Desde las primeras masturbadas supe que lo mío era homosexual, y un día de pajas reiteradas especialmente deseando verga, sin más trámites ensarté mi culo con las modestas dimensiones de una vela. El dolor fue inesperado, pero aumentando mi excitación, dejaba ver una puta enloquecida que acababa eyaculando verdadero semen por primera vez…
Ya nada volvería a ser igual, inmediatamente enviciada también descubriría la voluptuosa sensación introduciéndome otros objetos y hortalizas, pero al fin y al cabo solo resultaban ser insuficientes paliativos apenas calmando mis renovadas ansiedades… La carne es la carne, y una verga gobernada por otra voluntad entrando y saliendo de mi culo ya era obsesión.
Afortunadamente como hembra caliente, tendría ciertas características evidentes sintiéndome halagada cuándo llegó a mí el mote de “la mariquita de la escuela”, colmándome de calenturientas expectativas imaginando cuándo y cómo sería la escena siendo yo una hembra bien cogida.
-“Y tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”…Una mañana saliendo de la ducha preparándome para la escuela, casualmente pasaría desnuda frente al espejo deteniéndome observando intrigada cuál sería mi apariencia escondiéndome la verga entre las piernas entrecruzadas. El shock emocional fue impresionante exacerbando mi alma calentona, el espejo reflejaba una nenita tal cual me imaginaba. Inmediatamente con obnubilado apetito busqué el consolador circunstancial de mi noche anterior: Una zanahoria que por su grosor exagerado solo había utilizado la puntita, y lubricándola convenientemente sin notar dolor alguno totalmente me ensarté semejante vegetal, momentos en que mi madre extrañada por la tardanza, golpeándome la puerta me sacaría de semejante abstracción.
En realidad se hacía tarde, y vistiéndome con premura me crucé con ella a la salida tratando ocultar mi turbación, mi culo dolorido que recién entonces percibí, y buscando evitar cualquier pregunta que no sabría responder.
Ese día concurriría a la escuela como si nada me estuviera sucediendo, pero lejos estaría de ser así, la paja inconclusa, y las sensaciones de culo palpitante provocando repetidas erecciones, me tenían totalmente alterada.
Promediando la jornada pensé en la paja aliviadora, y con esas intenciones me dirigí a los baños, ignorando que mis movimientos atentamente estaban siendo escudriñados por alguien que sin ninguna otra expresión, muchas veces en “accidentales roces involuntarios”, al igual que otros chicos, vagamente demostraba no serle sexualmente indiferente, pero mi timidez y fingida indolencia ante los “casuales toqueteos” impedía que alguien abiertamente me encarara…Pero ahora, captando mi estado tal vez más que evidente, decidió seguirme y colocándose al lado mío simulando utilizar los mingitorios, me sometió a un rapto de total enajenación exhibiendo como al descuido su verga totalmente erguida, provocando en mí el acto totalmente compulsivo con el que tomé esa verga entre mis manos, y con un hilillo de temblorosa voz exclamé “¡qué delicia! ¿Te gustaría dármela por el culo?” No hicieron falta más palabras, en rápido entendimiento acordamos encontrarnos después de clase en un cuartucho, depósito de trastos viejos casi abandonado en los fondos de la escuela.
Y allí fue, totalmente desnuda evitando la paja por largas horas contenida, impaciente esperé a mi amigo que inopinadamente se presentó con otro más, y lejos de amedrentarme o disgustarme, anhelante me entregué a lo que surgiera, recibiendo un inolvidable polvo por el culo, mientras pajeándome furiosamente surgían las ganas demenciales de tragar golosamente todo el semen de la otra verga que mamaba.
Pronto los detalles de aquel acontecer sería vox populi en la escuela, volviéndome entonces en la hembra de un grupo que se expandía en donde dándome por atrás, a nadie incomodaba el semen chorreando de mi culo, mientras tragando todo, otros me atoraban acabando directamente en mi garganta.
Después de ese diario regodear, con el culo inundado protegido por un paño para no gotear, y en la boca todavía el salobre intenso de múltiples mamadas, llegaba a mi casa excitada pensando que por algunas horas estaría sola, y en mi dormitorio podía entregarme a la paja estando travestida con la excitante lencería sustraída a mi mamá, una hembra de formas armoniosas que apenas la sabía en la ducha, espiaba a escondidas pajeándome con el culo penetrado fantaseando que esa exuberante anatomía era la mía.
Ataviada con un breve baby doll de nylon negro cuyas transparencias dejaba traslucir los encajes del liguero también negro, sosteniendo medias de igual color y material, deleitándome frente al espejo miraba enajenada esa deliciosa conversión, aumentando mi lascivia viendo cuándo a horcajadas sobre consoladores cada vez más audaces parados en el suelo, muchas veces venciendo dolorosamente las primeras resistencias escapando semen de mi culo encharcado, siempre terminaba con todo colocado, iniciando la delirante cabalgata hasta quedar totalmente extenuada,
Ya ninfómana irreversible con días pletóricos de puro sexo arrebatado, algunas noches antes de dormir, especialmente si por alguna paja “especial” todavía perduraba mi culo bien abierto y dolorido, volvían mis ganas de coger, entonces, debía esperar altas horas de la noche tratando evitar que alguna involuntaria exclamación fuera escuchada.
Así, mi rutina se hubiese mantenido inalterable indefinidamente, de no ser por la oportunidad en qué, esperando el momento propicio para lo mío, escuché los gemidos indudables del placer sexual provenientes del dormitorio de mi madre, que divorciada mucho tiempo y sin pareja conocida, la supuse otra pajera en soledad … Y excitada ensartándome todo lo que tenía preparado, sigilosamente me levanto para espiar cómo se lo hacía, imaginando que mirado copiaría sus maniobras uniéndonos las dos en la misma cumbre del erotismo femenino.
Pero mi sorpresa fue mayúscula, en los momentos culminantes echada en la cama haciendo “tijeritas”, mi madre se encontraba enredada entre las piernas de otra mujer, luego incorporándose cuidadosamente se abrazaron besándose furiosamente entre los estertores del placer que se estaban prodigando. Luego dejándose caer rendidas en lados opuestos, respirando profundamente gimiendo de placer, desapareció dentro de ellas el consolador de dos cabezas que en todo momento las mantuvo unidas, y calmosamente se quedaron dormidas.
… Ya en mi cama, todavía conmovida por tal manifestación, bebiendo mi propio semen expulsado en cantidad excepcional, me reponía de la casi anoxia que me produjo tanta excitación, y como ellas con todo colocado también quedé dormida.
Al día siguiente preparándonos el desayuno, saludé a mamá como si nada, cuándo aparece su joven parejita envuelta en el kimono que mi madre tenía antes de acostarse, justificando su presencia con el violento temporal desatado en la víspera “estando ella casualmente de visita”.
En casa no teníamos comodidades para huéspedes por lo que obligaría a las mujeres pernoctar en la misma cama, avivando tal vez, después de prolongadas abstinencias (por lo menos en la que suponía yo), eróticas tentaciones. Esas serían mis íntimas razones para justificar una eventual irreflexión de mi mamá dejándose seducir por una lesbiana, de no ser por el refinado y seductor perfume que mi madre exhalaba desde su evidente desnudes bajo el kimono que ahora cubría a su amiguita, ese par de magníficas tortilleras lo tenían todo preparado.
Pensando en eso, sentí que humedecía las intimidades de mi penda femenina, y sin aguantar más ocultación con el lejano y formal trato entre las mujeres, exploté exasperada declamando todo lo presenciado entre ellas, agregando además, morbosamente detallas todas mis experiencias de putona ante la sorpresa y turbación de las mujeres. Pero mi madre solo tardó segundos en rehacer su compostura, señalando que hacía tiempo suponía mis inclinaciones, sospechas confirmadas plenamente un día que accidentalmente descubriera entre mis cajones su erótica lencería, un gran pote conteniendo vaselina, y una variedad de objetos para usos indiscutibles, y por pruritos incomprensibles prefirió callar. Pero ahora “con todo aclarado entre nosotras” podríamos continuar cada cual atendiendo lo suyo siendo solamente necesario guardar las apariencias ante los demás, pues ella era catedrática en un exclusivo colegio de fuerte conservadorismo victoriano, y su portentosa amiguita una colega.
Sabiéndome liberada en mi casa de cualquier censura, poblé mi armario con lencería comprada para mi talla incluyendo zapatos de tacones aguja, y travestida levemente maquillada con afeites de mi propiedad, peinando el pelo enmarcando mi rostro de manera particular, era realmente una excepcional putita avivando mi lujuria caminando frente a los espejos, para nuevamente terminar acuclillada furiosamente cabalgando sobre el consolador con que me paseaba ensartada.
Sin que nadie todavía me hubiese visto travestida, excitadísima pensé lo bueno que sería agregar ese nuevo elemento a mi disfrute, por lo que propuse a mis amigos para la “nueva reunión”, que esperaran mi señal dándome tiempo para prepararles una sorpresa…
Nunca imaginé que gozaría tanto vistiendo el recatado uniforme de las chicas ante mis amigos, que de entrada no reconocieron a la que diariamente disfrutaban, sumándome a la demencia general cuando en lencería y tacones, la mayoría encontró razones más que suficientes para tenerme las veces que aguantaran, haciendo resonar en mis oídos susurros agitados ensalzando mis dotes de mujer. Ese día sin parar ni siquiera para un resuello, enloquecida recibí vergas por todos lados… yo me dejaba… ignorando cuántos serían rivalizando para ser el siguiente en tener mi cuerpo, creándose tal alboroto alrededor del escondrijo que no tardó en ser notado por el portero de la escuela, un sujeto de unos 40 años que vivía solo y nos sorprendió en plena actividad.
El desbande general fue inmediato, quedando sola sin habla paralizada frente aquél hombre sin saber qué hacer, pero notando a través del pantalón su pene erecto, me tranquilizó un poco dándome más confianza cuándo me ordenó que vistiendo el uniforme colegial, cambiando por mesura pública solamente los tacones, de inmediato lo acompañara a su casa de lo contrario las autoridades del colegio conocerían mis andanzas.
No era necesario aquel chantaje, “abierta” a nuevas experiencias con solo pedírmelo ya era su esclava, así se lo hice saber, y superando algunos temores iniciales a ser reconocida, finalmente travestida por las calles nadie advirtió mi verdadera condición, tomándome como cualquier otra pupila que saliendo de la escuela iba en compañía de su padre, sin suponer lo que ni yo misma sospechaba en qué terminaría aquel paseo.
Apenas traspasada la puerta de su dormitorio liberándome de la ropa de calle, respirándose una atmósfera de puro sexo exaltado empezó mi instintiva actuación. Desfilando frente al macho acentuando el balanceo de mis caderas caminando sobre mis tacones, el hombre salta sobre mí cuál fiera sobre su presa, arrojándome sobre la cama besándome por todos lados con desesperación, y al percibir con su lengua introducida el sabor característico de mi boca mamadora, gritándome “¡putaaa!” levantó mi lábil camisón descubriendo los pálidos y minúsculos pezones para retorcerlos entre sus dedos estirándolos como queriéndolos arrancar para luego mordisquéalos y succionarlos dejando erecciones evidentes rodeadas por cárdenos chupones, mientras yo arqueada me dejaba hacer retorciéndome de placer.
Acto seguido, baja por mi vientre siempre besándome, enloqueciéndose ante la extremada suavidad de mi pubis cuidadosamente depilado, según técnicas espiadas en mi casa.
Ya morbosamente transfigurado por la calentura, me tumba boca arriba en el borde de la cama, acomodándome una almohada bajo mis nalgas levantando mis piernas sobre sus hombros, coloca mi agujero en ángulo perfecto para penetrar. Pero cuándo solícito trató lubricar mi entrada con vaselina en la punta de su verga, el semen que empezó a brotar de mi culo relajado, fue como si expresara toda la precocidad de mi desenfreno, estimulando al máximo su perversa inclinación y de un zaque me ensartó todo lo que tenía.
Mi alarido fue desgarrador, un dolor quemante taladraba mis entrañas y llorando pedí perdón implorando que cesara esa tortura, pero el macho lejos de escucharme, parecían ser mis gritos un acicate para darme con mayor furor, cuando de repente aparecieron las mismas vibraciones que gozaba en algunas inserciones, pero este dolor multiplicado en cada movimiento, terminaría elevándome a la exquisitez sexual jamás experimentada.
Ya consciente de lo que más me seducía abracé a mi macho, atenazando fuertemente su cintura con mis piernas emprendiendo un endemoniado movimiento a mis caderas, y el cálido torrente que en ruidosos borbotones inundaba mis más profundas intimidades no tardaría en llegar, mientras yo me desarmaba en el orgasmo provocado por cogida semejante y mi verga friccionada contra su vientre…
Después, un largo e indeterminado tiempo de pacífico sopor, cuándo percibí a mi hombre masturbando levemente mi verga adormecida que inmediatamente reaccionó, pidiendo que hiciera lo mismo con la de él, pero yo lo quise mamar, y recién entonces caí en cuenta de la bestialidad que había tragado, jamás imaginé ni en mis más calenturientas fantasías que algo así podría existir, mucho menos sospechar de mi capacidad sexual para recibir semejantes dimensiones. Instintivamente palpé mi culo, siendo perceptible un reborde alargado semiabierto quedando en mi mano un coloreado flujo seminal… ¡Estaba rota!… ¡Con el culo partido, por fin estaba realmente desvirgada! Me calentó ese pensamiento y empecé a pajearme nuevamente… Mi hombre al ver que todavía tenía ganas, poniéndome en cuatro apoyada en los codos, “mi concha” ansiosa espontáneamente separó “sus labios” pero aun abierta como estaba, sentí mucho cuando entró, y gritando dolorida llegamos con desesperación a otro final glorioso quedándome inmóvil sin ganas de hacer nada más.
De regreso a mi casa con las piernas temblorosas casi negándose sostener mi peso, y la concha inflamada que dolía al caminar, morbosamente satisfecha repasaba lo realizado: A los 13 años de edad estaba definitivamente reventada y a pesar de sentirme tremendamente dolorida, esa misma noche muy viciosa no pude contener la tentación de “sufrir” pajeándome nuevamente. Al día siguiente, una pregunta cómplice y socarrona de mi progenitora me sorprendió “¿Degeneradita, qué grosor usaste anoche? gritabas más que yo recibiendo mi primer fisting anal” –Como siempre mamá, muy caliente gozaba nada más, tranquilamente respondí. Y la idea de ser fisteada quedó instalada en mi más cercana perspectiva.
Hoy a los 25 años de edad hormonada desde los 14, mis tetitas y pezones desarrollándose, habituada a un plug de 10 cm de grosor soy completa con una vulva alargada que a todos enloquece y a mí también, aprovechando mi cuerpito de jovencita bien formada para hacerlo muy rentable, pero mucho más porque me gusta el sexo con locura siendo además la forma de estar todo el día cogiendo en cualquier forma que me lo quieran proponer, incluyendo el fisting que gozando me hace morder la almohada, preparándome para coger después, haciendo que los machos acaben dentro mío con nuestros cuerpos bien pegados sin movimientos aparentes, solamente masajeando y succionando pija con la musculatura de mi concha perfectamente entrenada.
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