Cuando llegué es mañana a la oficina la secretaria me dijo que el presidente de la mutual me quería verme de urgencia. Concurrí de inmediato ya que sabía que era un tipo de pocas pulgas y no quería tener ninguna sorpresa. Es un hombre elegante, atractivo, con un buen lomo, fruto de su concurrencia diaria al gimnasio y es difícil que una mujer que lo conozca no se haga los ratones con tener algún affaire con él, sobre todo conociéndole la fama de Don Juan que le atribuyen. Pero está casado y justo con la hija del dueño de la empresa y a raíz de ello era que ocupa ese cargo en la mutual.
Yo sabía por algunos comentarios que me habían llegado que el «presi» siempre me había elogiado como mujer, aparte de reconocer mis virtudes laboras y que, como me dijo un amigo un día estaba caliente conmigo pero nunca se había insinuado para nada.
Yo también soy casada pero mi esposo hace tiempo que no me da mucha bolilla que digamos. Hacemos el amor de vez en cuando y a las disparadas. Apenas me la mete acaba y cuando no está cansado y se pone a leer se duerme apenas pone la cabeza sobre la almohada. No me da lugar a tener sexo como a mí me gusta y eso me tiene mal, me pone muy nerviosa y ando de mal humor. No quiero que se note mucho en la oficina porque no me gustaría que me dijeran «malco» como le dicen descaradamente a la gerente general, ya que me considero una mujer atractiva para cualquier hombre y no una vieja avinagrada como ella.
Sabía que el presidente tenía una predilección que siempre que podía la llevaba a cabo. Le gustaba que se la chuparan. De ello me enteré accidentalmente una vez que pesqué la conversación de su secretaria con una de las abogadas. Según comentaban las mujeres, cuando él te llamaba con cualquier excusa a su despacho te acosaba tanto que terminabas mamándosela porque el muy sinvergüenza amenazaba con echarte si no lo hacías.. Parece, por lo que contabas estas dos mujeres que no se habían dado cuenta de mi presencia en el toilette que al mejor estilo Bill Clinton era rápido para desenfundar y te pedía el favor a la que ninguna se negaba. Generalmente éstas recibían luego una promoción o un premio adicional, así que muchas esperaban ansiosas el acoso del presidente, el que como dije más arriba no estaba nada mal, todo lo contrario.
A mí nunca me había sucedido nada y eso que eran frecuentes las visitas que le hacía. Hasta empecé a desconfiar de mis virtudes femeninas porque nunca me había insinuado lo más mínimo. Siempre hablamos de trabajo y eso que, modestia aparte, a veces me venía vestida para matar..
Bueno, siguiendo con mi relato, concurrí a su oficina y me informó que esa noche teníamos que viajar al sur porque se había presentado un problema en una de las sucursales y había que resolverlo de inmediato. No me dio alternativa. Tenía que viajar sí o sí, justo en ese momento que yo tenía bastante trabajo con mis otros clientes. Ya había reservado los pasajes y como íbamos a regresar recién a la mañana del otro día me sugirió que fuera a preparar mi maleta que él me esperaba al anochecer en el aeroparque.
A mi esposo no le hizo ninguna gracia que le avisara de golpe que me ausentaba por casi dos días pero no opuso tantos reparos. Pienso que habrá recapacitado que si estaba ausente de su cama no le exigiría que me hiciera el amor y eso lo confortó. El no era celoso y pensaba que yo siempre le sería fiel. Cuán equivocado estaba, yo ya me estaba cansando con su actitud y podía llegar a hacer cualquier cosa como se verá.
Ya instalados en el avión él gentilmente me ayudó a buscar mi cinturón y mientras me acomodaba la pollera observé que me estaba mirando las piernas sin disimular. Lo que sucedió es que al moverme se me había levantado bastante y estaba mostrando más de lo debido. El mantuvo su mirada en el portaligas que sujetaba mis medias y dejaba ver parte de mis blancos muslos y puedo decir que mi estima de mujer subió de repente, sobre todo cuando mirando de reojo noté que su miembro comenzaba a crecer dentro del pantalón.
Iniciamos una conversación trivial y él comenzó a elogiarme sin más. Habló sin ningún tipo de empacho de lo bonitas que eran mis piernas y de lo bien que me sentaba la pollera corta. También elogió mi blusa, que era un poco transparente y dejaba traslucir uno de esos corpiños de encaje muy seductores que me gusta usar que dejan casi medio pecho a la vista.
Me susurró al oído que era una mujer muy sensual y noté de golpe que empezó a ponerse incómodo como si algo le molestara. El avión ya estaba en vuelo y realizó un movimiento como para pararse e ir al toilette pero como las azafatas estaban pasando con un refrigerio no le daban lugar a ello.
Lo noté molesto y empezó a traspirar. Cómo observé sus movimientos raros le pregunté si le pasaba algo y me respondió que no.
Cuando apagaron las luces de cabina y vi que continuaba dando vueltas en su asiento en forma molesta le volví a preguntar y esta vez me contestó que sí pero que no podía contarme qué era.
Preocupada le dije si quería que llamara a una de las azafatas y se me ve que no aguantaba más porque pidiéndome disculpas por si me ofendía me dijo que el motivo de su malestar se lo había causado yo. Que le había provocado la erección más grande de su vida, que estaba desesperado y que su miembro parecía que iba a estallar dentro de su ropa interior.
Pensé que me estaba haciendo el verso para que se la chupara, dado su fama, pero al mirarlo pude darme cuenta que tenía una prominencia tipo carpa en su pantalón, así que -a pesar de la oscuridad reinante- puse un abrigo que tenía sobre mi falda arriba de su entrepierna y jugándomela descaradamente le puse la mano arriba sobre su bulto. No era que tuviera miedo al despido ni que aspirara a una gratificación extra de dinero, ya que con mi profesión me desenvolvía perfectamente, tenía bastante trabajo y ganaba buen dinero. Lo mío pasaba más por el abandono sexual que tenía de parte de mi esposo y porque ese hombre realmente me interesaba como tal.
Lo hice todo muy lento para que no pensara que era una cualquiera que se la pasa acariciando la primera verga que se le aparece. Lo veía transpirar y le dije que pensaba que sabía cuál era la solución para su problema, que me dejara actuar.
Traté de bajarle el cierre despaciosamente por temor a lastimarlo. El me ayudó y entre los dos llegamos a su sleep. Metí mi mano por arriba y lo primero que encontré fue una mata vellosa e inmediatamente su pija que no se como no se había quebrado ya que estaba casi toda doblada.
Cuidadosamente pero decidida la empuñe y con mucho cuidado la puse en forma vertical y ahí sí, zafó del calzoncillo y la pude sacar afuera. No podía abarcarla toda con mi mano. Estaba en un estado impresionante. Su cabeza parecía a punto de estallar. Nunca había visto una verga en ese estado. Era realmente enorme. Yo no había conocido muchas pijas más aparte de la de mi marido ya que únicamente lo había cuerneado con cierto amigo de la infancia que me encontré de casualidad un día a la salida de un cine y como estuve siempre muy caliente con él y él conmigo, según me confesó esa noche cuando fuimos a tomar algo para festejar el reencuentro, accedí sin mucho esfuerzo a acostarme con él. Me acuerdo que mi marido había viajado por trabajo al interior y por eso yo había ido sola al cine porque estaba aburrida y no tenía problemas en llegar a cualquier hora a casa.
Me acomodé sobre su hombro como si fuera a dormirme y despacio, muy despacio comencé a acariciársela suavemente moviendo mi mano de arriba para abajo y viceversa dejando que la piel corriera entre mis dedos. Tocaba el agujerito del glande y volvía a repetir la acción. Me daba cuenta que su respiración cambiaba de ritmo.
Después de un instante de pajearlo con mi mano me incliné un poco más pasando por debajo de su brazo y me llevé su pija a mi boca y comencé a mamársela. El bajó su mano y comenzó a acariciarme las piernas hasta llegar a mis nalgas por la posición en que me encontraba. Lo hacía en buena forma y me estaba empezando a calentar.
Yo mientras tanto seguí con mi tarea, que la verdad no me disgustaba. Le daba vueltas con mi lengua alrededor del glande, me detenía en la corona, en el frenillo y trataba de introducírmela toda en mi boca lo que no era posible debido a sus dimensiones. Le acaricié los testículos con mi mano y él empezó a estremecerse.
Me susurró que me la sacara de la boca ya que estaba por acabar. No le hice caso y aceleré el trámite acompañando la succión de mi boca con los movimientos de mi mano. Quería que eyaculara dentro mio. A mi esposo nunca lo había permitido que lo hiciera y una vez que tardó en sacarla y me salpicó la cara me puse furiosa pero con este hombre era distinto, no sé que me pasaba, me había liberado de golpe y quería mamársela hasta la última gotita.
El presintiendo que no puede aguantarse más intenta apartarme nuevamente pero no lo dejo y descarga toda su leche dentro de mi. No me resultó tan desagrabable el sabor de su leche. Me acuerdo haber leido en un viejo libro de Jacqueline Susan que tomarla o ponérsela por la cara era beneficiaria para la salud. No se si era cierto o no pero no me disgustó el hacerlo.
Le pasé la lengua por toda la verga hasta que no quedó una sola gotita y se la volví a guardar en su lugar. Como ya estaba algo fláccida no tuve inconvenientes. Le subí el cierre del pantalón y me incorporé en mi asiento.
Entonces él me beso en la boca y le pregunté si había solucionado su problema contestándome sonriente me dice que sí. Comienza de inmediato a acariciarme las piernas y me agradece lo que hice por él mientras va subiendo hasta llegar a mi bombacha. Hace entrar la mano por el borde y apoya su mano sobre mi concha. Juega con la raya y hunde sus dedos en la abertura comprobando que estoy toda mojada.
Nos acariciamos por un rato hasta que se encienden las luces.
Cuando llegamos al hotel tomamos dos habitaciones separadas pero contiguas y al rato nomás estamos desnudos los dos dentro de mi cama.
Me besa apasionadamente y luego baja hasta mis pechos y comienza a formar círculos alrededor de mis pezones con su lengua. Estos se ponen duros de inmediato. Se detiene y pasa a besarme el vientre y salta luego a la parte superior de mis piernas evitando adrede mi concha.
A esta altura ya estoy excitadísima y a punto de terminar. Le estaba por decir que me la chupara porque no aguantaba más cuando siento que su lengua se hunde en mi preciado tesoro. Gemí intensamente y mis jugos se escurrieron y él se retiró.
No podía aguantar más y estaba tan excitada que le pedí que me penetrara. Separé bien las piernas para facilitarle el camino aunque no le resultaría difícil porque estaba totalmente empapada. Fue descendiendo lentamente y su pija se colocó a las puertas de mi conchita.
Lo tomé de la cintura y lo empujé hacia abajo hasta que comenzó a penetrarme lentamente. Cuando lo tuve bien adentro recién comenzó a bombear. Yo temblaba del placer que me estaba dando su hermosa verga rozando las paredes de mi vagina. El seguía embistiendo, sentía su miembro palpitar en mi interior y sabía que estaba a punto de acabar. Disminuyó el ritmo y esperó a que mi cuerpo se recuperara.
Mi aliento se transformó en jadeos. Nos mirábamos dulcemente a los ojos sin decirnos palabra mientras nuestros cuerpos se estremecían en un orgasmo simultáneo. Nos quedamos dormidos abrazados, con su pija dentro de mi conchita. Así terminó la noche.
Durante el día siguiente resolvimos los problemas de la sucursal y volvimos al atardecer. El viaje de vuelta fue distinto. Solamente hablamos de trabajo. Al llegar a Buenos Aires nos despedimos con un beso y nos fuimos cada uno para su casa.
Al día siguiente en la mutual todo siguió cómo si nada hubiera acontecido entre nosotros. Me parece que es lo mejor. El no puede dejar a su mujer y yo trataré de conseguirme una aventura de vez en cuando, si es como ésta mucho mejor, para suplir las falencias de mi marido.
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