Tony me llamó esa tarde desde el celular, diciéndome que tenía que pedirme un favor. Mientras me duchaba para sacarme el aceite solar del cuerpo y el olor de mi propia excitación, pensé en pedirle en compensación de ese “favor”, alguno para aliviar mi frustración, ya que me sentía extrañamente defraudada por el portero de mi edificio, que se había marchado cuando las cosas se ponían más interesantes. Cerré los ojos bajo la lluvia tibia e imaginé los largos y hábiles dedos de Tony recorriendo mi cuerpo, lamiéndome, y acaricié mis pechos, mi sensible clítoris, pensando en que pronto iban a tener recompensa. Sólo imaginar la verga gruesa y dura de mi querido amigo latiendo dentro de mí mientras su leche caliente me llenaba las entrañas, sentí mi propia lluvia tibia persistente, bañar mi conchita ansiosa. Después de todo, Tony nunca me había defraudado.
Calculando que tardaría en llegar unos quince minutos más si recién salía del trabajo, salí de la ducha sin secarme y caminé desnuda por mi departamento, dejando que el aire secara mi piel. Al irse evaporando el agua, el cosquilleo parecía recorrer mi cuerpo como los dedos de un amante imaginario, y decidí esperarlo como estaba, para evitar preámbulos. Por lo general, ni él ni yo necesitábamos gran cosa para excitarnos y darnos una maratónica sesión de sexo.
El olor limpio del jabón ascendía de mi piel, y pensé que pronto el almizcle excitante de nuestros cuerpos al unirse llenaría la habitación, y me sentía tan ansiosa que tuve que hacer un esfuerzo para no empezar sin él.
Tocó el timbre y me asomé por la mirilla para no darle un susto a alguien que no fuera él en caso de que hubiera subido acompañado, pero estaba solo, con su traje de ejecutivo sin una sola arruga y la cara de siempre, entre plácida y sexy. Abrí la puerta adornada con sólo una sonrisa y vi sus ojos recorrerme sin perderse detalle, mientras yo agarraba su mano libre (en la otra llevaba el maletín), y lo hacía pasar rápidamente al interior. Cerré y me apoyé contra la puerta mientras su maletín de trabajo negro caía al suelo y él se apretaba contra mi invadiendo mi boca con su lengua áspera, sin decir una sola palabra, y sus manos apretaban mis nalgas para empujarme más contra él y sentir su pene crecer en las proporciones enormes que tanto placer me daban. Mi boca no parecía alcanzar para la exploración ansiosa de su lengua, hasta que tuvo que dejarla para mordisquear y lamer mi cuello y mis manos empezaban a desabotonarle la camisa sin quitarle siquiera el saco del traje. Cuando su boca ansiosa llegó a mis pechos, lo escuché murmurar contra mis pezones erguidos:
-Hola, hermosas, no saben cuánto las extrañé.
Me sonreí y sentí su sonrisa crecer en torno a mis pezones enrojecidos, antes de que empezara a chuparlos con fuerza, alternativamente. Camisa y saco fueron a parar al suelo mientras yo empezaba a desabrochar el cinturón y gemía en voz alta cuando sus dedos encontraron mi vulva mojada y caliente y sondearon su interior con la suavidad torturante que me auguraba que el placer duraría horas.
Sin poder soportar la espera, sin desabrocharle la bragueta metí mi mano exploradora dentro del pantalón y el slip, y su vara gruesa y nervuda pareció saltar al contacto de mi mano, mientras la apretaba suavemente para darle la bienvenida. Con una rapidez digna de Superman, Tony soltó mi culo y con una sola mano se desabrochó los pantalones y los dejó caer con todo y bóxer hasta la alfombra, liberando su pija como de mármol caliente de su confinamiento.
Casi lo arranqué de la teta que mordía para poder arrodillarme frente a él.
-Ahora me toca saludar a mí- dije, y abrí la boca para meterme esa punta gruesa y morada y saludarla como Dios manda. Su sabor inigualable y su longitud me hicieron agradecer tener un mejor amigo tan bien dotado como Tony. Él guió los movimientos de mi boca enredando las manos en mi pelo y gruñendo de placer, mientras con una mano yo continuaba el trabajo que él había empezado en mi concha mojada, y cuando sentí sus huevos tan duros que anunciaban su inminente eyaculación, apreté suavemente la base de su grueso pene (mi mano no alcanzaba a abarcarlo) para detener la descarga y lo lamí de arriba abajo con suavidad para tranquilizarlo, como un helado delicioso de carne y sangre caliente. Lo miré de reojo, y tenía sus ojos azules clavados en mí, con esa sonrisa lujuriosa que hizo que me mojara más.
-Así que la nena tiene ganas de jugar, ¿eh?- me dijo mientras se inclinaba a levantarme y me agarraba en brazos. Con el culo al aire y las rodillas aprisionadas por su brazo, sentí la miel de mi conchita escurrirse por la ranura rosada hasta el agujerito fruncido de mi culo y derramarse en el suelo, dejando un rastro de gotas nítidas hasta el sofá donde él me dejó. Parado a mi lado, con su verga llena de mi saliva y de sus propios líquidos que revelaban cuán excitado estaba, podía ver su miembro latir salvajemente mientras parecía querer clavársele en el vientre marcado por los abdominales. Nunca se la había visto tan dura y tan gruesa, y me lamí ansiosamente los restos de su sabor en los labios, mientras alargaba la mano para tomarla. Pero Tony me detuvo antes de llegar a mi objetivo, y se arrodilló en la alfombra a mi lado para mirarme a los ojos. Su mano acarició mis mejillas, mi boca mojada (desde donde intenté atraparlo para chupar algo de él, cualquier cosa, sin resultado), mi garganta donde las venas parecían a punto de estallar de excitación, y ascendieron lentamente la elevación redondeada de mis pechos coronados por los pezones mojados de su saliva, grandes como dedales y esperando algo más que esa caricia como una pluma. Su mano no se detuvo ahí, sino que bajó por mis costillas y mi vientre, se detuvo un instante en la cavidad sudorosa de mi ombligo y después, con lentitud agonizante, bajaron hasta mi concha y abrí las piernas para que su mano enorme se alojara ahí, mojándose con mis jugos calientes.
-Mojada- dijo, y se inclinó para meterme la lengua en la boca hasta donde llegaba, en un duelo caliente en donde los dos ganábamos. Intenté acercarlo más con las manos, pero él me las detuvo, hasta que el único contacto entre nosotros era su boca juguetona y ardiente y su mano moviéndose con suavidad a lo largo de mi rajita anhelante. Se separó apenas para mirarme a los ojos-. Dulce- agregó, y bajó hasta el pecho que tenía más cerca para dibujar su contorno con la punta danzante de su lengua. Mi pezón estaba tan duro que dolía, pero él apenas lo rozó, rodeándolo sin metérselo en la boca.
-Tonyyyyy- lloriqueé, pero uno de sus dedos en mi concha se separó de los demás para empezar a abrirse paso dentro de mi resbaladiza vagina, y levanté las caderas para que llegara lo más hondo que pudiera; sólo los nudillos impidieron que se metieran más.
-Ahh, que puta más caliente creé- sonrió, y sacó su mano de mi sexo, tomándome de las rodillas para levantarme las piernas. Se sentó en el lugar vacío, y sentía la parte baja de mis muslos acariciar mis pezones como piedras mientras él me sostenía las rodillas y observaba mis dos agujeritos mostrarse ante él en esa posición tan vulnerable. Los sentí latir de anticipación, mientras veía los ojos de Tony, rodeados de sus espesas pestañas, recorrerlos con avidez.
-La concha más dulce y más caliente de Buenos Aires- dijo, y se agachó para besarla con fuerza, chupando mi clítoris hasta hacerlo doler… Empecé a gemir en voz alta y sentí cómo sonreía, encantado con mi respuesta-. Me pasaría horas comiendo estos caramelitos- agregó, metiendo los dedos en cada uno de ellos. Abierta y mojada como nunca antes, sentí sus dedos tocarse a través de la delgada pared que separaba mis dos orificios, y empecé a mover las caderas en un frenético compás, mientras me agarraba las tetas y pellizcaba mis pezones ardientes gimiendo como una posesa.
Tony subió una rodilla al sofá y con la punta gruesa de su verga acarició a lo largo mi rajita, deteniéndose un segundo de más en la entrada de mi vagina y en la de mi ano. Me miró a los ojos un segundo.
-¿Dónde la querés primero, mi amor?
-Donde sea, pero que sea hasta el fondo. Por favor, donde sea…
Su vara gruesa y venosa se abrió paso lentamente en mi vagina, más por el placer de verme retorcerme por la lentitud con que lo hacía más que por no estar lubricada con mis propios jugos: sentía que iba a deshidratarme si me mojaba más. En esa posición, entró mucho más hondo que otras veces, y lo hizo hasta que sus testículos hicieron tope con mi culo. Se quedó así un instante, respirando con mucha dificultad pero manteniendo el control. Yo sabía que él podía estar así durante horas si se lo proponía, pero yo no estaba para juegos esa tarde.
-Movete, hijo de puta, necesito que te muevas…
-¿Cómo, mi amor? ¿Así?- dijo, y se retiró con la misma lentitud con la que había entrado, pero rotando las caderas de tal manera que una marea de eléctricas sensaciones se derramó desde mi vagina hasta la punta de los pies. Su pulgar, ancho y rugoso, se abrió paso por mi ano hasta el nudillo. Yo parecía una gata histérica, gimiendo por la excitación-. ¿O así?- dijo, y con una ferocidad inigualable, empezó su mete y saca brutal, que agrandaba la entrada de mi concha por los movimientos adicionales que le imprimía. Soltó mis rodillas y se inclinó hacia delante, quitando una de mis manos de mis pechos para reemplazarla con la suya. Su otra mano estaba muy ocupada estimulando mi culo.
-Las tetas más hermosas y más duras del mundo… me gusta cómo se mueven, sueltas y gigantes mientras te cojo por la concha… Ya te voy a coger también estas ricas tetas, mi amor, como si fueran una concha gigante… ¿Te gustaría que te coja las tetas con mi pija, Wanda? ¿Hasta dejarte en carne viva?
-Sí, sí…
-Y voy a derramar mi leche en esa boquita caliente hasta que se te salga por las orejas, mi amor… Te voy a coger por todos tus agujeros…
-¿Ahora? ¿Ahora, Tony?
-No hasta que te haga acabar, mi putita preferida…
Yo casi no podía sentir más que esa gruesa verga rascando el interior de mi cuerpo y mi clítoris que parecía a punto de estallar, y me entregué a las sensaciones como si fuera la primera vez. Habré gritado en el orgasmo, porque él metió tres dedos mojados por mi tibia miel en la boca para acallar mis gritos, y yo los relamí encantada, gozando enormemente. Sin embargo, a pesar de que mi orgasmo latía en torno a su pija enorme, Tony todavía no se había derramado.
-Ahora por ese precioso culito- dijo con la respiración entrecortada, mientras el sudor abrillantaba los músculos de su pecho y veía su piel temblar por el esfuerzo. Se ayudó con la mano para presionar la entrada de mi ano hasta abrirla lo suficiente para que entrara su enorme aparato. Yo me sentía llena hasta el tope y no podía dejar de gemir.
-Tan apretado… tan apretado…- dijo Tony, y empezó a moverse lentamente-. A veces en la oficina, me imagino que entrás y bajo esas minifaldas que me vuelven loco, me mostrás este culo tan hermoso para que me lo coja… Después estoy tan duro que no puedo levantarme.
-Voy a tener que hacerte una visita- musité como pude, pensando en esa enorme mesa de su oficina, donde habíamos pasado ratos fantásticos. Desnuda ante sus ojos, sentía mi vagina mojarse de nuevo ante esos pensamientos, y él sonrió al darse cuenta.
-Cada vez que me acuerdo de tu cuerpo, Wanda, me hago una paja en tu nombre. Todavía no sé cómo puedo trabajar o pensar en algo más que tu concha, mi amor.
Yo sabía que él salía y se acostaba con otras mujeres, con cualquiera que se le ponía a tiro, pero por un rato era divertido pensar que lo decía en serio. Especialmente cuando tenía su gruesa pija partiéndome en dos y lo sentía perder el control. Cerró los ojos con fuerza, tratando de evitar la eyaculación un instante más, pero apretando las paredes de mi culo, se lo hice imposible. Enrojecido y sudoroso por el esfuerzo, sacó su verga de mi ano, dilatado al máximo, y se inclinó con su lanza mojada y enrojecida hasta descansar en el valle de mis pechos. Juntó mis tetas con fuerza, pellizcando los pezones, para atrapar entre ellas su pija y moverse en un compás desesperado. Cuando la descarga era inevitable, se subió sobre mí y metió la punta de color bermellón en mi boca, donde empecé a chupar con fuerza mientras estimulaba mi clítoris y lo acompañaba en su orgasmo. Su leche, espesa y salada, llenó mi boca interminablemente, y me la tragué toda sin dejar de gemir. Él me acariciaba los pechos con las dos manos, tratando de atrapar mis pezones entre los dedos abiertos mientras me amasaba las tetas y me decía cuánto le gustaba la manera en que lo mamaba.
Después, mientras yo regresaba lentamente de mi último orgasmo, lo sentí abrazarme por atrás en el estrecho sofá y rodear mis pechos con sus manos enormes. Me besó en la nuca a través del pelo enredado.
-Hola, Wanda- me dijo, y yo me reí.
-Hola, Tony, tanto tiempo.
-Me gusta que me recibas de esta forma después de un día de trabajo. Mi puta personal y mi mejor amiga todo en una.
-Mmmmm… Algo me dice que ahora viene la parte en donde me ibas a pedir un favor, ¿no?
-Bueno, sí, y es porque ya se va a hacer tarde- me respondió, y me giré para mirarlo. Con el índice y el pulgar atrapó uno de mis pezones y lo retorció suavemente, mientras miles de flechas de sensaciones atravesaban mi cuerpo-. Ya sabés que van a ascenderme en la oficina.
-Sí, me lo dijiste.
-Bueno, es casi seguro, pero mi jefe de departamento… bueno, creo que recordás al señor Souza, va a darme el ascenso si primero convenzo al gerente de región…
-No entiendo, ¿qué querés decirme?
-El ascenso es casi seguro, pero necesito convencer primero a uno de mis jefes máximos, un tal José Barcas. Ya mostré de lo que soy capaz en el trabajo, pero esta mañana me insinuó que el puesto es mío si yo le mostraba generosamente… las… bondades de Buenos Aires e invitaba a un par de amigas cariñosas para cenar con él.
-¿Querés que yo…?
-No. Ya conseguí una mujer para el señor Barcas, pero me preguntaba si querrías ir conmigo. Como hace mucho que no te veo, tenía pensado llevarte a casa y festejar mi ascenso con mi mejor amiga.
No me miró a los ojos, y me pregunté qué se traería entre manos (aparte de mis pechos, que no soltaba), pero accedí a una cena gratis y a una noche más de sexo con el mejor amante que había tenido.
Pero de costumbre, como todo lo que concernía a Tony, las cosas no eran tan sencillas como parecían.
CONTINUARÁ.
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