Mi nombre es Martín. He podido darle a mi familia todo lo necesario para vivir bien. Tengo varios años trabajando en el gobierno y actualmente soy un alto funcionario.
Mi familia está conformada por mi esposa Elsa, honestamente es una mujer muy bonita, su corta edad le proporciona las energías suficientes para pasar varias horas en el gimnasio. La verdad a mí me gusta mucho que sea tan disciplinada con su apariencia y su salud, ya que gracias a ello ha conseguido un cuerpo espectacular. Es una reina. Alta, su cabello es rubio, unos ojos verdes y hermosos, sus pechos son de un tamaño perfecto, sus nalgas redondas y firmes, unas piernas espectaculares y unos pies exquisitos.
Mi hija se llama Karla, tiene 15 años. Karla es una princesa, es igualita a su madre. Su tono de piel es muy blanco, y su cuerpo ya está lo suficientemente desarrollado a pesar de su corta edad. Además de la genética eso se lo atribuyo a que mi esposa le ha hecho el hábito de hacer ejercicio y comer sanamente.
Como dije al principio tengo un puesto importante en el gobierno, mi posición se presta para hacer infinidad de tranzas. Y justamente con mi compañero de trabajo eso habíamos estado haciendo últimamente. A base de movidas conseguimos hacernos de mucho dinero.
Un jueves por la mañana entró muy asustado a mi oficina Pedro mi compañero de trabajo.
-Ya valió madre Martin- me dijo con bastante preocupación.
¿Qué pasó- le pregunté.
-Se dieron cuenta Martín. Un perro grande se dio cuenta de toda la movida, y ahora quiere nuestras cabezas.
Enseguida sonó mi celular y el número correspondía al de mi jefe. Me dijo que preparara todo para ofrecer una cena en mi casa al día siguiente. –Ahí platicaremos de todo este asunto- finalizó mi jefe.
Al llegar a la casa no quise comentar nada del asunto con mi esposa ni con mi hija. Solo les dije que el día de mañana nos visitaría mi jefe, que se compraran algunas prendas para la ocasión y se encargaran de la organización de la cena.
Estaba nervioso, no quería pensar en todo lo que podía suceder. Las horas transcurrieron demasiado lento, pero se llegó el momento de la cena.
Durante toda la cena me encontré bastante estresado, todas mis pláticas y mis respuestas eran en automático. Así que no recuerdo mucho, solamente puse atención a dos detalles. Primero, el cómo mi jefe no podía dejar de mirar a mi esposa. Y el segundo: Mi jefe dirigía unas miradas tan profundas a mi hija, pude darme cuenta que recorría con su vista cada parte del cuerpo de Karla. De momentos se agitaba y trataba de disimular como su boca se secaba a causa de los sucios pensamientos estaba teniendo con mi hija.
La cena terminó, pero me di cuenta que quedé exactamente en la misma posición. <>.
Mi esposa dormía, yo seguía dando vueltas a mis pensamientos. Eran exactamente las 00:00 horas, cuando mi celular emitió tres sonidos de alerta. Lo revisé y tenía tres mensajes.
1: Soy tu jefe. Muchas gracias por la cena, estuvo deliciosa (Karla).
2: No te preocupes todo va a estar bien. Yo te voy a ayudar, solo que tienes que ayudarme tú también. Hasta te vas a hinchar más de billetes pinche cabrón.
Me llamó de inmediato la atención de por qué en el primer mensaje había escrito entre paréntesis Karla, que era el nombre de mi hija. De momento me preocupé, pero cuando leí que mi jefe me apoyaría me tranquilicé. Pero todo cambió cuando abrí el tercer mensaje.
3: Para empezar necesito tres fotos lo más sexy que pueda salir (ya sabes de quién). No me falles por favor, que de repente sí me enojo y hago locuras. Buenas noches.
Mi sangre me recorría por todo el cuerpo, no sabía qué hacer. Era más que obvio que el desgraciado se refería a Karla mi hija. Me eché a llorar y pensé en mi hermosa princesita, era una niña de tan solo 15 añitos. Pero también pensé en lo mal que le había ido a un funcionario que enemistó con mi jefe.
De tanto pensar me dije que no pasaría nada, tomarle tres fotos a mí hija no causaría ningún problema. Así que tenía que hacerlo esa misma noche, porque de seguro el día de mañana me las pediría mi jefe.
Tomé mi celular y me dirigí al cuarto de mi hija asegurándome de no hacer ruido. Abrí la puerta muy despacito y entré. Karla estaba completamente dormida boca arriba. Yo solo quería terminar con este martirio.
Le quité toda la colcha con la que se cubría mi hija, para poder tomar las fotos. Allí estaba mi princesa, hermosa, blanca como la nieve. Pelo liso y rubio, desprendía un olor fabuloso. Tenía puesta su pijama, un vestidito blanco de tela suave con unos tirantes. La pijama tenía estampada una gatita y muchas estrellitas azules.
Disparé el flash tres veces, volví a cubrir a mi hija t me apresuré a salir. Ya iba a cruzar la puerta cuando se me vino a la mente las palabras de mi jefe <>. Sabía que esas fotos así de simples no me las aceptaría, así que me regresé otra vez a la habitación de mi hija.
Las ideas comenzaron a llegar y me apresuré a tomar nuevamente las tres fotos. Todo lo hice con extrema precaución y cuidado para que mi hija no se despertara. Y salió a la perfección, muchas maniobras y ni siquiera se movió ni hizo intento de despertar. Después de hacer lo que tenía que hacer salí de la habitación de Karla y me fui a mi cama a dormir. Debo confesar que en toda la noche no pude conciliar el sueño.
La primera foto: Bajé los tirantitos del vestido, dejando descubiertos sus dos pechitos. Debo reconocer que eran exquisitos, aunque apenas tenía 15 añitos, sus pechitos eran de buen tamaño; ni chiquitos ni grandes. Dos bolitas de un blanco natural, impecable. Entre las maniobras varias veces rocé con mis manos sus pechitos y pude constatar que son realmente suavecitos. En medio de sus dos pechitos tenía un pequeño lunar; color café oscuro y hacía sus bolitas irresistibles ante cualquiera. De la parte de abajo, levanté su vestido, dejando al descubierto sus calzoncitos. Al verlos pude notar que mi niña aún era muy inocente para todo esto. Eran color azul celeste, con una franja de corazoncitos. Los bajé muy despacito y poco a poco fui descubriendo una de las cosas más bellas que había visto en mi vida. Su hermosa conchita, totalmente blanca, impecable. No tenía aún un solo vello, no había ni rastro de que iba a salir. No desprendía ningún olor, se veía exquisita la conchita de mi hija. A Karla siempre le encantaba oler demasiado rico. Coloqué la mano izquierda de mi hija en su conchita para que no se viera y su mano derecha en sus pechitos cubriéndolos. Tomé un perfume del tocador de Karla que parecía un consolador y se le introduje muy despacio a su boquita. Esto simulando un pene en su boca, ya que las fotos debían ser lo más sexys posibles. Tomé la primera foto. Debo confesar, que cuando le quité sus calzoncitos sentí un inmenso deseo de acercarlos a mi nariz y suspirar todo el olor que de ellos se desprendían. Pensé un segundo y lo hice.
Segunda foto: Así boca arriba como estaba mi hija, la giré un poco hacia la derecha quedando al descubierto sus nalguitas. Eran preciosas, redonditas, al estarla acomodando tuve que tocarlas varias veces y me di cuenta que estaban duritas por el ejercicio que hacia Karla. Al mínimo contacto de mis dedos con sus nalguitas; se ponían rojitas quedando marcados mis dedos en sus bolitas ya que eran demasiado blancas. Recogí hacia un lado su pelo para que su espalda quedara totalmente descubierta. Su espalda era hermosa, súper suavecita y muy blanquita como toda su piel. Ya casi iba a tomar la foto cuando me llamaron la atención los pies de mi hija. Me acerqué a ella y tome sus piecitos para analizarlos. Al estarlos acariciando, me di cuenta que estaban muy suavecitos y muy limpios. Sus dedos eran perfectos, totalmente lisitos, sin ninguna imperfección. Me pregunté a qué olerían los pies de mi hija. Así que tome los dos juntitos y los lleve a mi nariz para olerlos varias veces. Olían súper rico, seguramente era alguna de todas las cremas que mi hija usaba.
Coloqué sus piecitos hacia atrás para que así la cámara enfocara su espalda, sus nalguitas y sus pies. Tomé la segunda foto.
Tercera foto: Me puse a pensar, que la idea para la tercera foto era demasiado atrevida. Pero no había momento de pensar demasiado. Así que tenía que actuar enseguida. Volví a voltear a Karla boca arriba. Sus calzoncitos seguían abajo. Con mi mano derecha agarré la cámara y coloqué el dedo en el disparador. Muy despacito, fui acercando mi mano izquierda hacía su conchita. Con mis dedos, muy suavecito fui abriéndola. Muy despacio para que Karla no fuera a despertar. Logré hacer sus labios hacia un ladito dejando al descubierto su rajadita. Nunca imaginé estar haciendo estas cosas, pero tampoco nunca imaginé que mi hija tendría un agujerito súper hermoso. Su conchita era muy rosita, todo estaba en su lugar, se veía bien cerradita. Yo estaba totalmente seguro que mi hija aún era una niña muy inocente.
Ya iba a disparar el flash, cuando de pronto mis dos dedos se resbalaron provocando que la conchita de Karla se volviera a cerrar. Volví a repetir el procedimiento con mucho cuidado pero deprisa, ya que el tiempo era oro en esos momentos para mí. Enfocando solamente a su conchita, abierta por mis dedos y dejando ver su rajadita rosita y cerradita, tomé la tercera foto.
Con mucha cautela pero de prisa, volví a acomodar los tirantitos del vestido de mi hija. Le subí nuevamente sus calzoncitos y le bajé su vestido. La cubrí otra vez con su colcha y salí rápidamente. Al dirigirme hacía mi habitación me di cuenta que todo mi cuerpo temblaba.
Miré fijamente hacía mis manos y me di cuenta de algo que me llamó mucho la atención…
Continuará
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me dejo intrigada tu relato, me gustaría saber que paso después, porfa no nos dejes con la duda… <3
ya quiero escuchar la segunda parte espero la publiques pronto me gusto mucho tu relato… <3