Empecé a trabajar en esa empresa como recepcionista y a los seis meses me destinaron al departamento de Marketing, dado que estaba a punto de terminar esa carrera y en verdad me interesaba usar mis conocimientos dentro de esa compañía y de paso, ascender y hacer carrera. Tenía dos jefes directos, una mujer de 38 años que se llamaba Yamilé y un hombre, de 40 años que se llamaba Jalil. Ambos eran de ascendencia árabe y, tanto el como ella, eran muy atractivos. Jalil era alto, de contextura muy fuerte, ojos negros como la noche y piel cetrina. Estaba casado con Yamilé, también morena de ojos negros, pero de físico más pequeño, aunque formidable. Eran una pareja sensacional y verlos juntos impactaba, porque además no mezclaban lo laboral con lo personal, se notaba que su matrimonio se llevaba a cabo fuera de las puertas de la compañía, allí dentro solo eran jefes del mismo departamento y nada más.
Yo tenia 26 años, estaba terminando una relación de 5 años con un hombre al que no me unía nada más que la rutina, me faltaban 3 materias para obtener la Licenciatura en Marketing y estaba fascinada con el ascenso en mi trabajo, esperaba que fuera el comienzo de una gran carrera allí dentro. La verdad es que trabajar con ellos era un placer porque eran super profesionales y correctísimos como jefes, respetaban las ideas ajenas y las valoraban y además, porque no decirlo, poder admirar a un hombre como Jalil todos los días, era un regalo para los ojos. Solía vestir trajes oscuros, siempre usaba los mejores perfumes, sus manos eran impecables y daban una sensación de fortaleza impresionante, tenía un andar muy masculino y no había mujer que no lo siguiera con la mirada cada vez que el recorría los pasillos del departamento. Pero jamás le dio cabida a nadie, nunca se le conoció ningún desliz con sus empleadas, siempre se lo asoció con la imagen de la fidelidad hacia su mujer y creíamos que no era para menos, porque Yamilé era realmente bellísima, inteligente y muy simpática.
Trabajé durísimo durante casi un año, conseguía pequeños logros y cada vez me tocaba estar más cerca de Jalil y Yamilé, hasta que un día me nombraron supervisora del área, siguiendo bajo la gerencia de ellos dos. Estábamos en medio del armado de una campaña, por lo tanto nos quedábamos fuera del horario normal de trabajo y además, ibamos a veces los fines de semana. Uno de esos fines de semana Yamilé no fue y Jalil estaba particularmente nervioso, irritado, por momentos se lo veía como ausente y la verdad es que se hacía difícil concentrar todas las energías en lo que hacíamos. Pocas veces lo había visto así, como también he de decir que pocas veces lo había visto tan buen mozo, los jeans que llevaba le marcaban un físico espectacular, la camisa blanca contrastaba perfectamente con su piel oscura, llevaba una barba de dos días que lo hacía casi casi irresistible y cada vez que se acercaba, ese perfume me mareaba y daban ganas de hundirlo en el inmenso sillón de su escritorio y darle un beso que lo dejara sin aliento. Desayunamos, almorzamos, merendamos y cenamos en la oficina. Parecía que no terminábamos más con esa jornada, que nunca le pondríamos punto final al proyecto y decidimos terminar ese día sí o sí, así que Jalil me propuso descansar una o dos horas después de la cena y retomar el ritmo toda la madrugada, para cerrar el tema a primera hora del día siguiente. Pedimos comida china, nos sentamos a comer tranquilamente y charlamos de miles de cosas banales hasta que llegaron los temas personales. Jalil me preguntó si había terminado con mi pareja, le comenté que sí, que ahora estaba sola, que él se había ido de casa, pero que eso no me afectaba, que disfrutaba de la soledad, pero que a veces extrañaba despertar por las mañanas acompañada. Como seguía hablando de mí sin preguntarle nada a él, quiso saber por que no lo interrogaba sobre su vida privada y le respondí que no me parecía lo correcto, dado que tanto él como su esposa trabajaban conmigo y que, por otra parte, se los veía lo suficientemente felices como para pensar que tendrían problemas. Jalil me dijo que hacía mucho que estaban juntos, que basicamente eran felices, pero que en más de una oportunidad él se planteaba si era amor, felicidad o costumbre y que justamente hacía unos días en los que estaban algo irritados entre sí y que ese día habían discutido, que por eso él estaba de ese humor y me pedía disculpas por adelantado, por sí había tenido alguna reacción fuera de lo común. Nada había que disculpar y eso fue lo que le respondí, lo cual pareció aflojarlo, se levantó, puso música y siguió llenando mi copa y la de él con vino blanco una y otra vez. Con tantas confesiones y alcohol encima, mis ojos ya estaban comiéndose a Jalil sin reparos y reconozco que las cosas me daban vueltitas lentamente, estaba algo borrachita, pero feliz, embriagada por la presencia masculina que tenía a mi lado, por su perfume y por sus ojos negros, que en ese momento estaban más brillantes que nunca.
De pronto, cuando quise incorporarme para colocar un cd en el equipo, casi me caigo y él me tomó fuerte de las manos, lo cual me ayudó para no lastimarme, pero también para dar el primer paso y juntar mi boca con la de Jalil, sin pedirle permiso. Al principio se quedó inmóvil, pero no cesé en mi empeño de que me devolviera el beso, lo busqué con mi boca, lo provoqué con mi lengua y lo incentivé con mis manos, hasta que respondió. Reconozco que ese valor que tuve era producto de la cantidad de alcohol que había ingerido, pero también de las ganas incontrolables de hacerlo que venía acumulando desde que ingresé a su departamento. Mientras seguía besándolo, me tomó de la cintura y me acercó a su cuerpo al punto de que no quedaba ningún rincón entre ambos por donde pudiera pasar siquiera un mínimo haz de luz. Nos besamos apasionadamente, desesperadamente, su aliento era caliente, su respiración estaba agitadísima, pero eso me excitaba aun más. Sus hermosas manos se dedicaron a recorrerme por completo, desde la cintura subían por mis brazos, me acariciaban el cuello, me tomaban del cabello con fuerza para presionar más mi boca sobre la de él, era un Jalil completamente diferente al que veía a diario, era un hombre netamente pasional, lejos de aquel frío ejecutivo que veíamos día a día. Cuando parecía que ibamos a quedarnos sin respiración , sacábamos fuerza de algún lado y seguíamos besándonos, recorriendo uno la boca del otro con nuestras lenguas, batallando con ellas entre los labios del otro, lamiéndonos los lóbulos, mordisqueándolos, en la urgencia del deseo nuestras bocas chocaban y devoraban cuanto centímetro de carne encontraban del otro lado. Con desesperación le saqué la camisa y comencé a besar su pecho amplio, fresco, suave. Dejó sus manos a los costados de su cuerpo y se dedicó a sentir mi boca en su pecho, mi lengua saboreando sus tetillas, mis dientes mordiéndolas levemente, mis labios succionándolas hasta sentir sus suspiros de placer, para descender con mi boca por la línea de vello hasta su ombligo y detenerme allí para probarlo, como si de un plato exquisito se tratara, para mojarlo con mi saliva y querer descender más y más. Lentamente le desabroché el cinturón y bajé el cierre de sus jeans con mis dientes, sintiendo de paso la dureza de su pene contra mis mejillas a través de la tela rústica que lo cubría. Bajé sus jeans y su pene saltó frente a mis ojos en todo su esplendor, majestuoso, invitándome a probarlo, a cuidarlo entre mis manos. Lo tomé delicadamente y comencé a lamerlo, despacio, sin apuro, tratando de prolongar ese momento sublime por horas.
Mi boca lo cobijó por completo, lo guardé dentro, lo sorbía centímetro a centímetro de piel, mis manos lo sujetaban porque estaba tan duro, tan enhiesto que solo tendía a elevarse y querer salir de mi dominio. Jalil solo presionaba mi cabeza levemente, tomándome de la nuca, empujando sus caderas hacia mi boca y suspirando, con sus bellos ojos negros cerrados, prolongando cada caricia de mi lengua sobre su miembro. Lo apoyé sobre su vientre, lo lamí desde la base hasta la punta, sus testículos hervían y fueron aliviados por mi boca, al colocar cada uno de ellos entre mis labios para poder succionarlos, para poder paladear su sabor. -Sos maravillosa-, decía entre suspiros, no te detengas…………. -. Y no lo hice, metí y saqué su miembro de mi boca tantas veces como este latía, tantas veces como su punta iba soltando pequeñas gotas de líquido que me indicaban que estaba a pleno goce, que no tardaría mucho en sobrevenir un bello orgasmo que me daría la posibilidad de saborear toda la leche que allí hubiera. Soltando mi cabeza, Jalil me quitó mi remera por sobre mis hombros, dejando mi pecho al descubierto y tratando de acariciar mis senos desde su altura, por sobre mi brassier. Como prólogo al primer orgasmo de mi gerente, saqué su pene de mi boca y lo coloqué entre mis senos, lo dejé descansar allí mientras me quitaba el brassier y comencé a deslizar su pene sobre ellos, rocé su punta sobre cada uno de mis pezones hasta sentir que se endurecían y lo encerré entre los dos, haciendo que él se moviera con sus caderas hasta que soltó un chorro de semen caliente que se derramó sobre ambos y esparcí con mis manos por sobre mis pezones, lo llevé a mi boca y saboreé su leche con gran deleite. -Me fascina tu semen….. Es rico, muy rico…-, -Déjame ver que tenés para mí-, dijo mirándome fijamente. Me levantó del suelo, me colocó frente a él y me acarició profundamente, sus amplias manos parecían que me recorrían en segundos, me desvestía a la par que me acariciaba y cuando me tuvo completamente desnuda frente a él, me dio vuelta y me apoyó su pecho en mi espalda, pasó sus manos por delante de mi cuerpo, me acarició de arriba a abajo y cerró sus palmas sobre mis pechos mientras me obligaba a mover las caderas al compas de las suyas, provocando en cada movimiento que su pene chocara desde atrás con mis muslos. Estaba teniendo una nueva erección, estaba sintiendo como su pene nuevamente se hinchaba con el roce de mis nalgas, de mis muslos, como pugnaba por meterse entre ellos. Después de dejarme los pechos ardiendo y los pezones hinchados y erectos, sus manos bajaron y me separaron las piernas, me acariciaba la cara interna de mis muslos con una fuerza impresionante, empujaba mis caderas hacia atrás y guiaba mis manos para que pudiera tomarle su pene. Cuando lo tomé, me guiaba para que con él me acariciara los labios de la vagina y yo sentía como eso iba sacando mi flujo y lo mojaba, lo hacía más resbaladizo, pero más cálido. Me estaba enloqueciendo con sus manos, con las mías, con sus besos en mi cuello, con su pene acariciándome desde atrás, con uno de sus dedos que logro entrar en mi vagina sin problemas, porque yo estaba muy excitada, muy caliente y quería más y más y más. Como si un demonio se hubiera apoderado de Jalil, me colocó sobre el apoyabrazos del sillón y después de abrir mis piernas al máximo, metió su pene en mi vagina desde atrás, logrando que un grito de placer me recorriera las entrañas y saliera sin control por mi garganta. Entró y salió de mí tantas veces, tomando mis caderas con sus manos y presionando hacia su ingle, que creía que me iba a morir allí mismo, la sensación de sus embestidas sumada a la de mis pechos bamboleándose y friccionando el cuero del sillón, era indescriptible. El ruido de nuestros cuerpos chocando y el olor de mi flujo saliendo de mi vagina a granel llenaban la oficina de una forma terrible, los jadeos cada vez más fuertes de él me ponían a mil, sus palabras diciéndome que hacía rato que no cogía de esa forma, me daban valor para darle más y más, para dejarlo más y más satisfecho y a su vez, lograr el mayor placer en esa situación. Estaba sintiendo que ese pene dentro de mi vagina me estaba llevando a la gloria, pero sabía que Jalil iría por más y no me equivoqué. Después del orgasmo que sobrevino con su pene dentro de mi vagina, se dedicó a dar una y mil vueltas con la cabeza de su pene por el borde del agujero de mi culito, que ya estaba mojado y latiendo. Rozó y rozó la entrada hasta que lo metió, hasta que su tremendo pene me atravesó las entrañas, hasta que me obligaba a moverme a su ritmo, dándome la sensación de que me iba a quedar sin aire ,pero llena, completa, feliz de esa cogida fenomenal, la cual se vio coronada por un chorro de semen imponente dentro de mi culo, que se deslizó por dentro y por fuera, cayendo por mis nalgas y la parte trasera de mis piernas. Cuando lo sacó, senti que su erección no había disminuido aunque su leche hubiera salido así que se sentó en el sillón y me ubicó de espaldas a él para que me sentara sobre su miembro. Al hacerlo sentí que mi vagina lo engullía por completo, lo ubiqué con mi mano y entró a fondo y empezó una cabalgata de gemidos y entradas y salidas gloriosa. Sus manos en mis caderas me levantaban, me sostenían segundos en el aire y me dejaban caer fuertemente, logrando que me diera la sensación de que su pene me iba a atravesar de lado a lado, pero no había dolor sino el más puro deseo de seguir moviéndome con él adentro. Dejé caer mi espalda sobre su pecho para poder así abrir bien mis piernas y mientras su pene seguía entrando y saliendo, sus manos abrieron los labios de mi vagina y llegaron a mi clítoris, que necesitaba miles de dedos que lo rozaran y miles de lenguas que lo lamieran. Me levanté dejando su pene erecto y me acomodé con mi boca sobre él y le coloqué mi vagina a la altura de su boca, nos complementábamos perfectamente bien hasta en ese 69 que me dejó exhausta, su lengua era bien aspera y se encargó de lamerme y cogerme con ella tantas veces como yo pude colocar mi pene entero dentro de mi boca. Fue un orgasmo amplio, generoso, húmedo, terminamos los dos empapados, transpirados, mi boca llena de su semen y la suya, llena de mis flujos. -Esto ha sido único…. Sos sensacional!!! Me encantó, me encantó!!!-, -Verdad que si?-, me respondió sonriéndome con esos ojazos negros llenos de deseo… Y eso que aun no probaste a mi mujercita, espera que se entere de esto y vas a ver lo que es bueno. Sin decir más, me levanté, fui al baño y ya comencé a pensar en una próxima campaña que nos demandara jornadas laborales como aquella, pero esta vez con Yamilé presente.
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