Supongo que una de las ilusiones de cualquier hombre es follar con dos mujeres a la vez. Lógicamente yo ya le había contado a Ana, mi mujer, ese deseo secreto de follar con ella y otra mujer al mismo tiempo, pero se lo contaba como algo imposible, digamos, como un sueño. Ella siempre decía que no le interesaba demasiado.
El caso es que una noche llegué a casa, muy cabreado y tenso, por cierto, por culpa de un jefe cabrón, pero eso no creo que sea necesario explicarlo. Esa noche, al llegar a casa, Ana estaba con su amiga Elisa. Yo saludé de mala gana y decidí darme una ducha.
Ana notó mi mal humor y entró en el baño a ver que me pasaba. Se lo expliqué y como suele pasar con estas cosas, sólo con eso me calmé un poco. Mientras tanto me había ido desnudando para meterme en la ducha. De pronto, Elisa se acercó a decirnos no se qué de la cena y me pilló completamente desnudo.
-Huy, perdón. Es que el horno está pitando, y no se apagarlo. -Dijo.
-Ahora voy yo. -Le respondió Ana.
-Vale, vale. Lo siento. -Me dijo a mí.
Durante esa breve conversación hacía como que quería irse pero no se iba, y yo creo que no me quitó ojo de encima. Eso me excitó y empece a notar el inicio de una erección, cosa de la que Ana se dio cuenta.
-Eh, tranquilo. ¿Que, ya se te ha pasado el cabreo? -Me dijo bromeando.
-Eso parece.
-¿Te gusta Elisa, verdad sinvergüenza?-Dijo, mirando mi polla que con las risitas parecía querer seguir creciendo.
-Bueno, si, pero vamos, esto son cosas naturales.
-Anda, metete en la ducha. -Dijo mientras salía del baño.
Me metí en la ducha y tardé un rato en perder la erección, hasta que conseguí dejar de pensar en el fino vestido de Elisa, y en que no llevaba sujetador. Habría jurado que al verme desnudo se le habían endurecido los pezones. Lo cierto es que Tenía un culo estupendo… Decidí que tenía que subir el caudal de agua fría en esa ducha.
Una vez afeitado y vestido de andar por casa, fuí al salón donde la mesa estaba puesta. No quería darle más importancia al tema, pero cuando vi a Elisa y a Ana sentadas en el sofá estuve seguro de que Ana le había cuchicheado lo de mi erección o algo así, porque me miraban las dos entre risitas.
-Anda, Tarzán, sientate que cenamos. -Dijo Elisa. Estaba claro que habían hablado del tema. Eso creo que me ruborizó un poco, pero lo peor fue que volví a notar como mi pene despertaba de la ducha fría que acababa de recibir. Ana pasó a mi lado sonriendo y me dio un beso. Me quedé sólo con Elisa.
-¿Cómo va todo?. Siento mucho como he llegado. Cosas del trabajo. ¿He estado grosero? -Dije, por hablar de algo, mientras Elisa bebía una copa de vino.
-No te preocupes. Eso nos pasa a todos. ¿Quieres vino?
-Sí, gracias.
-¿Siempre te duchas cuando llegas a casa? -Me preguntó de pronto, sin mirarme y mientras me ponía una copa de vino. Empezaba a
excitarme en serio.
-Eh, bueno. No siempre. Depende. -Intenté que no pareciesen balbuceos. En esto, entró Ana en el salón.
-¿Depende de si tenemos invitadas? -Preguntó según entraba. Elisa me acercó la copa de vino y dí un trago muy largo. Intenté sonreír como aceptando la broma.
-Si, bueno es que no me he dado cuenta de que la puerta estaba abierta, como estábamos hablando, pues claro, no me he fijado que me estaba desnudando con la puerta abierta. En cualquier caso tampoco creo que hayas visto nada del otro mundo. -Le dije a Elisa intentando defenderme.
Entonces Ana y Elisa se miraron y rieron.
-Venga, vamos a cenar. -Dijo Ana.
Comenzamos a cenar, y todo pareció volver a la normalidad, pero en el ambiente flotaba, ahora estoy seguro, cierta sensualidad.
-Lo siento, pero hemos gastado los aguacates para hacernos una mascarillas, -Comentó ana. – y no han quedado para la ensalada. Dice Elisa que te deja la piel muy suave.
-Si -Contestó Elisa -pero no sólo se usa como mascarilla.
-Es cierto -Continuó Ana -La verdad es que lo hemos usado como mascarilla, pero Elisa la utiliza también como crema para todo el
cuerpo ¿Verdad?
-Es que deja una piel muy suave, por la cantidad de aceite que tiene. Mira, toca. -Me dijo Elisa. Y entonces me ofreció un brazo.
Creo que en ese momento, entre el vino, la cena y la conversación, ya tenía una erección total, lo que hacía que el pantalón del chandal que me había puesto, mostrase un impresionante abultamiento. Casi con miedo, cogí el brazo de Elisa y lo acaricié con toda la suavidad que pude y un extraordinario esfuerzo de autocontrol. En ese instante, Elisa empezó a acariciarme la mano. Rápidamente, pero sin quitar la mano, miré hacia Ana, que se empezaba a levantar.
Elisa cogió mi mano y la empezó a besar, mientras Ana llegaba por mi espalda y me abrazaba, jugando con su lengua sobre mi oreja. Se me cerraron los ojos; noté una mano que empezaba a recorrer mi pierna, formando círculos que ascendían en busca de mi polla. Ana me hizo levantar, con lo que apareció a la vista el bulto que tenía en los pantalones. Vi a Elisa, con las pupilas dilatadas
hasta el límite, mirar hacia ahí. Ana me giró y comenzó a besarme en la boca. Yo busqué sus pechos y sentí sus pezones de punta y duros como hacía mucho tiempo que no sentía. Elisa llegó por detrás para quitarme la sudadera de algodón que llevaba puesta. Me besaba y acariciaba la espalda. Me abrazó, empezó a jugar con mis pezones. Mientras tanto yo desnudaba a Ana. Quería ver esos
pechos que me estaban poniendo a cien, quería lamerlos y estrujarlos con mi boca. Ana me ayudaba a quitarse la ropa cuando Elisa cogió mi mano y se la llevó a su coño. El vestido era tan fino como parecía, por lo que sentí claramente sus bragas mojadas. Empecé a acariciale el sexo sobre su vestido, y noté como se abría ligeramente de piernas. Ana se había quitado la blusa y el sujetador sin
dejar de besarme, y entonces dio un paso atrás. Dejé el coño de Elisa y me incliné sobre el pecho desnudo de Ana. Elisa se puso detrás de Ana y empezó a acariciarle los pezones mientras yo me los metía en la boca. Ana gimió y cerro los ojos mientras yo buscaba su sexo bajo el pantalón. Elisa se retiró para quitarse el vestido, quedándose solamente con unas braguitas tipo tanga. A mí la polla me
estallaba dentro del pantalón, así que decidí quitármelo. La erección que tenía me sorprendió a mí mismo. Elisa se acercó y cogió mi cabeza para dirigirla sobre sus tetas. Mientras las lamía, Ana terminó de desnudarse completamente y se tumbó en el sofá.
-Eh, venid aquí. -Nos dijo. Elisa la siguió rápidamente, y se sentó junto a ella. -Bueno, que. ¿Te vas a quedar ahí parado? -Me dijo.
Me acerqué a ellas. Elisa me cogió por la cintura y sin mediar palabra, se metió mi pene en la boca. Movía la lengua por toda ella, y casi me hizo perder el sentido. Como pude me retiré de ella, casi a punto de correrme, y me tumbé sobre Ana, que se había puesto boca abajo. La incorporé para que Elisa se metiese debajo. Quería que me lamiese toda la polla mientras follaba con Ana por detrás.
Ana estaba más mojada de lo que yo podía recordar. Ahora ya gritaba de gusto. Estaba a punto de correrse. Yo también.
-Espera, espera. -Dijo Elisa. -No te corras. Quiero que me folles a mí también.
Así que Ana se retiró, y Elisa se sentó, abierta de piernas, sobre la mesa. Tenía un sexo oscuro y extraordinariamente mojado. No pude resistir la tentación de comerlo mientras le pellizcaba los pezones. Elisa no era de las que gritaban, pero era evidente que estaba a punto de correrse. Ana se acercó por detrás de mí, y me levanto. Metió toda mi polla en el abierto sexo de Elisa y empecé a moverme haciendo temblar todas las copas, platos y botellas de la mesa. Notaba mi capullo deslizarse por el interior caliente y húmedo del coño de Elisa. Era suave y ella lo apretaba como para que no pudiera sacársela. Ana me abrazó por detrás para acariciarme el pene cada vez que salía de Elisa. Busqué con mi mano su sexo y empecé a acariciarselo, a separarle los inchados labios, a frotar su clítoris.
Cuando se corrió, ya no pude resistirlo más y saqué la polla para que Ana me hiciera correrme sobre Elisa. Mientras Ana me hacía la paja desde atrás, Elisa empezó a hacerse otra, metiéndose dos dedos por el agujero que yo acababa de dejar libre, de forma que los dos nos corrimos al mismo tiempo. Me giré y besé a Ana.
-Bueno -Dijo. -¿Podemos terminar ahora de cenar?
-Creo que será lo mejor, tengo un hambre voraz. -Respondí yo. -¿Y mi pantalón?
Las dos se miraron. Entendí que no era hora de vestirse, aquello iba a ser sólo un descanso antes de terminar la noche los tres en la cama. El caso es que ahora es Ana la que quiere hacérselo con dos tíos, y me ha pedido que se lo diga a un amigo. Cosas de la vida.
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