Se acercan unas pequeñas vacaciones, en realidad son un par de días no laborales los cuales son tradicionalmente utilizados para salir de la ciudad, viajar a los alrededores de clima cálido. No me encuentro particularmente animado, pues no tengo novia o alguien que me interese. Sin embargo, el salir de la ciudad, apartarme un poco de la rutina del trabajo, leer calmadamente o simplemente no hacer nada, me anima a empacar unas cosas en una maleta y viajar con mi madre a la casa de campo de la familia. Después de 2 horas de carretera llegamos a la casita, donde como es usual, nos reciben las maletas los cuidanderos. Nos instalamos y me doy un chapuzón en la piscina en tanto, Marycela, la esposa del cuidandero nos prepara la comida, y me acerca un vaso con vodka y hielo. Los cudanderos son una pareja joven muy colaboradora. Le pregunté por el marido, pues note su ausencia, no solo en ese momento, sino que se ven descuidadas algunas labores de mantenimiento. Me respondió ! que ahora él trabaja en la ciudad y no puede viajar frecuentemente, pero que una prima suya le colabora con las tareas. Luego de comer y ver un poco de televisión no fuimos a dormir. El clima estaba realmente cálido, no pude conciliar el sueño, los ventiladores soplaban aire caliente, así que a eso de las 3 am. salí del cuarto para refrescarme un poco. La noche estaba muy clara, la luna colgaba con un brillo inusual, iluminando todo, de tal forma que no había necesidad de ninguna luz adicional. Escuche ruido de agua y fui para ver de que se trataba, era Marycela que, al parecer igual que a mi, el calor no la dejaba dormir, estaba en la alberca echándose agua, la luz de la luna hacia brillar sobre su cuerpo desnudo el agua que delicadamente corría desde su cabello hasta el suelo, en sus firmes senos se notaban sus pezones bien erectos, la escena me excitó inmediatamente, sin hacer ruido y procurando no notara mi presencia me acerque lo que más pude para ver más detalladamente ! su juvenil cuerpo, cuanto más me acercaba y las curvas de su cuerpo iban definiéndose más, mi erección iba aumentando también. Ella dejo de lado el agua y tomó el jabón, con el cual empezó a recorrer todo su cuerpo, repentinamente pero casi de forma imperceptible, note una sombra que se acercaba a Marycela, sin duda otro cuerpo de mujer también desnudo, supuse obviamente que se trataba de su prima, a ésta el cuerpo también le brillaba, pero del sudor, siguió acercándose a Marycela hasta que se puso completamente detrás, Marycela no se sorprendió por la presencia de su prima, por el contrario, parecía estar esperándola, la prima tomo de su mano el jabón y continuó con el trabajo que había iniciado sola, pasaba sus manos por sus senos y caderas. Mi excitación ahora era incontrolable y comencé a masturbarme suavemente, evitando hacer ruido, pues podría poner en evidencia mi presencia y acabar con la escena tan hermosa. Estas dos mujeres se comenzaron a besar y tocar de una forma ! tímida e insegura. El agua volvió a la escena, ahora sobre el cuerpo de juntas. Marycela se recostó sobre la alberca mientras su prima chupaba cada vez más decididamente sus senos, lentamente separó las piernas de Marycela, que ya tumbada de espaldas, le abrió su vagina, aún más húmeda, la prima comenzó a chupársela rítmicamente, mientras Marycela tomando la cabeza de su prima hacia fuerza sobre si. Por mi parte, la velocidad de mi masturbación había aumentado considerablemente. Pues el cuadro que se abría ante mi no tenia comparación: la prima inclinda y hundida en Marycela ponía ante mi un culo rígido y bien definido. La prima rendida por la excitación que le producían los jadeos de Marycela, comenzó también a masturbarse, el ritmo de la acción estaba creciendo rápidamente, hasta que Marycela se incorporó y deteniendo un poco a su prima, quien seguían con su labor. Repentinamente y en un tono más alto al de sus jadeos dice “hasta cuando se va a quedar ahí solo mirando! ”. Sus palabras me asustaron, evidentemente se dirigia a mi y nunca pensé que se hubiesen percatado de mi precencia. Pero inmediatamente comprendí que mi función de excitado observador finalizaba, y mi turno de entrar en escena había llegado. Me acerque por detrás de la prima y sin esperar a que sacara sus dedos de su vagina la penetre fuertemente. Justo en este momento, un instante de reflexión, me permitió darle gracias al destino por el clima. El ritmo de la acción que había bajado con mi llegada, comenzó a recuperarse. Marycela nuevamente incorporada con voz entrecortada por sus propios quejidos dijo: “vamos adentro”, su prima y yo hicimos caso de inmediato y recuperamos nuestras posiciones en la cama. Cuando noté que Marycela se venia en un orgasmo que le cortaba la respiración, aumente frenéticamente el ritmo con el que penetraba a la prima, logrando que los tres llegáramos casi simultáneamente, la fuerza con la que nos apretamos mutuamente en ese momen! to fue descomunal, el golpe sostenido de nuestras pieles pareció extenderse por varios minutos, no pudimos respirar por varios segundos y luego una bocanada de aire logró recuperarnos de lo que parecía la muerte. Caímos sin fuerzas uno encima del otro. Ahora el sudor y la sed eran el común denominador, la prima, que en ese momento pude ver de frente, se levanto dejadamente y dijo que iría por agua fría. Regreso con tres vasos plenos de hielo y agua. Note entonces su senos redondos, algo mas grandes que los de Marycela, que ahora me servían de almohada, su cintura era el abre boca de unas inmensas caderas, de las cuales ya podía dar testimonio y unas piernas, que se percibían sólidas y fuertes, (de alguna manera era de esperarse, pues la gente de campo camina mucho y realizan esfuerzos físicos constantemente). Pregunté desprevenidamente si realmente eran primas y amantes, o simplemente amantes. Tratamos de sofocar las risas con las almohadas y empujándonos suavemente a forma de! regaño, la tarea de hacer silencio termino por armar un pequeño relajo de cosquillas que regó el agua y los hielos por toda la cama. sin pensarlo tome uno de los hielos y traté de meterselo por la vagina a Marycela, esta pataleó, pero Carmen, (hasta este momento supe su nombre) le sujetó firmemente las piernas y logre meterle el hielo. Marycela se relajó y dejó de hacer fuerza permitiéndome acercarme con mi boca a su vagina, tome el hielo con mi lengua y lo afirme entre mis dientes. Lentamente fui recorriendo sus labios y haciendo círculos sobre su clítoris pude ver como se ponía rígido. Carmen por su parte había notado mi erección y se disponía a chupármela. Sin darnos cuenta en que momento llamaron para el segundo acto, nosotros ya nos encontrábamos en mitad del parlamento. Marycela se apretaba los senos con firmeza y Carmen se metía mi pene hasta la garganta. Carmen muy excitada sitio la ausencia de alguien que se encargara de su vagina. Cambio nuestras posiciones y me tum! bó boca arriba, puso a Marycela encima mío ayudándole delicadamente a meterse mi pene, cuando fui a coger los senos de Marycela, Carmen abrió sus enormes piernas a cada lado de mi cara y descansó en mi boca su vagina. Con voz suave y algo ronca Carmen empezó a decirle a su prima que le cogiera los senos, que la besara, le pidió que describiera como sentía mi pene dentro de ella. Mientras Marycela solo podía gemir Carmen le decía como yo la penetraba con la lengua y describía lo que para todos era obvio. Anunciaba cada movimiento que iba a hacer, y sin elevar la voz ni cambiar el tono, preguntaba que queríamos hacer. De repente no tuve a Carmen encima mío, en un solo movimiento estuvo detrás de Marycela, la empujo suavemente sobre mi y pude por primera vez besarla. Carmen ni mucho menos había salido de la acción, habiendo quedado expuesto el trasero de Marycela comenzó a chupárselo por detrás. La misma Marycela, mientras continuaba cabalgándome, me susurraba en el oído como la ! excitaba que le metieran la lengua por el ano y me pidió que lo hiciera yo, que esa combinación de dolor y placer le parecía irresistible, se incorporó dejándome ver nuevamente sus senos y simultáneamente empujó fuera de su ano la lengua de Carmen. Marycela se paró, giró sobre si misma y con gran habilidad se sentó sobre mi pene hundiéndolo dentro de su ano, ya lubricado. Carmen fiel testigo del movimiento, entendió fácilmente cual sería su puesto, ayudó a Marycela a abrir más sus piernas y jaló suavemente sus nalgas, en ese momento pensé que mi pene había cruzado todas sus entrañas hasta llegar a su garganta. Marycela gimió más fuerte, pero no supe si por el dolor de la penetración anal que le estaba proporcionando yo, o por el placer de la penetración vaginal que la lengua de Carmen nuevamente le brindaba. Por supuesto Marycela llegó al orgasmo en forma violenta, cogía su cabello y lo soltaba, se apretaba los senos y los soltaba, trataba de tocarme haciendo sus manos hacia a! trás, se cogía las nalgas, mis manos afirmaban sus caderas contra las mías y puede ver como una descarga de sudor rodó por su espalda justo en el momento en el que tenia su orgasmo, duro así por unos segundos y lentamente fue recuperando la razón y la noción de la realidad. Una vez más sobre la tierra, Marycela fue consciente del dolor y rápidamente se saco mi pene de su ano, se tumbó sobre la cama y serró lo ojos como recapitulando el momento vivido. Carmen y yo notablemente excitados y como en medio de una pausa del todo indeseada, nos fuimos el uno contra el otro para continuar, rápidamente nos besamos y buscamos nuestros genitales para acoplarlos. Ya en medio de los sinuosos movimientos, que acompasados nos iban llevando al borde del orgasmo, Marycela, ya recuperada, nos interrumpe con un beso a cada uno y pide que la dejemos darnos el placer que los dos le dimos. Más curiosos por lo que iba a hacer que molestos por la nueva interrupción, accedimos a su petición y seguimo! s ágilmente sus indicaciones, nos colocó sentados, uno junto al otro, al borde de la cama, tomo mi pene con una mano y lentamente comenzó a masturbarme, con la otra, tomo lo que parecía un pene de goma o plástico y penetró a Carmen, sin descuidar a ninguno de los dos fue aumentando el ritmo de sus movimientos, con el consecuente aumento de nuestras excitaciones, Carmen y yo nos besábamos y nos tocábamos las partes que Marycela nos dejaba libres. Carmen acercó de la mesita de noche un tarro de aceite Jhonson, el cual empezó a vaciar sobre mi pecho y sus senos, el aceite se esparció por todos nuestros cuerpos volviendo aún más liquido el cuadro. Sin darme cuenta en que preciso momento Carmen, con sus manos repletas de aceite, deslizó una por mi espalda y llegó a mi ano, sin previo aviso introdujo un dedo dentro. Marycela noto mi desconcierto y rió levemente, soltó mi pene, que había seguido moviendo sin parar, e introdujo también su dedo en mi ano, la sensación inicial no fue ag! radable pero la excitación mía y de estas mujeres era tal que permitió que empesará a sentirse muy bien. Carmen dejó que fuera solo Marycela quien me penetrara y tomo a cambio mi pene, con un pequeño aumento del ritmo con el que Carmen me masturbaba y algo de fuerza por parte de Marycela, fue suficiente para que yo me derramara, en ese mismo instante Maricela abalanzó su boca sobre mi pene y terminó de chupar los restos de semen que aún quedaban después de esa primera erupción. Al igual que Marycela, cuando regresé del sitio donde me puso ese inmenso placer de ser masturbado y penetrado simultáneamente por dos mujeres, sentí rechazo por el dedo que aún permanecía en mi ano, Marycela lo retiró suavemente con la misma sonrisa que cuando hizo lo contrario. Carmen, que aun no había llegado a su orgasmo, seguía con el pene de goma en su vagina y ahora era ella misma quien lo movía. En consecuencia Marycela y yo nos lanzamos contra Carmen, como si estuviésemos en deuda por abandonar! la. Marycela comenzó besándola y chupándole los senos, mientras yo reemplazaba el pene de goma por mi lengua. Carmen se sintió agradecida y se abandonó al placer que le proporcionábamos. Yo trataba de hundir lo más profundamente posible mi lengua en su vagina mientras Marycela le oprimia fuertemente los senos y se los chupaba. Marycela bajo su mano a la vagina de Carmen y con sus dedos separó aun más sus labios, dejando al descubierto su clítoris pleno y rígido, estuve un buen rato dándole vueltas con mi lengua, sintiendo como Carmen se movía cada ves más, hasta que Marycela me susurró que se lo mordiera un poco que a ella le gustaba, hice lo indicado y la respuesta fue inmediata: Carmen estalló en un orgasmo espectacular, sentí como sus fluidos golpeaban mi cara y llenaban mi boca de un fuerte liquido de extraño sabor. Maricela inmediatamente después tomo entre sus manos el clítoris de Carmen y lo frotó violenta y rápidamente, lo que no permitió que Carmen cesara de tener org! asmos u o detrás de otro, no habia pausa entre ellos, parecia uno solo sostenido, interminable, infinito, los movimientos de sus caderas y pelvis, que inicialmente eran fuertes pero armónicos, se convirtieron en una especie de contracciones espasmódicas involuntarias del todo. Su rostro arrugado y apretado evidenciaba su ausencia de respiración, por un momento me asusté, pues había pasado no se cuanto tiempo sin que se notara que había empezado a respirar, le dije a Marycela que se detuviera, que la dejara bajar, Marycela se detuvo y sin embargo, solo fue hasta después de otros largos segundos que Carmen soltó una exhalación de aire, seguida de una bocanada llenando nuevamente sus pulmones y trayéndola de regreso a la vida. Para cuando vimos que Carmen abría los ojos, el día hacia lo propio. Los olores de nuestros cuerpos, concentrados de tanto sexo, empezaban a revolverse con los aromas del amanecer del campo y el canto de las aves, ahora tomaba el lugar de nuestros quejidos ! y susurros. Haciendo uso de mis últimas fuerzas, salí todavía desnudo del cuarto de Marycela, recogí mi pantaloneta que aún estaba cerca de la alberca y fui a caer muerto en mi cama, justo antes de que mi madre empezara a dar vueltas por toda la casa.
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