A los 12 años y Travestido

Lo que sucedió durante el tiempo que compartí mi cuarto con un primo lejano de 15 años de edad.

Un primo lejano de 15 años de edad descubrió que yo me vestía con la ropa vieja que había dejado mi hermana cuando se fue de la casa. Me prometió que no le diría a nadie que me vió vestido de mujer, pero con la condición que me vistiera como niña solamente para él.

Yo acepte el trato. En la noche cuando ya estuvimos solos en la habitación que compartiamos temporalmente me puse la ropa de niña. Me vestía nervioso por que sentía como si su mirada me debilitara y hacía que mis piernas temblaran.

Le dije: «Ya está».

«Todavía te falta algo», me contestó. Tomó unas calcetas del cajón y rellenó el brassier que me había puesto para simular senos.

«Ahora si pareces una mujercita», me dijo casi susurrando. Yo le sonreí con nerviosismo. Él me veía de pies a cabeza y poco a poco el miedo que yo sentía se fue convirtiendo en una sensación que no puedo describir, una sensación tan intensa de erotismo que me provocaba escalofrios por momentos.

Me agarró y me dirigió a la cama, en seguida yo me negué. «Sshh, tranquilo que no pasa nada», me dijo.

Se sentó en la cama donde él dormía e hizo que yo me acostará a lo largo. Yo estaba extaciado y dejé que me manejara a su antojo. Comenzó a tocarme por sobre la ropa. A esa edad yo era totalmente lampiño, mis piernas y nalgas habian tomado, a mi criterio, una forma femenina que se pronunciaba por mi cuerpo delgado de piel blanca. Mi primo en cambio, era de piel menos clara que la mia y de cuerpo de tendencia atlética. A pesar de tener solamente 15 años se notaba que sería un hombre muy guapo.

Sus manos incansables recorrían desde mi espalda hasta mis rodillas como si me quisieran devorar. «Ya no, ya fue suficiente primo», le dije.

«Si no quieres que le diga a todos los muchachos de la colonia lo que ví, vas a comportarte como toda una mujercita», me dijo.

Yo solamente acentí con la cabeza y deje salir un suspiro de lo más profundo. En ese momento comprendí que no había marcha atrás y que yo estaba sometido a mi primo desde el instante en que acepté nuestro acuerdo.

Mi primo se levantó a apagar la luz dejando solamente una pequeña lámpara que manteníamos sobre el gavetero. «No te levantes», me dijo en voz baja.

Se acomodó en el centro de la cama y me acostó sobre sus piernas para tocar mis nalgas. El vestido que me había puesto era de una sola pieza color blanco, como los que usan algunas colegialas, se abotonaba en el pecho y la falda me llegaba hasta las rodillas. Me había puesto unas calcetas largas color blanco. El brassier era de un tono de rosado, pero la tanga era color negra con un estilo que parecía encaje. Todo me quedaba casi perfecto como si fuera para mi talla.

Subió la falda y comenzó a acariciar las nalgas y muslos. «Que trasero tienes… Si pareces toda una señorita», me dijo.

Mi respiración estaba agitada pero fuí relajándome poco a poco y a disfrutar de la sensación de erotismo que se volvía más intensa a cada segundo. Sacó sus piernas de debajo de mi y se acomodó a mi lado. Acercó su boca a mi oido y me dijo: «Te vas a vestir así siempre que yo te diga… Oístes?». Yo solamente pude hacer un gesto de resignación.

Levantó la cadera y yo ví cuando se bajó la ropa interior hasta las rodillas dejando al descubierto su verga ya un poco dura. No pude esconder mi admiración, era la primera verga que veía.

Mi pene era demasiado pequeño a comparación de la verga de mi primo, que no era tán grande como la de un hombre adulto, pero que para mí en ese momento me parecía impresionante. Hizo que me acostara con la cara sobre la almohada y él se acostó casi encima de mí con su pecho sobre mi espalda.

Pasó el brazo debajo de mi cuello y agarró mi hombro izquierdo, su boca terminó posandose cerca de la oreja en ese mismo lado. «Tú quieres ser niña verdad… yo te voy a tratar como a una niña», me dijo. Con la otra mano me subió frenéticamente el vestido hasta el estómago y en seguida comenzó a masturbar su verga con la mano. Yo intentaba ver que era lo que sucedía de nuestra cintura para abajo pero no lograba ver nada.

De pronto mi primo empezó a frotar la verga contra mi trasero mientras su mano exploraba mis nalgas y caderas, se masturbaba contra mí y su respiración se volvía agitada por instantes, constántemente acomodaba de nuevo la verga sobre los muslos o entre mis nalgas y continuaba.

Se me hacía muy dificil ver su verga en esa posición. La tomé con la mano, y para mi sorpresa, se habia vuelto más grande y más gruesa de como la había visto al principio.

«Te gusta?», preguntó mi primo. Yo solamente pude contestarle con un suspiro de asombro. «Agarrala y no la sueltes», me dijo.

Yo la apreté con la mano e instintivamente empecé a masturbarla, mi primo se separó de mí y se apoyo sobre sus rodillas y piernas como flexionándose.

Empezó a mover su verga mientras yo la tenía en mi mano. «Apretala… no dejes que se te salga de la mano», me dijo y seguimos así por un rato. De repente me apartó la mano y se colocó rapidamente de rodillas con mi trasero entre sus piernas mientras se masturbaba, «Ahhh», decía mi primo dando unos suaves gemidos. Un chorro de leche cayó en mi espalda y terminó de descargar encima de mis nalgas suspirando profundamente.

«Ahhh… mi niña, que linda sos», me dijo besando mi nuca.

Despues me dijo: «Amor ahora sos mi novia, pero nadie lo va a saber… oístes?»

El día siguiente mi primo se dedicó a visitar a sus amigos expertos en pornografía para conocer más juegos sexuales que pudiera probar conmigo.

Cuando llegó la hora de irse a acostar me dirigí al cuarto para ponerme mi ropa para dormir, mi primo entró al cuarto y me dijo: «Ahora te pones esta faldita… ya regreso… voy al baño» y me mostró una falda de tela bien corta con paletones que estaba en el cajón.

A regañadientes comencé a vestirme, pero de nuevo el morbo me venció y pense que debía arreglarme diferente esta vez. Me puse otra tanga que había en el cajón también de color negro pero era de tela lisa. Para rellenar el brassier use unas medias, ahora las tetas falsas parecían más naturales. Pero no encontré una blusa que me hiciera lucir sensual como yo quería. Para compensar esto me puse unas nylon que me llegaban hasta un poco abajo del trasero. Estaba terminando de vestirme cuando mi primo entró de nuevo al cuarto, cerró la puerta y puso el seguro. Yo sentí un escalofrío y a continuación un calor que me recorrió el cuerpo completo.

Mi primo me observaba maravillado. «Que linda te has puesto», me dijo. Yo en este punto, ya no era para mi primo un muchacho sino una chica que además tenía que hacer todo lo que el deseara. Se deshizo de su ropa velozmente.

Se sentó enmedio de la cama y me llamó con un ademán. Me dirigí a la cama. «Sube, te quiero ver más de cerca», me dijo. Subí a la cama y me puse de rodillas. «Que linda», dijo mi primo y me agarró de la mano jalándome hacía él.

Hizo que una vez más me acostara boca abajo pero a lo largo de la cama, él se quedó sentado para tocarme todo el cuerpo con ambas manos. Levantó la falda para descubrime el trasero y abrió mis piernas, sentí que sus dedos exploraban entre mis nalgas por encima de la tanga muy cerca del ano.

Me asusté y quice levantarme. Mi primo me obligó a permanecer acostado. «No hagas ruido, o sino nos van a descubrir», me dijo.

«Ya no me toques primo», le dije.

«Si no te dejas le voy a contar a tus amigos que te gusta sentirte como una mujercita», me contestó con tono intimidante.

De repente apartó a un lado la tanga dejando al descubierto mi ano, era limpio y rosado. Me abrió un poco más las piernas para verlo mejor. «Mmm», se limitó a decir. Una sensación de erotismo y temor mezclados llenaba mi pecho y mi respiración se aceleraba. Mi primo besaba mis nalgas y pasaba sus dedos entre ellas. Sentí un estimulo en mi ano que nunca había sentido e involuntariamente comencé a dejar salir suspiros pequeños.

De pronto puso la punta de un dedo en la entrada de mi ano e intentó empujarlo hacía adentro. El dedo no pudo violar mi ano virgen, pero me provocó un dolor horrible. No pude contener el gemido de dolor y asustado le aparte las manos e intente levantarme hasta que pude. «Shhh», dijo mi primo que rapidamente se incorporó y se dirigió a la puerta. «Te van a oir», me regañó.

«Ya no primo, me voy a dormir», le dije caminando hacía mi cama.

Él se quedó pegado a la puerta, tratando de escuchar los que pudieran ser los pasos de mi madre. Pero nadie había alcanzado a oir mi quejido por la distancia que separaba a las habitaciones. Despues de unos minutos mi primo dejó de vigilar y se dirigió hacia mí.

Yo no me había quitado la ropa aún y solamente me había quedado sentado en la orilla de mi cama, asustado y un poco avergonzado.

Mi primo se sentó a mi lado y me dijo: «disculpame, no era mi intención que te doliera… es la primera vez que hago algo así y no sabía que te iba a doler». «Ya me quiero acostar primo, mañana en la noche me vistó de mujer otra vez… pero ahorita solo quiero dormirme».

«No preciosa… ven», me dijo jalándome hacía su cama, yo me negaba pero él tenía más fuerza que yo. De mala gana me volví a acostar en su cama y él volvió a subirme la falda. Me acariciaba suavemente esperando que yo me relajara. Pasó un rato y apartó nuevamente la tanga. «No!, me va a doler», dije yo. «Ya verás que no», me dijo. Acercó su boca a mi ano y dejó caer una gran cantidad de saliva encima. Yo suspiré. A continuación pasó sus dedos entre mis nalgas estimulando mi ano. Una vez más el erotismo me dominó y permití que él continuara hasta donde quisiera. Siguío manoseandome y besandome sin que yo pusiera resistencia.

Él intentó meter un dedo untado de saliva en mi ano. Pudo entrar con relativa facilidad pero no avanzó mucho. Le dije: «Me duele, ya no hagas eso por favor primo». Me contestó: «Ya sé que podemos hacer para que sientas rico». Se puso de rodillas y me hizo ponerme en cuatro sobre la cama. Se dirigió a mi parte de atrás y agarró las nalgas con ambas manos.

Yo seguía sus órdenes sin rezongar y a cada paso me sentía más como una chica que jugueteaba con su hombre. Dejó caer más saliva entre mis nalgas y de repente yo sentí su lengua explorando mi ano.

No pude contener un gemido, pero que esta vez no era de dolor, sino causado por el estimulo que la lengua de mi primo hacía en mi ano virgen. Paraba aún más el trasero por reflejó para continuar sintiendo ese estimulo, dejaba salir suspiros profundos y mi corazon latía cada vez con más fuerza.

Lo siguiente que mi primo hizo fué tratar de introducir la punta de su lengua en mi ano, pero lo cerrado de mis nalgas se lo impedía. Puso la mano en mi espalda y me empujó hacía abajo, yo terminé con la cara sobre la cama apoyándome con los codos y rodillas. «Para bien las nalgas y abre más las piernas», me dijo.

Entonces prosiguió con su cometido que era violar mi ano. El estimulo que me provocó al estar en esa postura fué aún más íntenso y me costó mucho trabajo intentar no hacer ruido que nos delatara. Mientras su lengua abría mi ano yo no podía evitar decir repetidamente: «Ahhh», en voz baja mientras apretaba fuertemente la sábana entre ambas manos. Mi primo se limitaba a decir de vez en cuando: «Mmm… que rico este culito mi niña», apretando continuamente mis nalgas y frotando todas las partes de mi cuerpo que sus manos podían alcanzar.

Se detuvo y yo me levanté para ponerme de rodillas. Acercó su cara a la mía y me besó en los labios, de una manera muy suave y tierna, a lo que yo no me opuse en ningún momento. No dejaba de besarme y yo intentaba seguirle el ritmo, casi como si estuvieramos enamorados. Mi primo había logrado su objetivo, en ese punto yo estaba embriagado de erotismo y sometido a sus deseos. Ya no volvería a rehusarme a lo que mi primo me pidiera hacer, sin importar lo que fuera.

«Te gusta lo que te hago mi niña?», me preguntó.

Yo acentí con la cabeza tratando de demostrarle con la expresión de mi rostro que aceptaba mi papel de mujer en su juego.

Se levantó y fué a apagar la luz, dejando encendida solamente la pequeña lámpara del gavetero. Yo no podía dejar de comtemplar su verga que ya estaba asombrosamente grande y rígida. Estiré el cuerpo en la cama desestresando los músculos cansados por la postura en la que había estado. Me acomodé la tanga en su lugar por que ya me incomodaba e hice lo mismo con el resto de mi vestuario.

Despues de asegurarse de que no andava nadie cerca de la puerta regresó a la cama y se acomodó a mi lado, sin pensarlo recoste mi cabeza en su brazo a lo que él respondió abrazandome tiernamente.

Me daba timidos y nerviosos besos en los labios que yo intentaba responder demostrandole que me gustaban. Yo no dejaba de respirar profundamente. El estallido de dolor que había sentido hace rato había quedado en el olvido por que no volví a pensar en eso en todo el resto de la noche.

Tomé la verga de mi primo y la apreté con la mano, él suspiró. Al ver su reacción continué masajeando esa verga que me resultaba fascinante. No tenía el tamaño de la de un hombre adulto, pero para mí era la verga más grande que había tocado y la primera. Él abrió mis piernas y metió su mano entre ellas. Mi pequeño pene no mostraba ningún indicio de erección pero me causaba un estimulo muy placentero que mi primo lo masajeara por encima de la tanga.

El cuerpo de mi primo tenía muy escaso vello, su verga lucía limpia y con un tono de piel muy claro debido a su edad. Comencé a explorar el cuerpo de mi primo con las palmas de las manos, examinando detenidamente con el tacto de los dedos las partes que me parecían más interesantes. Por primera vez lo tocaba mientras mi pecho se estremecía con una descarga de sensualidad. A diferencia de mí, él era más alto y fornido, no tanto por la diferencia de edad entre nosotros, sino por su tendencia atlética que se notaba en lo definido de sus jóvenes músculos. Mientras que yo a los 12 años de edad bien podría haber pasado por una niña si hubiese tenido cabello más largo y me vistiera con ropa de mujer, en la calle nadie hubiera notado la diferencia.

-«Quiero que seas mi mujer».

A estas alturas el contrato de silencio que mi primo había convertido en chantaje ya carecía de importancia para mí. Lo único que se me cruzó por la mente fué la verguenza y humillación que me causaría si él les contara a los muchachos de la colonia lo que yo había aceptado hacer. «Que esto quede solo entre nosotros… si?», le dije casi suplicando.

-«Claro mi amor… Pero todavía nos falta que hacer algo más… Pero no debemos hacer ruido»

Hizo que me acostara boca abajo y apartó la tanga a un lado, sus dedos nuevamente exploraban entre mis nalgas buscando el ano. Tomó la tanga y me la bajó hasta quitarmela, para lo que yo le ayudé acomedidamente. Dejó la tanga tirada en la cama, abrió mis nalgas con ambas manos y dejó caer una gran cantidad de saliva encima del ano.

Introdujo su dedo sin que mi ano opusiera resistencia e intentó que entrara todavía más profundo, mi respiración se agitaba. Por reflejo intenté apartar su mano al percibir el cuerpo extraño, pero él no desistió de su cometido. Nunca hubiera imaginado el estimulo tán placentero que sentiría al tener el dedo de mi primo atravesando mi ano. Yo trataba de contener los gemidos mientras él repetidamente lo sacaba hasta dejar dentro solamente la punta y luego volvía a empujarlo hacía adentro lentamente.

Volví la mirada hacía atras para ver lo que sucedía. Mi primo se apretaba la verga con la otra mano, me quedé viendo detenidamente.

-«Te gusta?».

-«Ahhja».

Se acercó, tomó mi mano y la puso sobre su pene para que yo lo masturbara. «Te la voy a meter en tu culito», me dijo casi al oido.

-«No creo que pueda entrar en mi hoyito… es muy grande».

-«Si entra mi amor… y vas a sentir más rico que con el dedito y la lengua».

-«Pero tratame con cariño… por que yo no creo que se pueda meter».

-«Por que no te voy a tratar con amor… si eres una niña tan linda… Ahora te voy a hacer mi mujer».

-«Ahhja».

Hizo que me acostara sobre el costado derecho y él se acomodó de la misma forma detrás de mi. Sus manos me guiaban y yo obedecía adoptando la posición que me indicaran.

Doblé las rodillas y mi trasero quedó más fácil de alcanzar para él. En un rápido movimiento untó su verga con mucha saliva y con más saliva mi ano. Agarro mi pierna y la subió sobre la suya dejando expuesto mi ano. Yo hacía un esfuerzo por conservar la postura y evitar que mi brazo me doliera por soportar el peso de mi propio cuerpo. El guió su verga a la entrada del ano usando los dedos. «No vayas a hacer ruido», me dijo.

Sentí la cabeza de su verga intentando abrirse paso a través de mi ano, con otro rápido movimiento él volvió a lubricar con saliva y continuó. Yo apoyaba la cara en la cama y mi primo jalaba mi cintura hacía él para acelerar la penetración. De repente su verga habia pasado la entrada de mi ano y se dirigía más profundo, yo experimente un instante de dolor que quedó ignorado por la emoción que me causaba tener a mi primo haciendome su mujer. Con movimientos torpes debido a nuestra inexperiencia continuamos experimentando nuestra primera penetración. Su verga no pudo entrar más y solamente introdujo una porción un poco menor que la longitud de su dedo, pero suficiente para violar mi ano virgen.

Mi respiración estaba muy agitada y la de mi primo aún peor. A pesar de sus movimientos torpes que me causaban malestar por instantes, mi primo se comportaba firme y decidido en lo que estaba haciendo. Lo que hizo a continuación fue empujar hacía dentro y hacía afuera la porción de su verga que habia logrado penetrar lo que me causó una sensación muy placentera y erótica. Me dijo: «Quiero que hagamos el amor todas las noches… oístes preciosa».

Reprimir los gemidos para mantener el silencio era casi imposible. Mi primo sacó de golpe la verga de mi ano e hizo que me acostara a lo largo de la cama con la cara contra la almohada. Subió encima de mí y comenzó a deslizar su verga entre mis nalgas que ofrecían poca fricción por la abundante saliva que las lubricaba. Se masturbó apretando su verga entre ambas nalgas con todo el peso de su cuerpo. «Que nalgas mas ricas tienes», me decía.

Me quitó la almohada y la colocó debajo de mí para que alzara mi trasero. Al poco tiempo mi primo eyaculó y el chorro de leche terminó en mi espalda. El seguía frotando su verga con fuerza mientras intentaba calmar su respiración sumamente exaltada. Tomó un poco de leche con sus dedos y la escurrió en mi trasero. Me dijo: «Ahora sos mía… y quiero que seas mía todas las noches». Ambos nos limpiamos con una camisa suya. Yo me cambié de ropa y me dormí muy rápido por que ya era bastante tarde.

Al día siguiente, mi primo continuó recopilando fantasias sexuales provenientes de la pornografía que le facilitaban sus amigos de la colonia. Incluso me llevó un librito de historias pornograficas donde aparecían solamente parejas heterosexuales, para que yo tuviera una idea de cuales cosas probariamos hacer durante la noche. Su emoción me parecía infantil, pero al mismo tiempo a mí me llenaba el pecho una sensación de anticipación por lo que sucedería despues de la hora de irse a acostar.

Llegada la noche, todo transcurria normal en la casa y yo continuaba con mi rutina sin experimentar la ansiedad de hace unos días, me sentía aliviado. Subí de prisa al cuarto al terminar todas mis labores como hijo de la casa e intercambié una timida mirada con mi primo que se sorprendió al verme subir tán rápido.

Igual que la noche anterior, me puse las medias y noté que se habian rasgado un poco debido a mi propia torpeza en la cama. Me arreglé el brassier, elegí otra tanga del cajón, esta vez de un tono de rosado que me quedaba un poco más grande. Ya que a mi primo le había encantado, me puse la falda cortita de paletones.

Todavía no terminaba de vestirme cuando mi primo entró a la habitación y cerró la puerta con seguro. Nos mirabamos con una sonrisa nerviosa en nuestros rostros mientras yo terminaba de acomodarme la ropa. Él se deshizo de toda su ropa en un instante.

Él caminó hacía mí y me abrazo desde atras, sus labios se posaron en mi cuello muy cerca de mi oreja. Una corriente cargada de erotismo, curiosidad y calor recorría todo mi cuerpo y al pasar por mi pecho lo hacía latir con mucha fuerza. Yo me separé de él y subí a la cama, me acomodé hasta el fondo apoyándome en rodillas y codos y agarrando la orilla del colchón con ambas manos. Paré mi trasero y abrí las piernas invitándolo a que volviera a estimular mi ano con su lengua, cosa que había estado esperando todo el día.

Mi primo se afanaba por provocarme el mayor placer, más que la noche anterior. Separaba mis nalgas para que su lengua llegara más profundo y lamía frenéticamente mi ano. Yo estaba extaciado y se me hacía dificil no caer rendido. Por momentos olvidaba que habían otras personas en la casa que podían descubrirnos si haciamos demasiado ruido. Él se detenía y me susurraba: «Shhh… sientes bien rico verdad preciosa?». Me terminó de quitar la tanga y la tiró a un lado.

«La voy a meter», me dijo. Yo volví la cara para ver su verga, ya había crecido mucho y estaba muy rígida. Durante unos segundos sentí temor de esa verga que para mí parecía enorme.

Me acosté sobre el costado como él me había enseñado la noche anterior, pero pronto él me indicó que debía acostarme sobre mi pecho y abrir las piernas. Mi primo estaba sobre mí tocándome todo el cuerpo y sus labios recorrían mi cuello y espalda saltando de un punto a otro. Desabrochó la falda y me la quitó, quedándome solamente con las nylon y el brassier relleno.

Agarró las dos almohadas y las colocó debajó de mi para que doblara la cintura y levantara mi trasero. «Para bien el culito mi amor», me dijo y a continuación tomó mi cintura con una mano y con la otra guió su verga hacía mi ano.

Intentó penetrar pero evitó causarme dolor, aún faltaba más lubricación. Con un movimiento rápido llevó su boca a mi trasero y escurrió una increible cantidad de saliva entre las nalgas que luego dirigió al ano usando su dedo. Yo me sentía un poco nervioso y permanecía atento a la escena.

Esta vez su verga se abrió paso con mucha facilidad. La empujó decidido a penetrar más profundo que la noche pasada. Yo trataba de ahogar un pujido en mis labios pero no pude contener un «Ahhh… Ahhh… Ah», al sentir su verga penetrándome. La ansiedad se mezclaba con la erótica sensación que me provocaba el acto sexual. «Despacio», le decía. Mi ano apretaba esa verga que avanzaba cada vez más adentro y de repente cedió por completo. Me sentí completamente sometido a mi primo.

Mi primo jalaba y empujaba su verga apoyando las manos en mi cintura y moviendo la suya ritmicamente. Yo tenía la impresión que en ese momento le pertenecía, que le había entregado algo que no se lo podía dar de otra forma que no fuera teniendo sexo con él. Él ya no era mi primo, ahora era dueño de mí,y nadie debía saberlo nunca. En seguida supe que desde ese día en adelante tendría que darle mi ano y tener su verga dentro de mí todas las noches. Yo respiraba profundamente y dejaba salir gemidos discretos. Mi primo no se detenía y respiraba exaltado.

Su verga ya se movia con facilidad hacía afuera y hacía dentro de mí. Mi primo incrementaba la intensidad de sus movimientos y por momentos la base de la cama hacía mucho ruido, él calmaba su agitación y dejaba caer más saliva en mi ano para seguir cogiéndolo. Me decía: «Que rica estas… este culito es todo mío». Yo me limitaba a decir «Ahhja». «Te gusta que yo te haya desvirgado?», «Ohhh… Ouuhhh… Ohhh».

Despues mi primo sacó su verga y la masturbó frenéticamente, eyaculó mientras daba un fuerte suspiro dirigiendo el chorro de leche a mis nalgas. Todavía exaltado cayó sobre mí y sus labios besaron erráticamente mi espalda y cuello. «Que rico me hicistes acabar mi amor» me dijo y su boca se posó cerca de mi oreja. «Sos toda una mujer… y yo soy tu hombre», me dijo y al poco rato nos levantamos para limpiarnos y componer la habitación. Una sensación placentera y agotadora permanecío en mí aún despues de acostarme en mi propia cama, en ningún momento pasó por mi mente la idea de considerar lo que habiamos hecho como algo malo.

El día siguiente aproveche que no había nadie en la casa durante la tarde y saqué toda la ropa del cajón para lavarla, por que por el tiempo que había estado guardada tenía un olor raro. Yo tenía el plan de llevarla de nuevo al cuarto y esperar que se secara ahí por completo para que nadie se diera cuenta, pero sabiendo que nadie llegaría a la casa durante varias horas decidí ponerla a secar al sol, colgué todo y en menos de dos horas ya estaba completamente seco y con un agradable aroma a limpio. Llevé toda la ropa arriba y la coloqué ordenadamente dentro del cajón, cosa que no hacía ni con mi propia ropa.

la sensación de anticipación me invadía nuevamente al pasar las horas, decidí desde temprano que esa noche solamente me pondría la tanga, el brassier y el par de medias. En este punto yo no dudaba que llegada la hora de dormir me quedaría con mi primo a tener relaciones sexuales.

Algo que me sorprende hasta la fecha es que yo no pensaba en la relación con mi primo en términos de sexo homosexual, yo me había entregado a él considerandome a mi mismo como mujer, y él nunca insinuó siquiera que yo fuera gay o que la relación que manteniamos fuera gay. Cuando estábamos solos y satisfacía sus fantasias en mí siempre me trató como si estuviera convencido de que yo era una señorita y no un muchacho. Hasta pasado mucho tiempo después consideré todos esos aspectos y hasta entonces lo analicé con detenimiento.

Esa noche muchas cosas fueron diferentes, la hora de acostarse se retrasó mucho por que parecia como si todos en la casa tenían cosas pendientes que hacer. Subimos al cuarto con mi primo y esperamos hasta que todas las luces de la casa estuvieran apagadas, mi primo vigilaba desde la puerta. Cuando ya hubo silencio en la casa yo me cambié a mi ya habitual vestuario para la noche mientras mi primo seguía pendiente de los ruidos que venían de afuera de la habitación.

Se acercó a mí que esperaba sentado en la orilla de la cama. Me mostró que había conseguido preservativos y pronto me explicó para que eran. «Así te va entrar más fácil mi amor… y vas a sentir más rico», me dijo. Y hubo otro cambio, mi primo decidió que esa noche no estariamos en la cama para evitar hacer ruido, estiramos las sábanas y colchas en el suelo de la habitación y tiramos todas las almohadas. Probé la cama improvisada que habiamos preparado y no me pareció incómoda.

Mi primo se acostó a mi lado y comenzó a besarme en los labios, la noche anterior no me había besado en la boca. Sus besos timidos y cariñosos me estimularon de sobremanera y por momentos saboreaba sus labios. El aroma de su cuerpo me atraía más a él, a pesar de que era mayor que yo su sudor no tenía un olor desagrable. Ver su cuerpo totalmente desnudo me causaba una excitación y un estimulo erótico que me hacía desear el momento de entregar mi cuerpo a sus deseos. Para él fué una sorpresa que yo hubiera lavado la ropa y le gustó el aroma que tenía, acarició los pechos falsos y su boca recorrió las nalgas y muslos intensificando mi excitación. Entendió que esa noche me dejaría penetrar sin mayores preámbulos. Apagó la luz y tomó un paquete de preservativo.

Me puso en cuatro patas y yo acomodé las piernas para que no me dolieran las rodillas. Se colocó arrodillado detras de mí y se dispuso a ponerse el preservativo, yo observaba lo que sucedía ahí atrás y mi respiración se volvía profunda. «Me vas a dar el culito mi amor?», «Si», respondí de inmediato. «Paralo… Mmm que rico tu cuerpo princesa». Yo movía mi trasero lo más sensualmente que podía invitándolo a cogerme por el ano. Su saliva escurrió entre mis nalgas, él agarrandose de una dirigió su verga hacía mi interior usando la otra mano.

Yo estaba en cuatro patas y apreté el improvisado colchón con las manos mientras mi primo seguía empujando su miembro que ahora se deslizaba y alcanzaba una mayor profundidad. «Ahhh… Ahhh…. Mmmm… Ahhh», me quejaba. Mi primo agarró mis hombros y me jaló haciendo que la verga entrara aún más en mí. Lo que me provocó un pujido que se me hizo muy dificil reprimir.

Él se quedó quieto por un momento. Yo pensaba que mis brazos no soportarían tanto estress. «Me gusta como lo haces», dijo mi primo. Yo me iba acostumbrando a estar penetrado y lo que fué incomodo al principio se convirtió en una sensación placentera de entrega total. Sin sacar su verga también se puso en cuatro y su pecho quedó encima de la parte alta de mi espalda y su boca se posó en mi cuello muy cerca de la oreja. Comenzó a mover su cadera ritmicamente y a cogerme con mucha intensidad. Yo le comunicaba con timidos gemidos y pujidos lo que me estaba haciendo sentir y el me respondía moviendo más rápida o más lentamente su verga. Así estuvimos mucho tiempo, pero yo disfrutaba cada movimiento suyo y cada segundo que me entregaba a él. Sin quererlo mi cuerpo se movía al mismo ritmo en el que se deslizaba su verga a través de mi ano.

Él seguía respirando agitado y dándome suaves besos en los hombros y cuello. De vez en cuando pasaba saliva hasta mi ano con los dedos para mantenerlo lubricado. De repente volvió a incorporarse de rodillas detras de mi y con ambas manos jalando mis caderas, mis brazos cedieron y caí para quedar apoyado con los codos flexionados y mi trasero alzado para que mi primo lo siguiera cogiendo todo el tiempo que él quisiera.

De repente el ritmo de sus movimientos, que hasta el momento habían sido cortos pero decididos, se volvió más violento y empujaba su verga con intensas acometidas, por un momento sentí un poco de dolor. Sus manos jalaban con fuerza mi cadera. lanzó un profundo suspiro como no lo había hecho hasta esa vez y sentí como pulsaba su verga dentro de mí. Cuando recuperó el aliento sacó su miembro y se quitó el preservativo repleto de leche. Yo me acosté boca abajo agotado y sudando.

Levantamos todo del suelo y arreglamos las camas y cada quien se dispuso a dormir, pero no sin antes darnos muchos besos cariñosos en los labios. Me cambié y me puse un short de tela fresca para dormir, mi primo también usaba short para dormir por el calor que hacía.

Me desperté asustado por el movimiento cuando mi primo se metió en mi cama, era de madrugada y el cuarto estaba en total oscuridad.

– «Qué pasa primo», le dije confundido.

– «Shhh… Ahora somos marido y mujer».

– «Uhh».

– «Quiero estar contigo ahorita».

– «Pero ya lo hicimos».

– «Te deseo… Quiero hacerte mia otra vez». Me tomó la mano y la llevo hasta su verga, en efecto estaba muy dura.

-«Mmmm, te voy a coger ahorita». Dijo mientras me quitaba el short y me obligaba a acostarme boca abajo. Acomodé la cara en mi almohada, la agarré con una mano mientras me apoyaba con la otra.

-«Espera… me tengo que poner el preservativo». Yo hice un suspiro de resignación y me quedé esperando que él me penetrara por segunda vez esa noche.

Tomo mi pierna y la dobló para dejar al descubierto el ano. En seguida se acostó encima de mí y lubricó con saliva. Intentó penetrar y lubricó repetidamente, estaba muy impaciente por tener sexo anal conmigo. fue incomodo al principio pero poco a poco mi ano ya con un poco de experiencia cedía y empecé a disfrutar la estimulación. Su boca se topaba contra mi hombro y cuello. «Mmm… Mmmm… Ahhh… Te amo preciosa».

Se comportaba ansioso y muy exaltado. Despues nos levantamos y cambiamos de posición. Repetimos la escena que habiamos realizamos más temprano pero esta vez conmigo en cuatro patas enmedio de la cama y agarrando con ambas manos la orilla del colchón. Yo daba quejidos y gemidos y él seguía cogiendome jalando de mi cintura fuertemente hacía él. De repente sacó la verga. «Ahora sin preservativo», dijo y escurrió saliva en mi ano expuesto. Volvió a meterla y continuó embistiendo con la misma fuerza. Yo no podía contener más los gemidos, pero si alguién escuchaba sería un desastre.

De repente mi primo se paró con los pies en la cama y apoyándose con las manos en mis hombros. Se agachó hasta que llegó a mi trasero. Recibí una brusca penetración y lo único que podía hacer es contener los gemidos de dolor. «Ohhh… Ohhh… No…». Siguió empujando su verga y moviendo la cadera freneticamente, yo estaba siendo sodomizado sin compasión.

Yo no intenté detenerlo, quería tener esa verga dentro de mí. Yo le había entregado mi trasero a mi primo y ahora debía tolerar su incansable lujuria. Fué entonces cuando sentí que me había penetrado más profundamente. Los minutos pasaban y mi primo no parecía cansarse. Yo seguía gimiendo: «Ohhh Ooouhhh Ahhh», y dando quejidos por momentos. Pero la sensación de ser cogido por un hombre me resultaba demasiado placentera, a pesar de que la penetración que estaba recibiendo se volvía dolorosa por momentos, yo quería que esa verga siguiera cogiendo mi ano, y no dejé de cooperar

El peso de mi primo casi me hizo caer rendido, pero cuando creí que no soportaría más tiempo en esa postura mi primo tomó fuertemente mi cintura con ambas manos y exhaló tán fuerte que casi deja salir un grito. Su pene latía dentro de mí y parecía que iba a estallar. Liberó una enorme descarga de leche y no sacó su verga hasta estar seguro de haber dejado hasta la última gota dentro de mí. Yo intentaba recuperar el aliento, estaba agotado.

FIN.

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