó, empezó a acariciarme primero por encima del pantalón, luego me lo desabrochó, lo bajó, me pidió que me sentara en una silla, se arrodilló y me hizó una mamada impresionante, acariciando mi glande alternadamente con su lengua y arañándome con sus dientes, mi pija explotó y me corrí en su boca y Ale se bebió toda mi leche sin derramar una gota. Después le saqué la calza y la bombacha y tras colocar un trapo, la senté sobre la mesada de la cocina y empecé a comerme su coñito, mientras recorría con mi lengua su clítoris introduje un dedo dentro de su concha, tras lo cual, entre gemidos y grititos de placer se corrió inundando mi boca con el dulce sabor de sus fluidos vaginales, sin detenerme seguí con mi tarea bucal y caricias, tras lo cual comencé a meter un segundo dedo, luego otro, y en eso sonó su celular. Era su marido que llamaba desde su oficina diciendo que tenía un par de horas más a lo que Ale le respondió con la respiración totalmente agitada que ella aún estaba dándome la clase de gimnasia. Mientras yo ya tenía introducidos todos mis dedos dentro de su concha y haciendo un entra y sale hacía chocar mis nudillos contra sus labios vaginales. En eso cortó abruptamente su celular y se corrió salvajemente gimiendo y gritando volviendo a inundar mi boca con sus flujos y apretando con sus piernas mi cabeza, entonces le pregunté:
– Por qué cortaste? -.
– Ya me corría y no quería que Fabián se diera cuenta de que mi agitación no era justamente por trotar -.
De ahí nos fuimos a su dormitorio, Ale se colocó en cuatro patas y la penetré vaginalmente mientras acariciaba sus tetas y miraba toda la escena por un espejo que tiene contra la pared lo cual me calentaba aún más. Ahí fue cuando sentí como mi leche inundaba todo su interior (tuve una de las corridas más abundantes que recuerde en mi vida) y sus gritos me dijeron que ella también se estaba corriendo. Totalmente exhaustos por toda la «gimnasia» nos recostamos en la cama y nuestras lenguas volvieron a enroscarse por varios minutos con besos muy dulces y apasionados, hasta que nuestros cuerpos empezaron a levantar temperatura nuevamente, tras lo que Alejandra se introdujo mi pene de nuevo en su boca y como una experta me hizo otra mamada infernal, cuando estaba por correrme una vez más, le pedí que se colocara en cuatro patas y mientras acariciaba su clitoris con un dedo y su ano con otro, le pregunté si alguna vez habia sido penetrada por la cola; Me dijo «No, pero no veo la hora de que lo hagas, quiero que me encules ya». Esa contestación me puso a mil y sin hacerme esperar con mi lengua empecé a besar ese culito mientras con mis dedos lo penetraba lentamente dilatándolo para poder recibir su desvirgación. Cuando pensé que estaba a punto apoyé la cabeza de mi pene y empecé a introducirlo, primero la cabeza de mi pene y luego en su totalidad. Me detuve unos segundos para que su virgen conducto se adaptara al tamaño de mi miembro y después empecé a meterlo y sacarlo, todo muy despacio mientras mis dedos se perdían dentro de la concha de mi ardiente profesora. Los gritos de Ale, mezcla de dolor y placer, no se hicieron esperar:
– Asiiiiiií, potro… Me encanta como me coges… Quiero toda tu leche en mi culo… -.
Todo esto me puso loquísimo y me corrí en su culo, a lo que me dijo:
– Me encanta sentir tu leche dentro de mi culo, no entiendo porque esperé tanto para traerte a mi cama… -.
Nos fuimos a duchar y oh! sorpresa, su bañera tiene hidromasaje. Nos enjabonamos uno a otro y dejamos llenar la bañera, luego nos metimos en ella y encendimos el hidro, nos besamos y acariciamos y le dije:
– Tengo muchas ganas de hacertelo acá en el hidro, pero hoy ya no me quedan más fuerzas, pero la próxima vez no lo vamos a desaprovechar -.
A partir de esa noche, luego de terminar nuestra rutina de gimnasia (2 veces por semana), nos entregamos un rato al placer, y nos regalamos un orgasmo cada uno, salvo los días de lluvia o cuando tenemos aviso de que su marido estará hasta tarde en la oficina, esos días los dedicamos exclusivamente a gozar. Otra vez les contaré cuando lo hacemos junto con su amiga Paola, que tambien es profe de gimnasia, pero eso será en otra oportunidad.
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