CAPITULO 2: LA CITA
Eran las 8 menos veinte y allí estaba yo, cautivo en un atasco de circulación, sudando a pesar del aire acondicionado de mi deportivo último modelo y más nervioso que un adolescente en su primera cita amorosa.
Por fin llego al hotel, son la 8 menos 5, estoy más tranquilo. Soy un maniático de la puntualidad y llegar tarde me molesta mucho. Dejo el coche en el aparcamiento del hotel, entro en el hall y me dirijo a los ascensores. Una voz me detiene.
– Por favor, ¿dónde va caballero? -. Se dirige a mi un empleado del hotel.
– A la habitación 728. Me esperan -. Respondí, yo impaciente.
– Un momento por favor. . .. Puede subir -.
El empleado ha comprobado algo en el ordenador, me mira y sonríe. Estoy seguro que me ha tomado por un chico de alquiler.
Subo a la séptima planta, busco la habitación y llamo a la puerta. Me abren inmediatamente, han debido avisar e recepción de mi llegada. Ella aparece al contraluz de la habitación. Lleva puesta una túnica larga hasta los pies de lino blanca insinuante, casi transparente que permite ver a su trasluz sus senos pequeños y redondos y un sexo depilado, con solo un triángulo prefecto de bello suave sobre el monte de Venus. Me saluda con un beso tenue y delicado pero que percibo ardiente y lleno de deseo.
Paso y me indica que me pongas cómodo, todavía llevo la ropa de trabajo. Me quito la chaqueta y la corbata y me siento en un sofá mientras me ofreces una copa.
La habitación es una suite de lujo.
– No van mal los negocios ¿eh? -. Digo con admiración, mientras doy una mirada alrededor con un silbido de admiración.
– No me puedo quejar, la verdad -.
Hablamos unos instantes de temas intranscendentes, mientras admiro su cuerpo: Con el tarje de chaqueta estaba atractiva, pero ahora es simplemente escultural. Me coge de la mano diciéndome: – Ven acompáñame -.
Entramos en una enorme sala de baño. Una burbujeante bañera jakuzi de agua tibia nos esperaba. Desató los nudos que sujetaban su túnica en los hombros y ésta cayo al suelo mostrándose totalmente desnuda a mis ojos. La vista se me iba detrás de aquellos pechos redondos y firmes e intenté besárselos, pero ella entró en el agua y haciéndome una señal para que la siguiera.
Me desnudé sin prisas, exhibiéndome, dejando que su vista se recreara en mi cuerpo. Un bulto mas que manifiesto en el slip mostraba mi excitación y sentí una cierta vergüenza de mostrar directamente y sin preámbulos mi verga erecta. Así que le di la espalda para quitarme los calzoncillos y entrar en la bañera.
Un chorro de burbujas pasaba entre mis piernas, acariciándome los testículos, y tuve que hundirme lo suficiente para evitar que la punta de mi sexo sobresaliera del agua. Se situó detrás de mi, con mi espalda apoyada en sus senos mientras me daba un masaje pretendídamente relajante en mis hombros, pero que aumenta mi excitación. El contacto de aquellas tetas pequeñas y duras me volvía loco. Intente girarme para intentar chupárselos pero no me dejó: – Quieto, quiero todos tus músculos relajados -. Musitó en mi oído, mientras tus labios rozaban el lóbulo de mi oreja.
– Bueno, todos no -. Añadió riendo, mientras alargabas el brazo para asir con fuerza mi polla enhiesta.
– No te preocupes por esto, cariño -. Conteste presuntuoso mientras la besaba en los labios.
– He preparado un excitante y sensual juego -. Siguió diciendo ella, mientras continua con su masaje.
– ¿En que consiste? -. Inquirí intrigado.
– Ya lo verás -.
– ¿Cómo que ya lo veré? -. Dije algo mosca.
– Si no te fías de mi, más vale que te marches -. Contesto tajantemente.
A estas alturas estaba tan deseoso de sexo que no podía echarme atrás.
Y además, había logrado provocar mi curiosidad Salimos del agua y me estiré sobre la cama, boca arriba, con ella sentada sobre tu cuerpo. Se inclino para besarte y susurró: – Voy a atarte, mi cielo. Así que separa bien las piernas y estira tus brazos hacia arriba -.
Puse cara algo sorprendida, pero al intentar protestar me recordó – Si no estas conforme, puedes irte -.
Cedí a sus deseos y mi imagen reflejada en un espejo, estirado en la cama, atado y con el sexo erecto era como la de un mártir dispuesto al sacrificio, pero sensual y obsceno.
– Ahora vendaré tus ojos. Te llevaré al cielo, te lo prometo -. Añadió con voz sensual.
Ya no intenté ya ni protestar, me sabía la respuesta.
Después de taparme los ojos, se abrazó a mi de costado. Sus senos contra mi torso y su sexo ardiente se frotaba contra mi muslo. Otra vez el contacto de sus pezones me ponía como un toro en celo.
Sentía como lamía todo mi cuerpo y me acariciaba con las yemas de mis dedos. Al no ver nada, las sensaciones táctiles eran mucho mas intensas que de costumbre.
Empezó por el cuello y siguió por el pecho y sobacos, entreteniéndose en los pezones que mordisqueaba concienzudamente. Mi vientre se movía espasmódico a cada nueva sensación placentera y me preguntaba a cada instante cual sería la próxima, lo que aumentaba mi excitación.
Se colocó entre mis piernas y me lamió los huevos hasta dejarlos chorreando de saliva, pero ignorando malévolamente mi verga, que se agitaba en el aire reclamando atención.
En eso siento su lengua jugueteando con la entrada de mi ano y seguidamente como me aplicaba algo frío y viscoso en él. Sus dedos intentaban entrar en mi, pero me resistía a ceder esa parcela de mi privacidad y masculinidad.
– Relájate, no te resistas al placer -. Te oí decir mientras se metía la polla en la boca y me la mamaba con maestría. Me relajé y sus dedos pudieron entrar. Uno, dos y hasta tres dedos se movían en mi interior, mientras yo atado y ciego me revolcaba de placer.
Pero todavía me reservaba otra sorpresa. Lentamente sacó sus dedos del culo y de inmediato sentí un objeto duro y de punta roma que se apoyaba en la entrada de mi recto. No me dio tiempo a reaccionar y sentí como algo perfectamente lubrificado entraba lentamente hasta el fondo de mi y como empezaba a vibrar en mis entrañas proporcionándome sensaciones nuevas y maravillosas nunca imaginadas.
Gritaba, pedía que no parase, que no se acabara nunca. Ella continuaba chupando la cabeza de mi polla y yo notaba que no podía aguantar más, que iba a correrme en su boca. En ese momento deje de sentir su boca sorbiéndome el sexo y un fuerte pellizco en los pezones me hizo gritar, ahora de dolor y sorpresa mientras mi sexo perdía rigidez y se interrumpía el orgasmo que estaba apunto de alcanzar.
– Lo siento cariño, ibas a correrte y no podía permitir que acabaras ya. Espero mucho más de ti -. Me dijo con voz de niña mala que acaba de hacer una travesura.
Me destapó los ojos y colocó su sexo sobre mi boca.
– Ahora soy yo la que ansío sentir tu lengua en mi coño palpitante -.
Dijo muy excitada.
No me hice rogar y atado y todo dirigí lo más certeramente que pude mis esfuerzos a excitar sus puntos de placer. Lamía su clítoris con devoción mordisqueaba sus labios y metía mi lengua en su vagina buscando darle el máximo de placer.
Se inclinó de nuevo sobre mi polla, que parecía recuperarse, y me la mamó de nuevo. Sus labios rodearon mi glande y su lengua frotaba delicadamente la punta. El extremo de su lengua recorría el frenillo y finalmente se la tragó toda. El consolador seguía vibrando en mi interior, proporcionándome un placer adicional y nunca antes sentido.
La estimulación simultánea de mi culo y mi verga me llevaban a un placer extremo.
Un nuevo cambio de postura y se sentó sobre mi vientre clavándose mi verga en el coño hambriento, cabalgándome mientras yo apenas si podía moverme por las ataduras.
En eso, sacó el vibrador de mi culo y se lo metió en el suyo diciendo: – Yo también quiero gozar con todo mi cuerpo -.
Sentía en mi sexo las vibraciones de aquel consolador transmitidas por su cuerpo. Chillábamos los dos como enloquecidos, pero ella todavía quería más de mi.
– Quiero sentir como tu polla me parte en dos al entrar en mi culo -.
Gritó como una posesa Así que me desató, se colocó a cuatro patas para que la penetrara por detrás para calmar sus ansias.
No me lo pense dos veces y le clavé de un golpe hasta el fondo mi verga dura y lubrificada con sus propios jugos vaginales. Inicié un bombeo frenético sin compasión, mientras utilizaba el vibrador en su clítoris.
Sentía a cada envestida mis huevos golpeándole el trasero y los espasmos de sus musculatura que me estrujaba.
Se giró y pasando sus piernas sobre mis hombros, y cogiéndome la polla con sus manos para que la penetrara por la vagina.
Ella alcanzó el orgasmo y yo seguí follando salvajemente, pero ella no quería acabar así. Bajo las piernas y se escurrió bajo las mías hasta que mi verga estaba al alcance de su boca. Me la mamaba como una posesa, con el vibrador en su coño y yo me corrí como un semental, llenándole la boca con mi leche que no podía tragar y rezumaba por la comisura de sus labios. Continuó chupando mi sexo hasta que tuvo su segundo orgasmo. Agotados y sudorosos, quedamos tendidos en la cama. Después de recuperar el aliento, me besó en la boca con la suya todavía pringosa de mi semen y me dijo: – Todavía tengo otra sorpresa para ti -.
– ¿Más todavía?. ¿No has tenido bastante?. He de reconocer que en este momento no puedo ofrecerte nada más -.
– No, no me refiero a ese tipo de sorpresas. Es que he de decirte que he filmado nuestro encuentro -.
– ¿Qué dices?. ¿Filmado? . Si quieres hacerme chantaje, te equivocas de persona. Soy soltero y sin compromiso y tu filmación todavía me haría propaganda de macho -. Le dije con aire de ofendido, – ¿Chantaje? No, no, no. . -. Dijo mientras reía a carcajadas.
Estaba guapísima riendo. Y continuó diciendo.
– Ha sido digamos. . un «casting». Un «casting» para las películas familiares que rodamos mi marido y yo -.
– ¿Casada? ¿Películas familiares?. A ver, a ver. explícate -. Dije casi exigiendo una respuesta.
– Es fácil, a mi marido y a mi nos gusta el sexo en grupo y filmarlo y utilizamos nuestros viajes de negocios para reclutar «compañeros de juego». Te vi en la feria, me atrajiste, te seguí y cuando te vi en aquel «stand» me lo pusiste facilísimo para atraerte a mis redes -.
Yo no salía de mi asombro. Todo era un plan para llevarme a la cama y probar mis habilidades sexuales.
– ¿Por lo menos habré quedado bien? -.Pregunté con aire presumido.
– Sin duda. Hacia tiempo que no follaba tan a gusto con un extraño -.
– Menos mal -. Pense resignado.
– ¿Esperamos tu visita cuando vengas a Madrid? -. Preguntó con cara de ingenua.
– Umm. . Sí, porque no -. Contesté – Pero ten en cuenta que mi marido tiene la polla más gruesa que el consolador -. Añadió ella en medio de una carcajada.
Esa risa me volvía loco. Me abalancé sobre ella y empecé a besarle y morderle los pezones de aquellas tetas pequeñas y firmes que tanto me atraían. Ella gemía de nuevo y mi polla estaba otra vez a punto.
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