Tengo 30 años y trabajo en una empresa de limpieza que he montado junto con dos amigos.
Lo que os voy a contar me ocurrió hace dos meses, y os garantizo que no he olvidado ni el más mínimo detalle.
Fue un jueves, a última hora de la tarde. Como os decía tengo una pequeña empresa de limpiezas, de la que mis dos amigos y yo somos dueños y operarios. Nos repartimos el trabajo a principio de mes , de forma que cada uno sabe cual es su cometido.
Esa tarde sólo me quedaba la limpieza de los vestuarios del campo de futbol municipal. Lo dejaba para el final para dar tiempo de acabar su entrenamiento a los quince o veinte chavales que lo usaban diariamente. Solían terminar en entrenamiento a las ocho, y el vestuario quedaba vacío una media hora más tarde. Yo suelo llegar hacia las ocho y cuarto para ir preparando el material, y , debo confesarlo, para recrear un poco la vista en esos cuerpos juveniles, de entre 18 y 25 años, totalmente desnudos mientras se duchan sin ningún pudor. Me gustan especialmente esas bromas que suelen hacerse entre ellos, sobre el tamaño de sus pollas, o sobre lo que van a hacer después del entrenamiento con sus novias. Incluso hay uno al que le gusta lucir una fenomenal erección delante de sus compañeros, y presume de que la mantiene así hasta que su novia, que le espera todos los días en el coche , se la trabaja a gusto.
Bueno, pues aquella tarde ya habían salido todos los chavales y yo había comenzado la limpieza del vestuario, baldeando todo el suelo con lejía para desinfectar aquello bien. Cuando iba a empezar la limpieza de los lavabos, oí que se abría la puerta y apareció un chaval sudoroso, con la camiseta empapada. Yo lo conocía de vista, sabía que se llamaba Javier, y era uno de los mayores del equipo, de unos 24 años.
-Perdona – dijo-. Ya veo que estas limpiando. ¿Sería posible que utilizara la ducha? Me he quedado un rato más entrenando porque estaba un poco bajo de forma, pero no contaba con esto-.
-Hombre, la verdad es que me vas a hacer perder un rato, pero imagino que no habrá más remedio. Supongo que no querrás ir a casa así. Usa la ducha del final para ir limpiando yo por este lado.
-Gracias, te debo una cerveza.
Parecía un chaval majo, y desde luego físicamente lo era: alto, musculoso, de pelo bastante largo y facciones muy varoniles. Además llevaba barba y bigote de dos o tres días, que acababa de darle un aspecto viril de lo más apetecible. Comenzó a quitarse la ropa sudada y yo seguí limpiando los lavabos, pero eso sí, atisbando discretamente a través de los espejos. Se quitó toda la ropa y fue a abrir el grifo de la ducha, metiendo la cabeza en el cubículo, lo que me permitió admirar por un momento aquel espléndido cuerpazo, perfecto, cubierto de sudor. Era casi mi ideal masculino, musculoso pero sin exagerar, con bastante vello en el pecho, que bajaba hacia en vientre desvaneciéndose en una linea fina, piernas también con bastante vello y perfectamente moldeadas.Y no digo nada de aquel culo. Pero lo que atrajo irresistiblemente mi mirada fue su paquete, enorme aun en reposo, y precioso de verdad.
Como supondréis a estas alturas, a mi me gustan los hombres, pero es que hasta el más macho estaría de acuerdo en que aquel tío era un buen ejemplar de la especie.
Javier esperó fuera a que el agua estuviera a la temperatura deseada, con su cuerpo vuelto hacia mí y su mano derecha bajo el chorro de la ducha, con una total falta de pudor…¿y quizá un poco de exhibicionismo?
La verdad es que la imaginación se me desbocó, imaginando las posibilidades que tenía aquel tío , y no se si no pude o no quise reprimir un comentario en voz alta:
-Joder, macho, ¡qué cuerpo!
Javier se volvió y me miró sorprendido. Esbozó una sonrisa y se metió en la ducha sin decir nada. Seguramente lo había tomado como un comentario de admiración, sin ninguna otra implicación.
Yo oía como caía el agua al suelo, y veía el jabón que rebosaba el plato de la ducha salir bajo la puerta hasta perderse en el desagüe al otro lado del pasillo, bajo los lavabos.
-¿De verdad te gusta?-dijo entonces.
-¿Cómo? ¿has dicho algo? (Lo había oido perfectamente pero me hice el loco).
-Que si de verdad te gusto- dijo asomando la cabeza por la puerta.
No lo podía creer. El corazón me empezó a latir desbocado. Javier había salido de la ducha y me hizo un gesto para que me acercara. Al principio quedé alli como paralizado, pero reaccioné al instante cuando ví que estaba completamente empalmado, con una erección de caballo. Fuí a la puerta de los vestuarios, coloqué el cartel de «NO PASAR- LIMPIEZA», y cerré la puerta por dentro.
-Desnúdate -me dijo.
No me lo pensé mucho. Comencé a quitarme la ropa de trabajo mientras Javier me contemplaba con la misma sonrisa de antes. Yo no es que sea un Adonis, pero creo que tampoco estoy nada mal. Soy moreno, de 1,70 y 75 Kg, cuerpo bronceado y llevo bigote. Cuando me quedé en slips noté la mirada de aprobación de Javier. Después fue él el que se agachó y me bajó lentamente los calzoncillos.
Le hice un gesto para que esperase. Coloqué un tapón en el desagüe de la ducha y abrí el grifo del agua caliente al máximo, de forma que comenzó a rebosar y salía como una pequeña catarata a nuestros pies. Me tumbé en el suelo sintiendo el agradable contacto de las baldosas ya calientes. Javier hizo lo mismo inmediatamente. Aun recuerdo la descarga que me produjo el primer contacto con su cuerpo. Acercó la cara a mi pecho y lamió muy despacio mis pezones. Los dos teníamos ya el rabo como de un palmo, y casi se rozaban. Yo coloqué mi mano izquierda entre sus piernas, rozándole los huevos, y empecé a acariciarle suavemente. Javier desplazó sus labios por mi pecho, y comenzó a chupar el vello de mi axila.
-Me encanta hacer esto -dijo. Huele a macho-.
Estábamos los dos a cien, y no habíamos hecho más que empezar. Yo notaba que de mi polla salían las primeras gotas de líquido preseminal.
Estaba viendo el maravilloso rabo de Javier, y no pude esperar más. Me di la vuelta y acerqué mi cara a sus huevos, a la vez que dejaba mi polla al alcance de su boca. Saqué la lengua y comencé a chupar: primero los pelillos de sus pelotas, luego las pelotas mismas, hasta que las dos acabaron dentro de mi boca. Seguí poco a poco por la base de su rabo, hacia arriba, sintiendo sus estremecimientos. El hizó lo mismo pero trabajándose mi paquete con las manos. A estas alturas estaba claro que a los dos nos gustaba el juego lento, alargar el placer al máximo.
Yo seguía trepando con mi boca a lo largo de su polla, una polla casi cuadrada, marcada por gruesas venas, y rematada por un capullo globoso, húmedo y brillante, de color rojo intenso, casi morado. Alcancé con mi lengua la zona del frenillo y la base del glande, y Javier dió un respingo.
Comencé a chupárselo a la vez que presionaba con mis labios, y creí que aquello le iba a reventar.
Entonces noté como se comía mi polla: estaba ya totalmente desbocado. Se la metió entera en sus fauces, con furia, chupando con toda la fuerza de que era capaz, desde el capullo hasta los cojones.
Por supuesto, yo hice lo mismo con la suya. Comenzamos a mover nuestras cinturas al compás, para facilitar las emboladas. Yo sentía aquella tranca entrar hasta mi garganta, y notaba cómo el bigote de Javier me pinchaba los huevos.Yo no podía aguantar aquello ni un minuto más: el placer era tan intenso que dolía. Javier debía sentir lo mismo porque noté cómo aceleraba el ritmo, y entonces sentí un chorro de líquido caliente en mi garganta, y luego otro, y otro más, a la vez que aquel macho que me regalaba su semen emitía fuertes gemidos de placer. En un instante era mi leche la que rebosaba por las comisuras de los labios de Javier, inundando su preciosa barba.
Nos dimos la vuelta, y juntamos nuestras bocas en un largo beso, sintiendo cómo las dos lenguas se entrelazaban entre aquella mezcla de nuestro semen, que ambos tragamos ávidamente.
Poco a poco fui volviendo a la realidad: casi no podía creer aquello. Allí estabamos los dos, desnudos, exhaustos, con nuestros cuerpos entrelazados en una nube de vapor que nos envolvía. Javier me miró y me hizo un pequeño guiño. A continuación estiró su brazo y recogió de su bolso de deporte un tubo que debía ser vaselina. Lo abrió y tomó una buena cantidad con sus dedos, y con un gesto me indicó cuáles eran sus intenciones. Me coloqué a cuatro patas tumbado sobre un banco, y Javier se arrodilló detrás de mi. Cuando sentí el contacto de sus dedos en mi culo, mi polla recobró su tamaño de faena. Primero masajeó el esfinter, luego introdujo un dedo poco a poco con movimientos circulares, cuidando de lubricar bien con la vaselina. Mi agujero se fue relajando, y enseguida permitió el paso de dos dedos. Yo unté mi polla con más vaselina, y cuando noté que su nabo intentaba abrirse paso en mi culo comencé a frotarme el capullo. Miré hacia atras y vi un espectaculo único: el torso ! velludo y musculoso de Javier, envuelto en agua y sudor, se arqueaba hacia atrás, de forma que proyectaba hacia adelante aquella tranca magnífica de macho joven, que yo veia ( y sentía) desaparecer rítmicamente entre mis glúteos. Sus manos se apoyaban y acariciaban mis costados. Yo dirigí mi mano libre hacia atrás y le agarré las bolas a Javier, que golpeaban en mi culo cuando su polla alcanzaba la máxima profundidad.
Javier estaba de nuevo a tope. Mantenía los ojos cerrados mientras gemía en cada embolada. A aquel tío le gustaba follar de verdad, y disfrutar de sus 25 años.
Poco a poco iba aumentando el ritmo y la fuerza de sus empujones, y el volumen de sus gemidos, que ya se debían oir en todo el polideportivo.Yo seguía masajeando mi polla, aguantando aquella carga de caballería, y ya estaba a punto de explotar y soltar otra dosis de leche cuando Javier dió un grito casi animal , clavó sus dedos en mi grupa, y sentí las contracciones de su corrida en mis entrañas. Se quedó de rodillas , con el culo apoyado en sus talones, y la cabeza gacha, totalmente extenuado, y con cara de pedir ya la rendición. Pero yo tenía aun munición en la recámara y no podía dejar de dispararla.
Javier se tumbó en el suelo boca abajo, con la cabeza apoyada en sus antebrazos cruzados, mirándome. Yo entré en la ducha contigua y descolgué el tubo de la pared. Desenrosqué el cabezal, de forma que el agua salía directamente del tubo, que por suerte era bastante largo. Abrí el grifo al máximo con agua bastante caliente, y lancé un chorro por encima del cuerpo de Javier. Utilicé el agua a presión para darle un masaje relajante, y acabé dirigiendo el agua al hueco que quedaba entre sus nalgas. Le debió gustar, porque elevó el culo y me mostró el orificio de su esfínter. Acerqué allí el chorro de agua, y Javier empezó a moverse rítmicamente. Me comentó que notaba entrar el agua caliente en su recto, y que le gustaba. La lavativa le produjo enseguida ganas de defecar y lo hizo en el WC más próximo. Mientras yo, a la vista de Javier, me masajeaba la polla con el chorro de agua, que se metía en el orificio del glande y me hacía sentir la inminencia de una corrida, que contenía re! tirando el tubo.
Volvió Javier con su culo completamente vacío y listo para ser rellenado. Seguí utilizando el chorro de agua en su ano, y cuando lo noté bien dilatado me agarré el rabo y se lo enchufé sin contemplaciones. Nos quedamos así, moviéndonos despacio, sintiendo Javier mi polla en su culo, y yo inclinado sobre él, acariciando su pecho, su vientre y su tranca que a estas alturas ya estaba otra vez enhiesta. Estuvimos así un buen rato, disfrutando de la follada, envueltos en vapor, hasta que yo noté que no aguantaba más y empecé a bombear despacio mi leche en su interior. Javier se dejó ir también, y su semen se mezcló con el agua caliente que cubría el suelo.
Esta vez sí que estábamos los dos vacíos.
– Creo que voy a dedicarme a menudo a entrenar a estas horas – dijo Javier.
– Sí, y yo voy a dejar este vestuario como un espejo.
– ¿Qué tal la experiencia?
– De puta madre, cabrón.
– Pues tengo una sorpresa para tí.
– No me digas!
– ¿Conoces al entrenador? Pues folla como los tigres, y le gustan los tríos. Creo que lo vamos a pasar bien aquí.
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