UN PASEO POR LA PLAYA

-Ven, Alicia, vamos a caminar por la playa-, le dijo Ernesto.
-Espera, voy a avisarle a mi tía-, contestó ella.

Hacía ya varias semanas que Alicia y Ernesto se habían vuelto novios. Ambos jóvenes adolescentes de 14 y 16 años respectivamente, eran vistos con complacencia y curiosidad por su noviazgo por parte de sus respectivos padres y amigos. Eran una pareja bonita, muy seriecitos, buenos estudiantes y muy correctos en su trato entre ellos y hacia los demás.

La tía Cristina, era una mujer soltera que pisaba los 35 años, muchachera y jovial, que hacía las veces de chaperona, con el total respaldo de los padres, de aquel grupo de jóvenes amigos y compañeros de escuela que habían ido de paseo a la playa larga, un extenso, hermoso y solitario lugar en el que se conjuntaban el mar, la arena y la vegetación de palmeras y arbustos. Sobre la playa sobresalía un pequeño grupo de palapas que permitían guarecerse del sol y disponer sillas, mesas y toallas, así como las hieleras con refrescos y las bolsas con comida para disfrutar aquel paraíso.

-¿Van a ir ustedes solos?-, preguntó la tía Cristina.
-Si, tía, vamos a dar un paseo hasta la barra, no nos tardamos y sirve que hacemos ejercicio-, le contestó Alicia.
-Bueno, pero no se tarden mucho y pónganse crema para que el sol no los queme demasiado-, contestó Cristina mientras observaba a su sobrina y a Ernesto tomar una toalla grande, una sombrilla y un bote de crema bronceador y enfilar por la playa rumbo a la barra.

No pudo dejar de observar los cuerpos juveniles de los muchachos; Su sobrina, a los 14 años tenía un cuerpo de formas bien delineadas, fresco y virginal, que en conjunto con una carita muy bonita hacían un conjunto beso que atraía las miradas y su joven novio tenía el cuerpo atlético de un joven deportista y un rostro varonil que lo tipificaban como un joven guapo, bien parecido. Los siguió con la mirada y se percató, ¿O fue su imaginación?, que al levantarse Ernesto se levantaba entre la entrepierna una tremenda erección que se acomodó discretamente.

-Vaya,- pensó -juventud divino tesoro-.

Alicia y Ernesto empezaron a caminar por la arena sintiendo como les mojaba los pies el continuo vaivén de las olas, de repente, corrían y jugueteaban con el agua sin dejar de reír, ella, enfundado en un traje de baño completo y ceñido a su cuerpo y él, enfundado en un short hawaiano flojo. A la distancia parecían un par de amigos más que iban jugueteando y platicando inocentemente. Al alejarse un buen trecho, lejos de las miradas supervisoras o curiosas del grupo, Ernesto tomó de la mano a Alicia y siguieron caminado ya como una pareja de novios.

-¿Qué te parece este lugar?- preguntó Ernesto.
-Está padre para poner la sombrilla e instalarnos. Aquí nos podemos bañar sin que nadie nos moleste. Al fin solos- y soltó una risita nerviosa.

Dicho esto, Ernesto soltó la sombrilla y la toalla, rodeó a Alicia por la cintura y le dio un beso apasionado en la boca. Ella, entreabrió los labios y respondió con entusiasmo permitiéndole introducir su lengua en su boca y haciendo ella lo mismo. En su mente, sentía una confusión y cierto miedo, hacía días que las caricias de Ernesto habían ido subiendo de tono y ella lo había permitido. Recordaba la vez que en el cine, después de alejarse de sus amigas con las que había ido a la función, se sentó sola con Ernesto y en la oscuridad él había ido mas allá de besarla apasionadamente en la boca, cosa que de por sí le causaba un hormigueo placentero en todo el cuerpo, y había desplazado tímidamente, al principio, y abiertamente después, su mano por el brazo, había bajado descuidadamente uno de los tirantes de su blusa de algodón mientras le besaba el hombro, después bajó el otro tirante y metió una de sus manos en el escote para acariciar un seno que de inmediato respondió a la caricia y puso erecto el pezón. Sin poderse detener y alentado por la falta de oposición de Alicia, (que otras veces le había detenido la mano y le había pedido que no siguiera, que la respetara, que ella no era una cualquiera y que si la quería no debía actuar de esa manera), Ernesto le bajó la blusa y dejó al descubierto los dos hermosos, pequeños y macizos senos, coronados por unos pezones rosados y enhiestos que parecían un par de cerezas; Los tomó delicadamente entre sus manos, los acarició largamente y luego, inclinó su cabeza y tomó uno de los pezones entre sus labios y chupó delicadamente; Después siguió al otro y se fue alternando mientras Alicia le tomaba de la cabeza, con sus dedos acariciándole el cabello gimiendo suavemente y diciéndole:

-No, ¿Qué haces?, me tienes desnuda, me estas volviendo loca, déjame Ernesto, Qué rico! Mi amor, Qué te pasa???- mientras en su interior se abandonaba a las sensaciones que estaba teniendo y sentía un calor en todo el cuerpo y una energía que la recorría de los senos a la entrepierna, y sentía húmeda su vagina y ganas de moverse y restregarse, de acariciarse la vulva.

Cerró los ojos y dejó que Ernesto le pusiera una mano en la rodilla, mientras seguía besando y chupando sus deliciosos senos, que poco a poco fue subiendo por el muslo hasta llegar a la pantaleta, le acarició la vulva por encima de la seda que para entonces estaba mojada e introduciendo un dedo entre la terminación del muslo y la pantaleta, jugueteó un rato con su vello púbico y luego, delicadamente, le recorrió la hendidura, hinchada y rebosante de jugos, una y otra vez, hasta hacerla casi gritar de pasión. Después, trató de meterle el dedo en la vagina y ella le detuvo la mano diciéndole:

-No, me lastimas, síguele como lo estas haciendo- y presa de convulsiones que trataba de controlar, tuvo una venida que la dejó exhausta. Ernesto sacó su mano totalmente pegajosa, la limpió con su pañuelo, le acomodó la blusa y le plantó un beso largo y suave.
-Te amo Alicia- le dijo. Terminaron de ver la película, como si nada hubiera pasado, cada uno se reunió con sus amigos y se despidieron.

Posteriormente, al irla a visitar a su casa, estando los dos sentados en el pórtico de su casa, salió la mamá de Alicia y les dijo que tenía que ir a la oficina de su papá a recogerlo, que no se tardaba, y que como el hermanito de Alicia estaba dormido en su recámara, que no se quedara mucho tiempo platicando y que fuera a cuidar al pequeño.

-Ernesto, no te corro, pero Alicia tiene que cuidar a su hermano y atender la casa, despídanse y se ven mañana.- le dijo.
-Sí, señora, en un momento me retiro, únicamente espero que Alicia me baje un libro de matemáticas que necesito para hacer la tarea de la escuela-,contestó Ernesto.
-Muy bien, hija, no se tarden. Ernesto, nos vemos y por favor salúdame a tus papás- se despidió.
-Oye Alicia, por favor, invítame un refresco o un vaso de agua, tengo mucha sed-, le dijo Ernesto.
-Si, pásale a la cocina, pero solo un momento, ya oíste a mi mamá, te tienes que ir a tu casa y yo tengo que cuidar a mi hermanito-, le contestó Alicia con una sonrisa que dejaba al descubierto unos dientes blancos y parejos que parecían perlas, al tiempo que se levantaba y corría al interior de la casa.

Ernesto la observó levantarse y correr hacia el interior, se fijó en la blusa corta y pegada que traía, en la que se delineaban los exquisitos senos sin sostén y el pequeño short recortado de lo que habían sido unos jeans, que enfundaban un soberbio trasero del que continuaban unas piernas suaves y torneadas. Se levantó y se tuvo que acomodar el pene por encima del pantalón pues tenía una potente erección. Al entrar a la cocina, Alicia estaba sirviéndole un vaso de limonada. Se acercó por detrás, le rodeó la cintura con sus brazos y empezó a besarle el cuello.

-Espérate Ernesto, estate quieto, déjame servirte la limonada, ¿Eso quieres, no?-, le dijo Alicia.
-Sí, pero también te quiero a ti- le contestó Ernesto, mientras la volteaba y buscaba sus labios. Ella se dejó besar y respondió apasionadamente.

Hacía mucho calor aquella tarde y los sentidos estaban enervados. Ernesto la siguió besando con pasión y una de sus manos se deslizó bajo la blusa y tocó la piel suave de la espalda de Alicia, prosiguió hacia arriba y la recorrió palmo a palmo; Después se dirigió a su costado y empezó a ascender hasta tocar la curva de su pecho y se detuvo. Su otra mano se posó en el otro costado y empezó a ascender hasta tocar el otro pecho y con las dos manos aprisionó suavemente los senos de Alicia y con un movimiento subió la blusa hasta dejar visibles los dos senos que acariciaba con gran cuidado. Así, recargada en el mostrador de la cocina, con los senos descubiertos, mientras Ernesto se los acariciaba y besaba, Alicia se Miraba agitada y deseosa, tomó la cabeza de Ernesto entre sus manos y la apretó contra uno de sus senos que aquél devoraba goloso. «Qué bien se siente», pensó «Me encanta estar en la cocina de mi casa y que me estén mamando los senos, ya soy una mujer y me gusta estar con Ernesto», sin embargo reconoció «Me da miedo».

Ayudado por Alicia, Ernesto le sacó la blusa por la cabeza y el mismo se quitó su camiseta, así se abrazaron y sus torsos quedaron unidos, piel con piel. Aquella sensación de estar abrazada a su novio, sintiendo su piel unida a la del muchacho la enloquecía y sus senos respondían endureciéndose más y más hasta que sus pezones parecían taladrar el pecho del muchacho. Ernesto, sin dejar de besarla y acariciarle los senos, deslizó una mano hacia el botón del short, lo liberó, bajó el cierre y empezó a deslizar con trabajos la pequeña y entallada prenda. Alicia, se despegó del mostrador y con una mano y un movimiento de caderas y piernas le ayudó en su maniobra. Poco a poco, la prenda cayó a los pies de la muchacha, quien con un ágil movimiento sacó un pié y luego el otro, con el que hizo a un lado el short. Ernesto, que se había separado un poco de Alicia para facilitar la acción, observó maravillado la situación. En la cocina de la casa de su novia, él sin camisa y enfundado en unos jeans que parecían estallar con su erección y Alicia, su adorada Alicia, con los senos descubiertos, los pezones erectos, los ojos cerrados y la boca semiabierta esperando un nuevo y apasionado beso, y cubierta únicamente por una minúscula pantaleta blanca de algodón que realzaba su delicado monte de Venus. Ernesto la tomó de la mano «Ven» le dijo mientras la jalaba hacia la mesa del antecomedor, la recargaba y empezaba a besarle los senos y él estomago, suave y plano. Alicia solo gemía y se movía nerviosa y excitada. Ernesto aprovechó que estaba agachado para tomar con las dos manos la fina prenda interior y desplazarla hacia abajo.

-No, Qué haces Ernesto??? Me estás desnudando! No mi amor, espérate, no lo hagas nos van a ver, además, yo no quiero que las cosas sean así, yo me voy a entregar al hombre con el que me case y espero que seas tu, no quiero hacerlo ahora, siempre he pensado llegar virgen al matrimonio. Por favor, pórtate bien-, clamó Alicia.
-Pero mi amor, si nos queremos, por que hemos de limitarnos por prejuicios que no llevan a nada???. Esto es natural entre dos personas que se aman-, replicó Ernesto, mientras posaba su mano en la entrepierna de Alicia y acariciaba la hendidura cálida y húmeda que se le ofrecía.
-Ernesto, prométeme que no me vas a hacer el amor, te quiero y te deseo, pero esto no puede ser, no así. Yo quiero llegar virgen al matrimonio, quiero entregarme al hombre con el me case, que espero que seas tu… y… estamos muy chicos … que tal que me embarazes???- gimió Alicia, mientras sacando fuerzas de su flaqueza tomaba la mano de Ernesto y la retiraba de su rajita que se contraía en un delicioso espasmo.
-Pero mi amor, no pasa nada, yo te quiero, no te voy a hacer nada malo, solo déjame acariciarte. Te prometo que no te voy a penetrar si tu no quieres- imploró Ernesto.
-Escúchame Ernesto,- dijo Alicia, mientras se separaba y trataba de cubrirse los senos y el pubis con las manos -el otro día en el cine llegamos muy lejos y ahora más, me da miedo. Tus caricias me vuelven loca y tu también te excitas y pierdes el control. Me da mucho miedo que no podamos detenernos y que cometamos un error del que después nos arrepintamos.
-Mira Alicia, ya no somos dos niños, tenemos sentimientos y deseos que nos ahogan, yo te quiero, me gustas como mujer, me excitas y te deseo. Yo creo que es malo reprimir nuestros instintos. Si los dos nos queremos, ¿Qué tiene de malo que nos demos satisfacción juntos? o prefieres que vaya con una prostituta o con otra mujer-, le respondió Ernesto haciendo un mohín de disgusto-.
-No, mi amor, te quiero solo para mí, pero entiende, esto no puede ser, no debe ser. Son muchos los riesgos. Yo también te deseo, me gustas y te quiero, pero las cosas deben ser de otra manera, no nos precipitemos, tenemos toda la vida por delante y debemos actuar inteligentemente dijo Alicia-.
-Esta bien, quieres que seamos inteligentes, pues seámoslo. Mira Alicia, si tanto te preocupa llegar virgen al matrimonio te prometo no penetrarte, permíteme acariciarte y que tu me acaricies sin llegar a meterte el pene. Te voy a coger, perdón, a poseer, sin penetrarte… Perdón … Sin llegar a acostarnos completamente. Me entiendes??. Quiero que podamos jugar y disfrutemos como pareja y cuando estés dispuesta hacemos el amor completamente y sí eso no se da hasta que nos casemos, pues ni modo me aguanto-, replicó maliciosamente Ernesto-.
-Me prometes que no me vas a penetrar Ernesto-, le dijo ansiosamente Alicia-.
-Te lo prometo,- le contestó Ernesto con una sonrisa -confía en mí, yo te amo y no te quiero causar ningún mal, pero también tenemos que desahogar las pasiones e instintos de nuestro amor.

Dicho esto, Alicia rodeó el cuello de Ernesto con sus brazos y le ofreció sus carnosos labios entreabiertos que aquel tomo y besó apasionadamente, metiendo y sacando su lengua, y tomando y chupando la de ella en forma rítmica. Poco a poco retomaron el febril ritmo de las caricias. Ernesto devoraba los senos de Alicia y bajaba su mano para acariciar la hinchada hendidura. Alicia se acomodó sobre la mesa y abrió las piernas para ofrecerle francamente su rajadita húmeda y latente. Ernesto se agachó y acercó su boca a aquel virginal lugar y lo empezó a besar y a lamer con verdadero gozo.

-Despacio mi amor- gimió Alicia, mientras se contorsionaba y se pasaba la lengua por los labios disfrutando al máximo el placer que le daba Ernesto y el placer que sentía de verse a horcajadas sobre la mesa, con la cabeza de su novio entre sus piernas y su lengua y boca besando y lamiendo su hendidura.

Ernesto se levantó, se desabrochó el pantalón y lo bajó junto con sus calzoncillos. Ahora estaban los dos completamente desnudos. Alicia no pudo contener un gritito de admiración al ver el erguido pene de su novio. Nunca había visto en la realidad el miembro de un hombre; Alguna vez, recordó, una amiga le mostró una revista porno en la que venían fotografías de parejas haciendo el amor y se había fijado como era el pene, pero verlo realmente, era su primera vez.

-Ernesto, tu me prometiste- balbuceó.
-Sí, y te lo cumplo,- respondió el joven – pero quedamos en jugar juntos y eso significa que tu también me puedes acariciar y besar.

Dicho esto, tomó la mano de Alicia y la puso sobre su miembro erecto y caliente. Alicia lo tomó delicadamente y empezó a acariciarlo poco a poco, sintiendo la dureza y la textura del miembro de su novio, recorriéndole y apretándolo suavemente. Ernesto, mientras tanto, hacía lo mismo, acariciando la vulva empapada de su novia. Juntos se masturbaron un pequeño rato hasta que la excitación los puso a punto de venirse. Ernesto se detuvo y quitó la mano de su novia de su miembro a punto de explotar.

-Ven- le dijo -acuéstate- mientras la tomaba de los hombros y la acostaba sobre la mesa.

Tomó una de las sillas y la acercó al extremo donde se encontraba la cabeza de Alicia, la cual, sin entender de que se trataba acomodó su cabeza de lado con los ojos fijos en el miembro de Ernesto. Este, subió una pierna a la silla y puso su miembro a la altura de la cara de Alicia, se lo acercó y le dijo «Bésamelo». Alicia sintió en su boca la punta del miembro de Ernesto e inconscientemente abrió los labios. Ernesto aprovechó para introducirlo suavemente en la boca de Alicia y sintió la calidez de su saliva y de los labios que lo envolvían. Alicia lo empezó a saborear como si comiera una paleta. Le gustó el sabor y la textura de aquel miembro pegajoso, le gustó sentirlo en su boca, lo tocó con su lengua, saboreó el líquido denso que cubría la punta del pene de Ernesto y poco a poco aumentó la intensidad de las chupadas y sintió, por primera vez en su vida, que la embargaba un orgasmo que la elevó a niveles desconocidos de placer. Ernesto se sentía enloquecer y cuando estaba a punto de estallar, escuchó un grito y un llanto que venían de la parte de arriba de la casa.

-Mamá, Alicia, ¿Dónde están?- se oyó el grito del pequeño hermanito que se había despertado y reclamaba atención.
-Voy- gritó Alicia -no bajes, en un segundo estoy contigo hermanito. Vete ya Ernesto, mi hermanito se acaba de despertar y tengo que ir a verlo-. Acto seguido brincó de la mesa, se puso apresuradamente la blusa, se puso el short sin nada abajo, recogió las pantaletas y las guardó en una de las bolsas. -Vete ya Ernesto, sal por la puerta de atrás y ciérrala, después nos vemos- le dijo apresurada. Corrió hacia la puerta, se detuvo un momento para mandarle un beso y decirle en voz baja -Te adoro-.

De todo ello se acordaba Alicia mientras Ernesto la besaba apasionadamente en la boca. Los recuerdos, el beso intenso y fogoso, y el ambiente exuberante de la playa vacía; Ellos dos solos con la naturaleza y el calor del trópico hicieron que Alicia se excitara mas y más y cuando se dio cuenta, estaba acostada sobre la toalla, bajo la sombrilla, con los tirantes del traje de baño a la altura de sus codos y los senos descubiertos al sol y a la vista y caricias de manos y boca de Ernesto. Sin ofrecer resistencia, dejó que Ernesto le bajara completamente el traje de baño y su desnudez quedó expuesta en aquella porción de playa; Ernesto hizo lo propio y se bajó sus bermudas. Desnudos los dos, al rayo del sol, se abrazaron y besaron con desesperación mientras restregaban sus cuerpos presos del deseo.

-Ernesto, recuerda tu promesa, no me vayas a poseer, solo juguemos- gimió Alicia.
-Si, no te preocupes, se hará como tu digas, aunque… Tengo una idea que nos permitirá hacer el amor sin que dejes de ser señorita respondió Ernesto, con una mueca de lujuria. -Ven, voltéate, te voy a poner crema en la espalda.

Dicho esto, Ernesto ayudó a Alicia a acomodarse boca abajo, tomó el frasco de crema y vació una porción sobre la espalda y el trasero de Alicia. Poco a poco empezó a frotar la espalda y la cintura, después siguió con un delicado movimiento en las nalgas y las piernas, tomó otra porción de crema en sus manos y recorrió sus muslos y las piernas, que al contacto de aquellas manos se abrieron generosamente y dejaron al descubierto la henchida y mojada rajadita coronada de una mata oscura y tupida de vello púbico, una pequeña porción de piel, tersa y juvenil, que la separaba del pequeño orificio trasero, chiquito, apretado, estrecho y de color rosado. Ernesto posó su mano en la rica hendidura que se le ofrecía y empezó a acariciar los labios exteriores con suavidad, los abrió delicadamente y llegó a tocar con su dedo el clítoris, aquel botón totalmente erecto de placer que al contacto pareció ergirse aún más y que provocó en Alicia una sacudida intensa y emotiva, como si hubiera recibido un shock eléctrico, pero de satisfacción. Despacio, muy despacio, Ernesto recorría con su mano la virginal vulva y sus dedos aprisionaban suavemente el endurecido clítoris que en cada ocasión parecía que tenía vida propia. Entre las contorsiones y los, ya para entonces, grititos de placer de Alicia, Ernesto volcó el frasco de crema en su mano libre y empezó a untarla en la división de las nalgas de su novia, aprovechando para untar de crema el pequeño orificio trasero al que penetró con su dedo meñique.

-Ay, que haces Ernesto???- gimió Alicia en los estertores del placer.
-No te preocupes mi amor, solo relájate, ponte flojita y disfrútalo. Te va a gustar, nos va a gustar, relájate y gózalo- susurraba Ernesto.

Cuando hubo lubricado bien aquel conducto, primero con el dedo meñique y después con el índice, y que sintió que los esfínteres de Alicia cedían y se aflojaban, Ernesto se acomodó entre las piernas de su novia, enfió su enhiesto miembro hacia el estrecho orificio y embistió suavemente. Los pliegues del orificio de Alicia ofrecieron cierta resistencia, pero poco a poco fueron cediendo a la presión y Alicia, entre gritos de dolor y placer, pedía al principio que no lo hiciera, que por favor se detuviera y después empezó a contraer los músculos que rodeaban su orificio trasero, a apretar el miembro de Ernesto, a moverse suavemente y a pedirle que se lo metiera más y más. Cuando Ernesto tuvo todo el miembro adentro, empezaron un vaivén suave y delicado que pronto los llevó al paroxismo del placer juntos, totalmente ensartados alcanzaron el orgasmo. Ernesto regó con su semen las entrañas de Alicia hasta la última gota que tenía y Alicia recibió y sintió como su vagina se inundaba y los labios de su vulva se mojaban y destilaban sus jugos sexuales.

Fatigados, hartos de placer sexual, permanecieron unidos un momento hasta que, cuidando de lastimarla, Ernesto desmontó a su novia y se tendió a su lado.

-Te gustó??- preguntó Ernesto.
-Si, pero estoy toda molida, me duele, siento que me partiste en dos.- replicó Alicia.

-Es que es la primera vez, pero ya ves, sigues siendo virgen.- contestó Ernesto.

Pasado un rato, se vistieron y emprendieron el camino de regreso hacia el lugar donde estaba el grupo. Alicia caminaba con cierta dificultad, pero con una sonrisa luminosa en la cara. Había descubierto un camino secreto hacia el placer, que no comprometía su deseo de llegar virgen al matrimonio.

Acerca del autor
Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *