Mis hermanas querían aprender y yo les enseñaria
Esta historia me acaeció cuando tenía 18 años, y mis hermanas en esa época poseían, 16 años Elena, y 17 años Ruth.
Siempre retozábamos juntos, nos llevábamos muy bien, estábamos acostumbrados a todo tipos de juegos, continuamente me estaban persiguiendo para pasar el tiempo, no me dejaban nunca solo, siempre estaban encima mío, solo tenía como momentos de soledad las noches en mi cuarto, mi casa poseía un cuarto para cada uno y otro para mis padres en el otro extremo del pasillo, en esa época fue cuando empecé a descubrir la masturbación, y era mi disfrute por las noches.
Un día, estaba muy caliente, desesperado y con necesidad urgente de hacerme una buena paja, así que después de comer nos fuimos todos a dormir, cada uno en su habitación, cerré la puerta de la mía, y saqué una revista porno que tenía escondidas en mi ropero, apenas vi las fotos mi pene se endureció vertiginosamente, decidí forjármela más pausadamente que de costumbre, quería disfrutar de la masturbación ese día especialmente.
Estaba boca arriba, las sabanas tapaban lo que hacía, era un disfrute, mi pene tenía lo que tanto necesitaba, estaba en el cielo. Cuando de repente entró mi hermana la más pequeña, que aunque lo era, parecía la más avispada de las dos, solo me dio tiempo a esconder como pude la revista detrás de la cama, pero ella se dio cuenta en seguida que le ocultaba algo, ella lo notaba, era muy lista, y supongo que sabía lo que estaba haciendo, porque yo había dejado pruebas, la revista medio ocultada, y mi polla que sobresalía de las sabanas. Me preguntó que era lo que hacía, y le dije que nada, que me dejara en paz y se fuera. Tras esto, con su curiosidad típica, intentó ver que escondía, y se tiró encima, frotando su cuerpo por mi verga, era increíble, lo estaba haciendo queriendo, algo en su pícara mirada me decía que le gustaba, luchaba conmigo para intentar ganarme la revista, pero lo único que obtenía era excitarme más con sus refregones por mi pene. Al rato desistió, sentándose encima de mi verga, tenía su joven coño sobre él, de vez en cuando realizaba movimiento giratorios sobre él, y su mirada la clavó en mis ojos como diciéndome que buscaba algo.
Repentinamente me anunció que tenía sueño, tirándose para atrás, empleando de almohada mi pene, el cual estaba como nunca, apoyó su mejilla sobre mi ingle derecha, dejando su boca al lado del monumento que surgía de las sabanas, con su mano me acariciaba, sus ojitos no deponían de mirarlo, se acerca más, hasta que sin ningún recato lo tomó con la mano, alzó su cabeza y me dijo:
– ¿Qué tienes aquí?
– Pues, mi pene, le dije con gran complicidad
– Y, ¿por qué es tan grande?
– Es que estoy excitado
– ¿Te gusta que lo tenga agarrado así?, decía mientras lo movía para los lados, apretándolo con fuerza
– Me encanta, ¿te gustaría verlo?, le dije
– Sí
A continuación de darme el sí, me destapé y permaneció al aire libre, ella puso cara de asombro y excitación, nunca olvidaré esos ojos de mi hermana Elena, no dudó en agarrarlo de nuevo, pero en este momento con las dos manos, lo meneaba de arriba abajo, como si conociera como hacerlo, y a la vez se reía. Le dije que si le gustaba, respondiéndome que parecía una salchicha colosal, preguntándome si gozaba al tenerlo ella cogida, y le dije que me gustaría más que se lo metiera en la boca, me contempló los ojos, miró el pene, y como si nada se lo introdujo en la boca, lo hacia muy bien para tener 16 años, descendía hasta la mitad, remontaba lentamente pasando la lengua por la punta, y de nuevo se lo metía en la boca, hasta llegar el momento en que sola se lo metió todo, centímetro a centímetro hasta el fondo de su boca, al mismo tiempo con su mano me agasajaba los testículos, yo gemía de placer, eso parecía calentarle su pequeña conchita, le tomé una de sus manos y se la llevé a la base del nabo, marcándole el movimiento que debía seguir, mientras ella seguía chupándolo.
En estos momentos, una mano acaricia los huevos, con la otra me pajeaba y con su boca hacía lo demás, sentía sus dientes subir y bajar, y cada vez que llegaba arriba la trabajaba con la lengua, trazando en la cabeza círculos con su apéndice rosa. Mi respiración suscitó un cambio de ritmo, esas sensaciones eran inequívocas, percibía que estaba a punto de terminar, me moría por hacerlo dentro de su boquita, además si estaba siendo su primer pene me pareció lo mejor que fuera completa la sesión, y le dije que se tragara lo que iba a surgir ahora de la polla, que por nada del mundo se lo quite de la boca, que se bebiese el rico líquido, ella movió la cabeza sin poder contestar, sentía que la leche se preparaba para salir, la sujeté de la cabeza, e inicié a acabarle en la boca, cerró un poco los ojos, pero nunca dejó de tragar toda mi leche, lo veía por los movimientos de su garganta, yo gruñía de placer, al rato se la sacó de su boca haciendo fuerza con sus labios para que no quedara nada dentro, le paso su lengua por la cabeza, por los costados, se la embutió de nuevo hasta adentro y al sacarla me dijo que ya estaba, que no salía nada más, que había estado bueno y que le dijera lo que era esa cosa.
Entre gemidos, y tomándome unos segundos para responderle le dije que eso salía de algunos hombres y era bueno para las mujeres. Me miró con una sonrisa picarona y hizo como que se lo creía, se limpió la boca, se levantó y se fue. Yo me tapé de inmediato, y tome conciencia de lo ocurrido, no lo podía creer, era la primera vez en mi vida, fue como un sueño.
Al día siguiente hicimos vida normal, hasta que llegó la cena, en la que siempre estábamos todos comiendo juntos, me senté a la mesa muy nervioso, ya que después de esto no me había cruzado con Elena. Pensé que iba a guardar el secreto, pero fue erróneo, por las miradas me di cuenta en seguida que se lo había dicho a Ruth, la hermana de 17 años, estuvieron lanzando indirectas toda la cena, diciendo cosas como que les hubiera gustado comer salchicha en la cena, a lo que mi madre les repetía una y otra vez, que mañana se las cocinaría pero que no molestasen más y que se callaran, pero no podían parar. Después pasó algo insólito, mis padres antes de acabar la cena nos dijeron que se iban a ir un rato a casa del vecino, que se portasen bien, que vaya cena que les habían dado.
Un frío recorrió mi cuerpo, sabía que iba a pasar, y eso me produjo una erección en plena mesa, estaba seguro que esa noche iba a ser más especial que la anterior, me fui a mi habitación, me acosté totalmente desnudo, me tape con las sabanas, estaba muy excitado. Segundos después de oír la puerta de la calle cerrarse, se abrió la mía y surgieron mis dos hermanas riéndose, que queréis les dije, solo se reían, creo que sé lo que codiciáis, pretendéis verme desnudo, tras decir esto, me quité la sabana, y quedé al descubierto, apenas vio mi pene erecto Ruth, le dijo a Elena que tenía razón, parece una salchicha.
Totalmente desinhibido, emprendí a darle movimiento a mi verga, Elena miraba a Ruth, y se dio cuenta que tenía que revelarle todo lo que le había narrado antes, por lo que le dijo que no tuviera vergüenza, que le iba a gustar bastante, entonces les dije que si querían mamarlo un poco, en ese instante Elena se aproximó, me lo tomó de la base, y mirando a Ruth, le solicitó que se arrimase, la sentó en la cama, y le dijo que se la metiera en la boca, como si fuera un helado, tras esto mi hermana mayor abrió la boca y lentamente se fue metiendo la polla, mientras ella lo chupaba, Elena le empujaba con una mano de la nuca, para que sintiera su hermana toda la verga dentro, y con la otra mano no dejaba de pajearme. Mi hermana menor, se agachó y empezó a pasar la lengua por las bandas del pene, Ruth al ver eso la plagiaba, se lo sacaba de la boca y le daba con su lengua rosa por todo el otro costado, momento en el cual Elena se la embutía en la boca, estuvieron así un gran rato, yo gemía y clamaba de placer, ver a mis dos hermanas lamerme al mismo tiempo el pene, alcanzar las dos la punta, pasar las lenguas por encimas de la cabeza del pene, chocando ambas a veces, me volvió loco, les informé que estaba a punto de terminar, por lo que les empecé a implorar que se tragasen toda la leche. Elena tomó la iniciativa, abrió la boca y al pajearme con una gran exactitud, logró que cada unos de mis chorros de leche terminaran en su boca, al concluir cerró la boca, la colocó boca abajo a Ruth, le abrió la boca con los dedos y comenzó a soltar de forma muy lenta toda mi leche de su boca a la de su hermana mayor, quien tragaba con total gozo, movía la lengua para los lados, y cuando dejó de caer mi semen se besaron efusivamente, se pasaron las lenguas entre ambas por los labios, y una vez que quedaron limpias, se empezaron a reir, tras lo que yo igualmente también empecé. Después nos fuimos cada uno a nuestras camas.
Los días siguientes yo siempre esperaba las visitas de mis hermanas, pero esta no llegaba, hasta que al tiempo comprendí que me habían usado para poder practicar ellas, suponiendo que serían otros los que estarían disfrutando de mis dos hermanas.
Compartir la entrada "Cosas de hermanos"