Soy Mirian, tengo 35 años, una linda familia que se compone de mis dos hijos, un hombre de 10 años (Gonzalo) y una mujercita de 14 (Mariana) y mi marido Carlos de 37. Vivimos comodamente en una casa de clase media. Mi marido trabaja en una empresa en donde se producen equipos de construcción. Normalmente, trabaja en turnos. Mi vida se reparte, en el quehacer propio de una dueña de casa, atenderlos a todos y llevar a los niños al colegio. Mi marido gusta de salir con algunos amigos de pesca, para lo cual salen el día Viernes y regresan el Domingo por la tarde. A veces con algún pez, otras con las manos vacías. Es su hobbie. Para ello lleva a Gonzalo, para que se entretenga persiguiendo los pajarillos o contando los peces. En alguna ocasión lo he acompañado, pero me di cuenta que es una cosa más para hombres que para mujeres, por lo que opté por quedarme en casa la mayor parte de las veces que fueron a pescar.
Ese viernes no fue distinto, Carlos se iría con sus amigos hasta el día Domingo. Les había preparado todo. La merienda, la ropa de Gonzalo, sus cañas, todo estaba listo en el auto para cuando Carlos llegara y partiera con Gonzalo. Nos quedamos Mariana y yo y nos entretuvimos saliendo de compras y mirando las vitrinas del comercio local. Al regresar a casa nos servimos algo de cenar y vimos TV. A eso de las 22:00 mandé a Mariana a que se acostara y yo me quedé viendo una película que se proyectaba por el cable. En realidad la película era bastante interesante y casi me hacía llorar, era casi trágica. Sonó el teléfono, lo levanté y nadie contestó. Colgué. La actriz principal, iba al encuentro de su amado, se encontrarían después de todas las visicitudes por las que habían pasado… Volvió a sonar el teléfono… Nadie contestó. «¿Contesten!» Grité para que hablaran. Nada. Eran ya las 23:30.
Terminó la pelicula, apagué el TV y me fui al baño. Luego al dormitorio, donde procedí a desvestirme quedando desnuda para colocarme algo para acostarme. Busqué en mi cajon y saqué un babydoll negro. Este lo había usado poco tiempo atrás en unas vacaciones en que le tuve una sorpresa a Carlos. Me sentía extraña y no sabía porque. Me acosté y cubrí mi cuerpo con las sábanas. Hacía calor. No se porque, pasé mis manos por los senos, acaricié mis pezones. Me gustaba acariciarme, no me masturbaba, pero era agradable acariciarme.
A eso de las 12:30 sentí ruidos en el patio de la casa. Presté atención, pero el ruido no prosiguió. La ventana estaba abierta para que entrara un poco de aire fresco. Me sentía cómoda, pero también extraña. Me quedé profundamente dormida. En mis sueños recorría unos lugares extraños y me detenía a oler unas flores que tenían un olor raro. No sabría como explicarlo, pero su aroma me causaba un sueño más profundo que mi sueño mismo. Sentía que no podía mover mis manos. Mi cuerpo estaba inmóvil, no podía caminar. Me sentía desnuda, pero en mis sueños estaba vestida. Quise gritar y no me salía el habla. De pronto, desperté. La luz de mi velador estaba encendida. Y mis ojos casi se me escapaban. Allí, en medio de mi dormitorio habían dos muchachos, de no más de 17 años. Cubrían su cara, con unas medias. Me estaban mirando. Bajé mi mirada hacia mi cuerpo, estaba desnuda y destapada. Mis manos estaban atadas a ambos lados de la cama. Lo mismo mis piernas. Mi boca estaba con cinta adhesiva. Me agitaba con temor.
-¡Vamos Pepe!- Dijo uno de ellos -Tenemos que hacerlo ahora, con esta muñequita.-
Estaba realmente aterrorizada. Los miré como suplicándoles, pero ellos procedieron a sacarse la ropa. Los vi desnudarse. El que se llamaba Pepe, terminó primero. Se dio vuelta hacia mí y le vi un pene enorme. Carlos tiene uno que mide 14cm, (yo se lo había medido cuando lo tenía erecto), el que estaba viendo ahora era sino el doble quizás un poco más y bastante más grueso. Se la acariciaba, diciéndome «¿Te Gusta?». Yo movía mi cabeza en son de negar y lágrimas corrían por mis mejillas. Me tomó uno de mis senos y lo acarició, me apretó el pezón.
-¡Que ricas tienes estas tetitas, mi amor!- Decía. -¡Verás que rico me vas a encontrar este pedacito de carne que te voy a meter en tu rajita!-
Y acto seguido, bajó su mano a mi entrepierna. Trataba de juntar mis piernas, pero estando atada nada podía hacer. Juan, el otro tipo, también se puso al otro lado de mi cama y acarició mi otro seno, bajó su cabeza y con su boca empezó a chuparme el pezón.
-¡Eres fabulosa, Mirian!- Me dijo.
Su miembro no era menos que el de Pepe y con una gran mata de pelos negros.
-¡Esta noche, te haremos gozar como nunca has gozado, cariñito!- Decían. -Nos hicistes un striptease que nos dejastes calientes, tesoro. Por ello estamos aquí, porque vimos como te acariciabas las tetitas y te estabas calentando solita y somos muy humanitarios.-
Luego Pepe empezó a besarme lod senos, luego bajó a mi estómago. Pasándome la lengua bajó a mi entrepierna, abrió los labios de mi vagina y comenzó a jugar con mi clítoris. Yo me movía con desesperación tratando de esquivarlo, pero nada podía hacer. Rogaba para que Mariana despertara y llamara a la policía. Pero me di cuenta que nada de ello sería posible ya que como a mí, la habían dormido con cloroformo. Claro que me habían puesto menos a mí, para que despertara y viera lo que me harían.
Sentía la lengua de Pepe en mi vagina, la recorría de arriba hacia abajo. Me echaba saliva, que sentía caliente recorriendo por mi rendija hacia mi ano. Chupaba mi clítoris, lo lamía, metía un dedo en mi interior. Todo lo hacía suavemente, tratando de calentarme, pero yo no respondía. No podía hacerlo. Mientras tanto Juan, pasaba su miembro por mis senos, luego por mi cara. Sentía que estaba mojado, estaba goteando y lo seguía pasando por mis mejillas. Como yo no respondía a sus caricias, Pepe se separó de mi y atrajo un bolso que tenía a un lado de la cama. Sacó una pluma de ave y empezó a rozarme por el interior de los muslos. En realidad me estaba haciendo cosquillas. Trataba de esquivarlo, pero me era imposible.
-¡Así, así, muévete cariñito!- Me decía.
Luego subió la pluma a mi estómago y a mis senos, rozaba mis pezones, mis axilas. No podía evitarlo. Bajó nuevamente a mi sexo. Abrió mis labios vaginales y la pasó por mi botoncito. Empecé a sentir que no tardaría en responder a esas suaves caricias, que eran demasiados insistentes.
-¡Pídenos que te hagamos el amor, muñequita!- Me decían.
Yo me negaba. Pero esas caricias estaban derrumbando mi resistencia.
-¿Te la meto ahora, mi amor?.- Y seguía con sus caricias. -¡Dímelo, pídemelo!.-
Se colocó entre mis piernas y empezó a pasar la punta de su pene por mi clítoris. Lo rozaba y seguía pasándolo de arriba hacia abajo. Ya no podía aguantar más. Realmente estaba excitada, quería que me lo metiera.
-¿Ahora mi amor?.- Asentí llorando, pero tenía temor por el tamaño de su pene. Era inmenso.
Con una mano me abrió la vagina y empezó suavemente a empujar, trataba de dilatarme al máximo para que no me doliera. Sentía un dolor inmenso, era demasiado grande. Empujó otro poco y llegó a tener un cuarto de su miembro dentro de mí.
-¡Que apretadita, estas Mirian!- Me decía. -¡Juan, vas a tener que probarla, para que veas como esta de apretadita esta muñequita!- Le dijo Pepe.
Lo sacó, se paró y fue a buscar unos almohadones que puso bajo mis nalgas. Quedé totalmente arqueada. Mis talones tocaban la cama lo mismo que mi cabeza. Y mi sexo estaba totalmente expuesto para él. Nuevamente se colocó entre mis piernas, puso su pene entre los labios de mi vagina y empezó a empujar. Estaba mi sexo a la altura de su miembro. Me tomó de las caderas y empezó a empujar. Lloraba de dolor, pero también tenia la necesidad de aplacar la excitación que me había provocado con sus caricias. Empujó nuevamente y me lo metió hasta la mitad. Suavemente, lo metía y lo sacaba dentro de mí. Yo quería sentirlo, aunque me doliera, debía calmar esta excitación. De pronto no pudiendo aguantar mucho más, dio un solo empujón y lo metió hasta que sentí sus pelos juntarse con los mios. Casi quedé sin respiracion. Un grito ahogado salió de mi garganta. Nadie más que yo lo escuché. Mi boca seguía con cinta adhesiva. Empezó el movimiento de entrar y salir.
-¡Aaaahhhggg… Que cosita mas rica… Siéntelo mi amorcito!- Me decía. -¡Muévete… Muévete… Así… Asiiiiiií… Siento que te toco el útero y lo tienes tan calientito! ¡Tómalo… Tómalo… Uuuhhhhhmmmmmm… Aprétamelo… Aprétamelo… Ricurita!.-
Yo ya sentía el placer de tenerlo todo dentro de mí. Quería pedirle que lo hiciera más fuerte, que me partiera en dos. Cerraba mis ojos. Trataba de mover mis caderas, para seguir su ritmo. Se dio cuenta de ello y de un tirón me sacó la cinta adhesiva de mi boca. Si gritas estas muerta, me dijo. Yo lo unico que quería, era decirle:
-¡No voy a gritar, pero métemelo más fuerte, que me tienes caliente… Más fuerte… Más… Máaaaassss… Así… Asiiií… Asiiiiiiií agggggghhhhh!-
Soltó mis piernas de sus ataduras y las puso sobre sus hombros. Estaba realmente tocándome el útero con la punta de su miembro. Nuestros movimientos eran acompasados. Estaba empalada a fondo. O mejor dicho estaba envirgada. Lo sacaba hasta sentir la punta de su pene a la entrada de mi sexo y lo hundía de un golpe.
-¡Aaaaaagggghhhhh… Dámelo… Dámelo… Así… Así… Asií… Asiií… Más fuerte… Más fuerte… Métemelo más adentro… Qué rico… Qué riiiiicoooooo.!- Le pedía.
Acercó su boca a la mía y me dio un beso. Chupaba mi lengua, me daba su saliva, la que tuve que tragar. Sentía que pronto llegaría al orgasmo. Llegaría al éxtasis.
-¡Ahora… Ahora… Ya viene… Ya… Ay… Ayyyyy… Aaaaaayyyyy… Más… Más… Viene… Dámelo… Más… Máaaaaass… Agggghhhhhh… Mételo… Mételo… Más fuerte mi amor… Más fuerte… Ya… Ya… Yaaaaa… Ahhhhgggggg… Uuuuuugggggg… Me voy… Me voy… Ya… Ya viene… Yaaaaaahhhhhh!.-
Y sentí en ese momento que llegaba a un orgasmo brutal, quería arañar su espalda, pero no podía, apretaba su miembro para no dejarlo escapar. Y también llegó al orgasmo, empujando con toda su fuerza, sentí que me estaba mojando completamente por dentro, llenándome con su semen.
¿Qué otras cosas sucederan a Mirian? ¿Quá más le pedirán estos bandidos?
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